La enorme distancia a Guadalajara hac�a necesaria la creaci�n de un obispado en Nuevo Le�n. Los mismos obispos de aquella di�cesis llegaron a plantear esta urgencia. El m�s remoto antecedente para la erecci�n de una di�cesis en el Nuevo Reino de Le�n se lee en las Capitulaciones firmadas por Luis de Carvajal en Toledo, en 1579. En una de las reales c�dulas adicionales dada en San Lorenzo del Escorial el 6 de julio de ese a�o, se expresa que Carvajal hizo relaci�n sobre que
ser�a muy conveniente y necesario al servicio de Dios Nuestro Se�or y m�o hubiese un prelado que rigiese y gobernase en lo espiritual el dicho Nuevo Reyno de Le�n a la dicha provincia de P�nuco y serran�a de Meztitl�n desde Tamiagua a Jilotepeque.
Muchos a�os m�s tarde, en 1717, el oidor Juan Picado Pacheco propuso a la Real Audiencia la creaci�n de dos obispados, uno en Sonora y otro en el Nuevo Reino de Le�n. En este �ltimo reconoci� la falta de fondos reales para el sostenimiento del obispo, can�nigos y dem�s, pero �l mismo sugiri� la soluci�n. Calculaba que se requerir�a de un gasto de 30 000 pesos anuales que podr�an ser obtenidos del producto de los diezmos del ganado.
A Nuevo Le�n entraban a pastar m�s de un mill�n de ovejas, que procreaban al a�o 300 000 cr�as, de las cuales correspond�an 30 000 al diezmo, cuyo monto era de 15 000 pesos. Los otros 15 000 podr�an ser obtenidos del diezmo que se pagaba por la lana y por otros productos de la regi�n. Ello garantizaba que la real hacienda no tendr�a que cubrir gasto alguno.