El conflicto religioso conocido como la revoluci�n cristera, que estall� en ese tiempo, no tuvo relevancia en Nuevo Le�n. Si bien algunos nuevoleoneses importantes, como el general Enrique Gorostieta, figuraron en el movimiento en el occidente del pa�s. En Monterrey y en los dem�s municipios nuevoleoneses s�lo hubo la restricci�n en el culto, la clausura de los templos. Alg�n sacerdote hubo de disfrazarse para transitar en determinados lugares, pero en general el culto y los sacramentos fueron celebrados en casas particulares. El colegio Seminario sigui� funcionando tambi�n en esta forma y sacerdotes sumamente apreciados por la sociedad local como Raimundo Jard�n, Pablo Cervantes y otros no tuvieron problema alguno.