Muchos jaliscienses dedicados a las letras y las artes han acabado por salir del estado en busca de mayores horizontes; pero cabe se�alar que la emigraci�n se hizo mucho m�s marcada despu�s de la Revoluci�n, con el consecuente enriquecimiento de la ciudad de M�xico, adonde deb�an acudir quienes quer�an aprovechar sus grandes posibilidades de desarrollo y ver la obra personal difundida con mayor amplitud.
Algunos alcanzaron un �xito extraordinario y se convirtieron en motivo de orgullo de quienes se quedaron en casa. Tales fueron los casos, entre muchos, del excelente muralista Jos� Clemente Orozco, del paisajista Gerardo Murillo mejor conocido como Doctor Atl, as� como del poeta Enrique Gonz�lez Mart�nez, los novelistas Mariano Azuela y Agust�n Y��ez, el ensayista Carlos Gonz�lez Pe�a, y el cuentista Juan Rulfo, autor de El llano en llamas y Pedro P�ramo, que han sido traducidos a muchos idiomas. Vale considerar tambi�n al arquitecto Luis Barrag�n y a los compositores Jos� Pablo Moncayo (1912-1958) y Blas Galindo (1910-1993).
Pero adem�s de tales personajes, cuya fama trascendi� incluso las fronteras nacionales, hubo jaliscienses que se quedaron en el terru�o, desde donde hicieron y vivieron la cultura local. En este ambiente aparecieron algunos peri�dicos diarios, como El Informador, fundado en 1917, y luego sus similares El Occidental (1942) y El Sol de Guadalajara (1948), que gozan de cabal salud. Pero las publicaciones de car�cter cultural, a pesar de que ha habido muchas y de no poca calidad, han resultado ef�meras o de aparici�n sumamente irregular. Tal fue el caso de Bohemia de la que salieron doce n�meros durante los primeros meses de 1918 y cuya muerte dio vida a otras un poco m�s duraderas: La Revista Azul y la Revista de Guadalajara. A partir de 1919 vio la luz la revista m�s longeva de Jalisco, aunque de aparici�n muy ocasional, el Bolet�n de la Junta Auxiliar Jalisciense de la Sociedad Mexicana de Geograf�a y Estad�stica. Este �rgano fue originalmente creado en 1864, empero su afinidad con Maximiliano lo llev� a la tumba, volvi�ndose a fundar en 1916. En 1929, y tambi�n por corto tiempo, circularon Vanguardia y Bandera de Provincias. En esta �ltima, de muy singular val�a, escribieron Alfonso Guti�rrez Hermosillo y Agust�n Y��ez, entre otros.
Algunas publicaciones que aparecieron despu�s de 1935, aunque por un tiempo m�s breve, fueron V�a, dirigida por Arturo Rivas S�inz (1936), "Cuadernos de Cultura" de �ndice, a cargo de Jos� Cornejo Franco (1936-1937), y Estudios Hist�ricos (1943-1945) del jesuita Luis Medina Ascencio. Por cierto que tal revista se edit� nuevamente a partir de 1977 y apareci� de manera regular durante casi once a�os. Et Caetera, fundada en 1950 y dirigida siempre por Adalberto Navarro S�nchez, alcanz� gran longevidad, aunque con algunas interrupciones; sin embargo, mantuvo siempre una gran calidad. Navarro S�nchez (1918-1987), quien fue maestro y promotor de pr�cticamente todos los escritores que se formaron en Jalisco durante su tiempo, destac� como uno de los intelectuales m�s brillantes y activos. Ning�n conocedor como �l de las letras de Jalisco, adem�s de ser un poeta muy fino.
A pesar del declive del modernismo, vale mencionar de esta corriente los poemas de Alfredo R. Plascencia (1875-1930), autor de El libro de Dios; y de Manuel Mart�nez Valadez (1893-1935), a cuya pluma se deben Visiones de provincia y Alma solariega, entre otros textos.
Destacaron por su producci�n en prosa Francisco Rojas Gonz�lez (1904-1951), autor de varios cuentos compilados en El diosero y de la novela La negra Angustias. Escribi� tambi�n Historia de un frac, llevada al cine norteamericano. Asimismo, Jos� Guadalupe de Anda (1880-1950) tiene dos novelas muy importantes: Los cristeros y Los bragados.
Trabajos renombrados de historiadores que, aun radicando fuera de la entidad, no abandonaron la tem�tica jalisciense son los de Jos� L�pez Portillo y Weber (1889-1974) sobre la conquista y colonizaci�n de la Nueva Galicia, y de Jes�s Amaya Topete (1899-1976) acerca de los primeros a�os de la Colonia y la insurgencia, as� como los estudios bibliogr�ficos de Juan B. Igu�niz (1881-1972). Por su parte, las publicaciones hist�ricas de tema eclesi�stico tuvieron un prol�fico exponente en Jos� Ignacio D�vila Garibi (1881-1981).
Entre los historiadores que permanecieron en Guadalajara destaca Jos� Cornejo Franco (1900-1977), cuya producci�n gir� mayormente en torno a la vida colonial de Guadalajara; mientras que Luis P�ez Brotchie, tapatio nacido en 1893, escribi� casi siempre sobre la historia de la capital neogallega y exhum� no pocos documentos sobre ella. En 1942, fue nombrado cronista de la ciudad y lo fue hasta su muerte en 1968. Lo sucedi� Jos� Luis Razo Zaragoza y Cort�s, a quien sustituy� Juan L�pez en 1974. Jos� G. Zuno (1891-1980) dedic� su vasta producci�n historiogr�fica m�s a divulgar conocimientos que a la indagaci�n propiamente dicha. De �l puede decirse tambi�n que gui� los primeros pasos de varios literatos e historiadores que habr�an de producir buenas obras despu�s.
El m�s importante forjador de historiadores fue sin duda Alberto Ladr�n de
Guevara, aun sin escribir propiamente nada. Desde su c�tedra de la Facultad
de Filosof�a y Letras de la Universidad de Guadalajara contribuy� de manera
decisiva a cambiar la manera rom�ntica o positivista de entender la historia
por una concepci�n moderna, m�s explicativa que calificativa o simplemente descriptiva.
Gracias a Ladr�n de Guevara el an�lisis empez� a sustituir al paneg�rico o a
la simple repetici�n.