Liberalismo militar


Si Porfirio D�az cont� con una abrumadora mayor�a, tambi�n Ignacio L. Vallarta gan� por un margen muy amplio la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Naci�n, lo que hizo de �l un candidato natural para suceder a D�az, y ocasion� el distanciamiento de ambos personajes: uno representar�a a los pol�ticos liberales civiles, el otro tendr�a el respaldo de los militares triunfantes en las luchas recientemente concluidas.

A pesar de quienes dec�an que Vallarta ten�a muchos enemigos en Jalisco, el sufragio de noviembre de 1878 hizo ganador a su partidario Ferm�n Gonz�lez Riestra, en contra del porfirista Pedro A. Galv�n. Sin embargo, algunos disturbios ocurridos al calor de las elecciones permitieron una mayor injerencia del comandante militar Francisco Tolentino. De esta manera, cuando Gonz�lez Riestra tom� posesi�n el 1 de marzo de 1879, los porfiristas hab�an ganado mucho terreno. As�, al asumir Manuel Gonz�lez la presidencia, en 1880, habiendo derrotado a Vallarta gracias al apoyo de D�az y a la gesti�n en Jalisco del general Tolentino, comenz� el ocaso de quienes aspiraban a que continuara el gobierno de civiles. M�s tarde, a fines de 1881, al iniciar sesiones el Congreso de Jalisco, vallartistas y porfiristas se proclamaron igualmente triunfadores y se acusaron mutuamente de tramposos. El 1 de febrero de 1882, los diputados vallartistas, apoyados por el Congreso saliente, se instalaron en la sede oficial de la C�mara; mientras que los otros, con el respaldo de las huestes de Tolentino, hac�an lo mismo en el mes�n de Guadalupe. La disputa lleg� hasta el Ministerio de Gobernaci�n; mas �ste no se pronunci� en favor de grupo alguno, en tanto que Tolentino, aprovechando una excusa nimia, sac� a sus soldados a la calle, impuso a sus diputados por la fuerza y oblig� al mandatario Gonz�lez Riestra a renunciar.

En su lugar qued� Antonio I. Morelos hasta el mes de mayo, cuando el Senado de la Rep�blica nombr� en su lugar a Pedro Land�zuri. Finalmente, se convoc� a nuevas elecciones que dieron el triunfo al propio Tolentino y tom� posesi�n el 1 de marzo de 1883, no obstante el impedimento legal de que un militar desempe�ara tal cargo. Poco despu�s, durante su gesti�n, se eliminar�a tal interdicto.

Tolentino fue el primer gobernador netamente porfirista; su mano dura cay� sobre ladrones y bandoleros y, de paso, sobre cualquier opositor, aplic�ndose la ley fuga con una frecuencia inusitada. Por otro lado, tambi�n emprendi� notables mejoras a la fisonom�a urbana de Guadalajara: la ampliaci�n de la red de agua potable y las l�neas de tranv�as, la introducci�n del alumbrado el�ctrico en el primer cuadro de la ciudad y la colocaci�n del reloj que todav�a se encuentra en el Palacio de Gobierno. El 30 de octubre de 1884, durante la administraci�n de Tolentino, se produjo la formal separaci�n del distrito militar de Tepic, de donde �l era oriundo, al votar el Congreso de la Uni�n en favor de que el s�ptimo cant�n se convirtiera en territorio federal.

Dado el control que D�az ejerc�a ya en Jalisco, se daba por hecho que Pedro A. Galv�n, su incondicional, ser�a el sucesor de Tolentino; pero en abril de 1885 el general Ram�n Corona regres� de ser ministro plenipotenciario de M�xico en Espa�a y Portugal, y se postul� para gobernador del estado.

Como Corona ten�a grandes posibilidades de alcanzar la presidencia de la Rep�blica por su gran popularidad y su extendida "fama de honradez y patriotismo", adem�s de su notable prestigio como militar, D�az prefiri� brindarle su apoyo y relegar a Galv�n a la comandancia militar. As� el 1 de marzo de 1887, a pesar de la franca oposici�n de Tolentino, Ram�n Corona Madrigal asumi� la gobernatura, al tiempo que se instalaba una nueva legislatura compuesta de cuatro diputados tolentinistas, otro tanto de coronistas, dos galvanistas y otros dos seguidores de Luis del Carmen Curiel, quien se desempe�ar�a como secretario de Gobierno.

Entre las primeras acciones de la nueva administraci�n est� la fundaci�n de una caja de ahorros y del Monte de Piedad. Adem�s, en mayo de 1887, con �nimo de que el gobierno del estado absorbiera los gastos de la ense�anza elemental, se promulg� un nuevo Reglamento de Instrucci�n Primaria, y, dos a�os m�s tarde, en junio de 1889, la Ley Org�nica de Instrucci�n P�blica, que prohib�a catequizar en las escuelas auspiciadas por el Estado. Se promovieron tambi�n importantes reformas a la Escuela de Medicina y comenz� a construirse un c�ntrico mercado en Guadalajara.

Pero el mayor inter�s del gobernador fue promover el comercio, por lo cual procedi� a suprimir algunos impuestos y, sobre todo, se preocup� por la terminaci�n de la v�a f�rrea entre la ciudad de M�xico y Guadalajara, arribando el primer convoy el 15 de mayo de 1888, con numerosas personalidades a bordo.

Si los dos primeros a�os de la administraci�n de Corona fueron pol�ticamente dif�ciles, la situaci�n comenz� a cambiar en septiembre de 1888 cuando pudo retirar a Curiel de la Secretar�a General de Gobierno y dejar a Luis P�rez Verd�a, quien era de toda su confianza.

Entre tanto, el 1 de diciembre de 1888, despu�s de realizarse las reformas pertinentes a la Constituci�n General y hacer un simulacro de elecciones, el general D�az se entreg� el poder a s� mismo por cuatro a�os m�s, lo que facilitaba a Corona la posibilidad de sucederlo en 1892, un a�o despu�s de concluida su gesti�n gubernamental.

Luego, en febrero del siguiente a�o, se renov� el Congreso de Jalisco, formado ahora por una mayor�a de diputados afines al gobernador. A principios de ese a�o, las finanzas p�blicas hab�an empezado a verse mucho m�s sanas, de modo que pudieron incrementarse las obras p�blicas y empez� a pagarse oportunamente a los empleados estatales. Pero la tr�gica muerte de Corona, ocurrida el 11 de noviembre de 1889, como consecuencia de un atentado ocurrido el d�a anterior, interrumpi� la din�mica alcanzada y dej� libre el camino para que D�az impusiera sin dificultades a sus hombres en Jalisco, a la vez que se facilitaron sus reelecciones posteriores.


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