Las rutas del comercio


La relativa pacificaci�n de la Chichimeca as� como los nuevos asentamientos permitieron el trazo de v�as de comunicaci�n m�s definidas. Los abastos prometidos por la Corona, tanto a los inmigrantes ind�genas como a los chichimecas pacificados, requer�an de redes de suministro y centros de distribuci�n debidamente controlados. La organizaci�n pol�tica y eclesi�stica del virreinato requer�a tambi�n de dispositivos de comunicaci�n eficientes y seguros. Pero el transporte de los minerales beneficiados hacia la capital era la necesidad m�s imperante y la que marc� el trazo y el rumbo de los caminos: desde San Luis hasta Quer�taro, San Juan del R�o y M�xico, pasando por San Luis de la Paz y San Miguel; desde San Luis hacia el norte, por Venados, Charcas y Matehuala; hacia Zacatecas, pasando por San Miguel Mexquitic y las salinas del Pe�ol Blanco. Hubo tambi�n rutas de abastecimiento, en direcci�n este-oeste, hacia la regi�n del R�o Verde y de ah�, pasando por Valle del Ma�z y Santiago de los Valles, hasta P�nuco, que serv�a como puerto de enlace con Veracruz.

Como los principales centros de consumo comercial eran los reales de minas, muchos de los propietarios costearon caminos hacia esos centros para facilitar el abastecimiento de las mercanc�as y la salida de los minerales. En este contexto aparece con perfiles propios la figura del arriero como personaje que no s�lo conduc�a las recuas de un sitio a otro, sino que, adem�s, tra�a y llevaba noticias frescas rodeadas de un aura de misterio, aventura y peligro; un personaje que habr�a de agregarse a las figuras tambi�n llamativas del soldado de la frontera, el buscador de minerales preciosos y el misionero. En ese tiempo hab�a recuas que parec�an un pueblo entero en movimiento, recuas que llevaban 200 animales cargados, animales para el sustento de los arrieros, mulas y caballos de refresco y armamento. En su camino hac�an paradas en postas que contaban con corrales y dep�sito de forrajes; pero la mayor�a de las veces, sobre todo en los caminos m�s aislados, acampaban a cielo abierto, al acecho constante de alg�n ataque.


índice generalAnterioríndice de capítuloSiguiente