Abuelos ind�genas


Hacia el siglo VII d.C. el paso de oleadas migratorias provenientes del norte alter� sobremanera la vida de aquellas comunidades. Aproximadamente unos trescientos a�os despu�s, tras el declive de Teotihuacan y durante el apogeo de Tula, entre el 900 y el 1200, la influencia de esta ciudad y de la cultura tolteca se dej� sentir con gran fuerza en la arquitectura, la religi�n y la cer�mica de Jalisco. Pero con la ca�da de Tula las influencias volvieron a fluir del occidente hacia el centro.

Entre los siglos XIII y XV con el nacimiento y consolidaci�n del estado pur�pecha —la �nica organizaci�n pol�tica fuerte habida en todo el occidente de M�xico—, qued� rota cualquier posibilidad de comunicaci�n de M�xico-Tenochtitlan con Jalisco, Colima y Nayarit. A pesar de incursionar con frecuencia por el sur de Jalisco en busca del salitre que abunda en las playas de Sayula y los metales de la sierra del Tigre, los pur�pechas nunca dominaron la regi�n.

El campo de Jalisco, seg�n evidencias arqueol�gicas, fue el escenario de frecuentes luchas entre los pueblos que ah� habitaban. Lo atestiguan muchas puntas de proyectiles de obsidiana que se han rescatado, las cuales eran lanzadas con el �tlatl o lanzadardos, con el arco que empezaba a usarse o simplemente con la mano; las hachas, porras o macanas con cabeza de piedra; el macu�huitl —un palo grueso y aplanado, con hojas de obsidiana en ambos filos—, etc�tera. Para la defensa ten�an una especie de armadura de algod�n y el escudo, que ahora era redondo y m�s peque�o. Tambi�n se pintaban la cara y el cuerpo para la guerra, a la cual, dijo de ellos el obispo Mota y Escobar en el siglo XVI, "fueron siempre muy inclinados".

La forma de gobierno y la elecci�n no eran las mismas entre los diferentes pueblos del occidente de M�xico. A veces era hereditaria, otras era preferido el de mayores virtudes guerreras y, en otros casos, el de m�s cualidades religiosas. Temporalmente alg�n pueblo ca�a bajo el dominio de otro y hasta le pagaba tributo.

En el norte de la barranca del r�o Santiago, donde el terreno resultaba m�s �spero y accesible a los n�madas-chichimecas del norte, la gente era belicosa y no del todo sedentaria. Con todo y las diferencias que guardaban con los pueblos ubicados al sur, no puede negarse que hubo muchos elementos culturales comunes.

La poblaci�n estaba dividida en tres categor�as b�sicas: jefes, gente del pueblo y esclavos de guerra; as� como en tres grandes �reas profesionales: artesanos, campesinos y comerciantes. Los guerreros no constitu�an un grupo especial, reclut�ndose los combatientes cuando las circunstancias lo requer�an. Asimismo, la poligamia era proporcional a la riqueza.

En Jalisco, como se dijo, la influencia religiosa del altiplano central se dej� sentir con fuerza en tiempos remotos. Deidades veneradas en Teotihuacan y Tula, como Tl�loc —de la lluvia—, Xipet�tec —de los artesanos—, Quetzalc�atl —bajo la advocaci�n de Eh�catl—, Mictlantecuhtli —de los muertos— lo fueron tambi�n en estas tierras, al igual que Tonatiuh y Teopiltzintli.

Una caracter�stica importante de Jalisco, Nayarit y Michoac�n fue adorar una piedra afilada o navaj�n, lo que puede asociarse a la piedra que iba incrustada en el pecho de algunos �dolos mexicas y toltecas a manera de coraz�n, y que representaba su esencia o esp�ritu. En esta zona no hubo tales efigies, pero s� referencias de �dolos de manta; se han encontrado cabezas de piedra que quiz� fueron de ellos. Es muy probable que en el interior de estos �dolos se colocara esa piedra sagrada que simbolizaba a la misma deidad. Tambi�n es posible que el navaj�n no sea sino el cuchillo de sacrificios que en muchos casos se consider� divino. Las ceremonias de culto consist�an en sacrificios, danzas y ofrendas.

Por otro lado, se han descubierto tambi�n representaciones cinceladas en grandes rocas, as� como figuras abstractas de animales y seres humanos en las orillas del lago de Chapala, en la cuenca del r�o Tomatl�n, en las inmediaciones de Mezquitic y en Coamiles, Nayarit.


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