Reyes, gobernador provisional


El general Reyes supo ganarse muy pronto la simpat�a aun de aquellos que se hab�an opuesto a la intervenci�n del centro. No obstante su juventud (ten�a entonces 35 a�os), administr� con inteligencia, asesorado inicialmente por L�zaro Garza Ayala y por Pedro J. Morales. En ese tiempo, nivel� la exigua econom�a aplicando un prudente m�todo de cobro de impuestos. El resultado fue un halagador super�vit. Din�mico y organizador, estableci� una Junta de Mejoras Materiales que presidi� el sabio doctor Jos� Eleuterio Gonz�lez.

Una de las obras m�s ambiciosas que emprendi� fue la de la Penitenciar�a del Estado, indudablemente la instituci�n m�s indispensable para los prop�sitos pacifistas del general D�az. El soberbio edificio, con proporciones de fortaleza, fue empezado en 1887 y concluido en 1895, aunque mutilando lamentablemente la espaciosa alameda trazada durante el gobierno de Vidaurri.

La ciudad empez� a ser embellecida. La plaza de Zaragoza fue dotada de bellos y espl�ndidos faroles mandados a fundir a Nueva York y de c�modas bancas. Estas mejoras hicieron m�s lucidas las ya tradicionales serenatas.

El palacio municipal, que desde 1853 ostentaba la parte alta s�lo en su fachada principal, fue concluido en sus tres lados. En su frontispicio poniente fueron inscritos en un �valo en relieve los a�os 1886-1887. El mercado Col�n construido en la d�cada anterior fue objeto de importantes arreglos. El paso sobre el r�o de Santa Luc�a, por la calle de Zaragoza hacia el norte, ten�a entonces aspecto de aldea. El transe�nte cruzaba sobre un enorme tronco de sabino alisado en la parte superior, a fin de que sirviera de puente. La metamorfosis fue notable. El gobierno de Reyes construy� en 1886 un hermoso puente, encomendando la obra al ingeniero militar Miguel Mayora, graduado en Par�s. Como el pueblo dudaba de su resistencia, el constructor se acost� bajo de uno de los arcos e hizo que pasaran sobre el puente numerosas carretas cargadas de piedra, le�a, sillares, ca�a, arena u otros materiales pesados.

El impulso a la instrucci�n p�blica fue notorio. Ante la carencia de maestros se hizo necesaria la reorganizaci�n, en 1886, de la Escuela Normal para Profesores, frustrada instituci�n abierta en 1870 por el gobernador Jos� Eleuterio Gonz�lez. Su inter�s se enfoc� al mejoramiento de los planes de estudios del Colegio Civil del Estado, con la introducci�n de la escuela positivista implantada en el pa�s por Gabino Barreda.

La penitenciaria pronto cumpli� sus funciones. Dispuesto a pacificar la regi�n asolada por salteadores y contrabandistas, emprendi� el general Reyes una en�rgica cruzada contra estos. Se vali� para ello, entre otros recursos, de la identificaci�n de aqu�llos por medio de uno de sus m�s temibles jefes.


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