Hasta topar con ingleses


Aunque hubo varias expediciones a California durante los siglos XVI y XVII, hasta 1683 no lograron formalizarse los primeros asentamientos de europeos, encabezados por los jesuitas Eusebio Kino, Juan Mar�a de Salvatierra y Juan de Ugarte, as� como por navegantes guiados por Isidro Atondo y Antill�n. Kino pas� luego a la Pimer�a Alta y, despu�s de remontarse hasta la desembocadura del r�o Colorado, estableci� con certeza que California era pen�nsula y no isla.

Entre tanto, enclavado en lo abrupto de la Sierra Madre, El Nayar constitu�a el �nico reducto que todav�a quedaba fuera de la dominaci�n por la ruta del Pac�fico. La relaci�n de los coras y huicholes que la poblaban con los blancos era apenas de un escaso intercambio de algunos productos por sal, algod�n y mezcal, en tanto que fracasaban por completo los intentos de someterlos que se hicieron durante el segundo cuarto del siglo XVII, en 1701 y los que promovi� la audiencia en 1704. Mas el repunte demogr�fico tanto de indios como de blancos, que comenz� al finalizar el siglo XVII, acab� por hacer m�s atractiva y posible la conquista de dichas tierras.

En 1709 se obtuvo permiso para que la Audiencia de Guadalajara llevase a cabo la empresa, encarg�ndosela al franciscano Margil de Jes�s, quien acept� a condici�n de que no lo acompa�ara gente armada y de que, una vez conquistada la regi�n, vivieran all� solamente indios. No obstante, fray Margil no alcanz� el �xito que tiempo atr�s hab�a obtenido en Huejuquilla: despu�s de pasar por Guainamota, en un punto denominado La Puerta, �l y su comitiva fueron parados en seco por los belicosos coras. De regreso, fray Margil envi� al virrey y a la Real Audiencia sendas cartas asegurando que �nicamente con las armas podr�an someterse los indios.

En 1716, una nueva expedici�n alcanz� algunos resultados favorables al conseguir que el tonati Huest�catl accediera a que se convirtiera al cristianismo cuanto s�bdito suyo as� lo deseara. Al parecer, los bloqueos impuestos a los indios para tener acceso a la sal daban sus resultados. Gracias a las gestiones de Juan de la Torre, un capit�n de Jerez que ten�a buenas relaciones con los coras, un grupo de ind�genas encabezados por Huest�catl viaj� a la ciudad de M�xico en 1721 para entrevistarse con el virrey, quien decidi� amparar a los coras, reconoci� a su jefe y sus fueros, los exent� del pago de tributos y les permiti� el libre acceso a Acaponeta y Mezcaltit�n, entre otras cosas. Los indios, a cambio, manifestaron acatar la autoridad del rey y convertirse al cristianismo por intermedio de los jesuitas. Pero los ancianos coras se volvieron en contra de Huest�catl por haber hecho demasiadas concesiones y �ste prefiri� volver a la sierra sin detenerse en Zacatecas y bautizarse, tal como lo hab�a prometido.

Los espa�oles decidieron entonces actuar con toda la fuerza y, a fines de 1721, Juan de la Torre y Juan Flores emprendieron una lucha a sangre y fuego contra los nayaritas hasta lograr vencerlos a principios del a�o siguiente. La tierra conquistada llevar�a de momento el nombre de Nuevo Reino de Toledo y depender�a pol�ticamente del virrey, en virtud de que �ste hab�a patrocinado la empresa y, en lo judicial, de la Audiencia de Guadalajara.


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