Un horizonte dilatado


A lo largo del siglo XVIII se fortaleci� la b�squeda de fuentes de riqueza as� como la fundaci�n y el establecimiento de nuevas poblaciones. Por primera vez se ten�a una idea bastante aproximada de la verdadera extensi�n del territorio y una imagen de su vastedad; esto no quiere decir que las �reas de poder e influencia se encontraran definidas, sino que, por el contrario, el mayor conocimiento de sus posibilidades generaba ya una intensa lucha por los espacios. La empresa de integrar o unificar los diversos prop�sitos del virreinato se enfrentaba no s�lo a los intereses pol�ticos y econ�micos, sino a la propia realidad geogr�fica, demogr�fica y social de la regi�n y, muchas veces, al desconocimiento exacto de �sta: inmensas zonas despobladas, dificultades de acceso, las condiciones de vida de los pueblos ind�genas sometidos o rebeldes, la existencia de n�cleos de poder regionales que actuaban con la Corona o al margen de ella, el creciente mestizaje y la subsecuente implantaci�n de nuevas mentalidades y costumbres sociales.

En el Nuevo Reino de Le�n la reducci�n de grupos ind�genas hab�a sido infructuosa. Para solucionar este problema, las autoridades virreinales decidieron aplicar una medida que en el pasado hab�a rendido buenos frutos: llevar indios educados en la vida social, econ�mica y pol�tica de la Colonia. En diciembre de 1714, se pidi� a los franciscanos, encargados de la administraci�n de los principales pueblos de la jurisdicci�n de San Luis, que preguntaran a los indios si deseaban pasar al Nuevo Reino de Le�n. A cambio, les ofrec�an la exenci�n del tributo que pagaban, el privilegio de nobles y el otorgamiento de tierras con mayor extensi�n. Pretend�an que fueran familias de Santa Mar�a del R�o, Tlaxcalilla, San Miguel Mexquitic y de los dem�s pueblos de la jurisdicci�n y barrios de la ciudad; sin embargo, s�lo se ofrecieron 12 familias de San Miguel Mexquitic y cuatro personas de Tlaxcalilla. Los dem�s indios de la jurisdicci�n se negaron a moverse, a pesar de las ofertas. Las autoridades virreinales no pod�an entender esta negativa sobre todo cuando consideraban que

Pretend�an adem�s que los mismos habitantes de los pueblos cubrieran los vi�ticos de las familias que se trasladaran a su nuevo destino. De Venado salieron para San Antonio de los Llanos 16 familias. De Tlaxcalilla se comprometieron 10 familias con el mismo destino. Los tlaxcaltecas de Mexquitic accedieron a enviar 20 familias para San Crist�bal de los Hualahuises, siempre y cuando se les dieran los av�os suficientes para el viaje y se les respetaran sus privilegios. Sin embargo, no se les otorgaron los vi�ticos que ped�an ni los caballos para el viaje, de manera que se negaron a abandonar sus tierras, a pesar de las amenazas que les hicieron. Los de Venado que accedieron a irse a San Antonio de los Llanos sufrieron muchas penalidades y escasez de alimentos en el camino.

En 1743, Jos� de Escand�n, teniente de la Capitan�a General de la Sierra Gorda, visit� la regi�n de su jurisdicci�n habitada por indios pames. Para su conversi�n, se hab�a fundado el colegio de la Santa Cruz de Quer�taro y las misiones de dominicos y agustinos; sin embargo, quedaba en el centro una zona muy extensa habitada por pames que, aunque hab�an sido bautizados de peque�os, no viv�an como cristianos. Escand�n les propuso enviarles misioneros para su doctrina; obtuvo entonces licencia real para fundar ocho misiones m�s. La reducci�n comenz� en 1744 y la llevaron a cabo los misioneros del colegio de San Fernando. La principal fue la de Santiago de Xalpan.

Para la pacificaci�n de la costa del seno mexicano, el capit�n Jos� de Escand�n deb�a establecer 14 poblaciones con 400 familias. Para ello sigui� la siguiente ruta: Quer�taro, Los Pozos, San Luis de la Paz, Santa Mar�a del R�o, San Luis Potos�, Tula, Jaumave, Adjuntas, hasta el real del R�o del Norte. Fund� en total 24 poblaciones.

En general, las misiones ya establecidas, tanto bajo la Custodia del Salvador de Tampico como bajo la de Santa Catarina del R�o Verde ten�an muy poca tierra; por ejemplo, en Pinihu�n y Lagunillas los indios sembraban ma�z para ellos y el misionero. Los indios de Gamotes y el misionero arrendaban tierras fuera de la misi�n. En Alaquines sembraban de manera irregular, s�lo algunos a�os. La precarias condiciones de vida en las misiones provocaban el abandono de sus ind�genas y, por lo tanto, dejaron de constituir un factor determinante en la pacificaci�n. Los franciscanos comenzaron a entregar las misiones hacia 1751 y continuaron en la entrega de otras, por falta de recursos para sostenerlas. La tierra, elemento esencial en las negociaciones con los pueblos ind�genas, ya no estaba disponible dada la expansi�n de las propiedades particulares. Por otro lado, el beneficio que podr�a significar el tributo o la mano de obra ind�gena hab�a perdido su importancia y representaba m�s un problema que una soluci�n ante el advenimiento de nuevos pobladores pertenecientes a las castas, aculturados y hechos a la vida de los espa�oles. Podemos pensar que, a partir de este hecho, la pol�tica virreinal favoreci� de manera m�s evidente los procesos de mestizaje y asimilaci�n de la cultura europea entre los ind�genas, as� como una intensificaci�n en sus estrategias de poblamiento no ind�gena.

La vida de las poblaciones y su crecimiento en este periodo muestran algunas de las tendencias anteriormente expuestas. En las p�ginas que siguen intentaremos hacer un recuento de las actividades y de la distribuci�n demogr�fica de las comunidades m�s importantes.

En 1743, la ciudad de San Luis Potos� contaba —de acuerdo con la documentaci�n citada por Primo Feliciano Vel�zquez— con

La ciudad se ampli� hacia el oriente con el barrio de San Crist�bal del Montecillo, fundado por Marcelo Eusebio de Reina, indio principal.

La iglesia del pueblo se comenz� a levantar en 1730 y se termin� en 1747. En Tlaxcalilla, a principios de 1727 los indios ejerc�an diferentes oficios, criaban sus gallinas, hac�an sementeras, ten�an sus huertos y cuidaban la acequia por donde iba el agua; las calles del pueblo estaban limpias. Los indios dorm�an en tapextles y usaban armas de arco y flechas. Ten�a 154 familias que se manten�an con el trabajo personal y con los frutos de la tierra, ma�z de temporal, calabazas, chile, le�a y carb�n que vend�an. Ten�an tambi�n escuelas donde los ni�os aprend�an a leer en castellano. De los pueblos y barrios que circundaban la ciudad, hacia 1746 los mayores eran los de San Sebasti�n y Tlaxcalilla. Los habitantes se dedicaban al cultivo de sus huertas, corte de le�a, hacer carb�n, proveer de v�veres a la ciudad de San Luis Potos� y los del Montecillo; adem�s, eran tejedores, fabricaban zapatos y sombreros.

Por un bando expedido por el alcalde mayor en mayo de 1721 nos damos una idea de otros aspectos de la vida cotidiana en la ciudad de San Luis Potos�. Seg�n se�ala, hab�a quienes portaban armas vedadas, grupos de personas sospechosas que se reun�an en cuadrillas, en corrillos, cementerios de las iglesias y esquinas de las calles. Tambi�n hab�a otras que se disfrazaban con h�bito de religiosos o religiosos con distinto h�bito. Los mercaderes y tenderos faltaban a la ley, pues sus pesos y medidas no estaban de acuerdo con lo se�alado por la fiel ejecutor�a del ayuntamiento. Las personas acostumbraban echar la basura en las plazas y calles, y el agua de servicio y de lavadero de las casas se desaguaba por los ca�os y corrientes del agua llovediza. Hab�a tambi�n muchos vagos y desocupados que no pod�an cubrir sus necesidades de sustento y vestido. Entraban de noche a la ciudad muchos fuere�os, armados y a caballo. Se vend�an clandestinamente vinos de mezcal y otros brebajes. Se practicaban muchos juegos prohibidos como los de dados y el de barras. No se pagaba el real vasallaje y tampoco la gente se preocupaba por ayudar a la justicia.

Hacia la mitad del siglo, la poblaci�n fija de San Luis y de sus barrios era de 2 147 familias, de las cuales 519 eran de indios.

Los rancheros de la Soledad y Concepci�n se hab�an establecido en un lugar de tr�nsito a las minas del Cerro de San Pedro, y en �l hab�a gente de diversa procedencia que se ocupaba en el transporte de los metales y en proveer de le�a y agua a los mineros. Edificaron una ermita a Nuestra Se�ora de la Soledad, alrededor de la cual en 1767 el visitador Jos� de G�lvez orden� que se congregaran las 350 familias que hab�a y se diera solar a cada vecino y una legua de tierra dividida entre ellos en porciones iguales. Las tierras en las que se asent� la nueva Congregaci�n eran propiedad de los carmelitas y de Mar�a Teresa Santaella, sobre las que se otorg� escritura de reconocimiento y censo anual que pagar�an los vecinos de la Soledad. Se dispuso que las calles se tiraran a cordel y se edificaran casas para curato y para el teniente comisario de la justicia mayor.

San Francisco de los Pozos estaba habitado por 320 familias de espa�oles, mestizos y mulatos, tratantes en la compra o rescate de metales de las minas del Cerro de San Pedro, que fund�an en las haciendas de beneficio. Ten�an cr�as de ganado mayor y menor y labores de ma�z.

El Valle de San Francisco ten�a 304 familias de espa�oles y algunas, las menos, de ind�genas y castas. Comerciaban con la cr�a de ganado mayor y menor y con las semillas de las haciendas de labor que poblaban el valle, en el que hab�a algunas vi�as, por lo que se pod�an fabricar buenos vinos y aguardiente.

En 1727, en Santa Mar�a del R�o hab�a 300 familias de naci�n otom� y 72 de naci�n guachichil. Se manten�an con el cultivo de sus huertas y siembra de semillas. En 1735 se registraron 500 familias repartidas en dos barrios, uno de guachichiles y otro de otom�es.

El pueblo de San Nicol�s de Tierranueva R�o de Jofre se fund� en abril de 1712, ya que en el puesto de San Nicol�s se hab�an establecido unos indios otom�es, en tierras del capit�n Pedro S�nchez Jord�n, vecino de Quer�taro y propietario de las haciendas del Fuerte y de Atotonilco. Se les otorgaron tierras para sus viviendas y sementeras, as� como el agua necesaria.

A mediados del siglo XVIII, la poblaci�n de San Francisco de los Pozos, el Valle de San Francisco, Santa Mar�a del R�o y San Nicol�s de Tierranueva era de 1 252 familias, de las cuales 471 eran de indios.

En el Cerro de San Pedro hab�a 110 familias de espa�oles, mestizos y mulatos dedicados a la miner�a; sin embargo, no hab�a poblaci�n ind�gena.

Santa Isabel del Armadillo ten�a 675 familias de espa�oles, mestizos y mulatos, incluyendo las de las haciendas y estancias de su pertenencia. Los habitantes viv�an dedicados a la labranza y al tr�fico con sus recuas, pero no ten�an tierras y las arrendaban a las haciendas de los carmelitas con graves problemas, pues no les dejaban recoger el rastrojo de sus cosechas para su ganado. Cuando quer�an arrendar de nuevo la tierra, les daban una inculta y les regulaban los pastos a dos reales de plata por cabeza y la le�a por un peso fuerte cada arbolito. Los que no pod�an arrendar tierras, se sosten�an con su trabajo personal en las haciendas de los carmelitas. No hab�a poblaci�n ind�gena.

San Nicol�s era rep�blica de indios con gobernador. Hacia 1727 hab�a en el pueblo 114 familias. A mediados del siglo, la poblaci�n hab�a disminuido, pues se contaban 32 familias ocupadas en curtir pieles y hacer aderezos para sillas de montar. En 1768 el virrey orden� a los carmelitas entregar a los vecinos de este pueblo las tierras que les hab�a donado Nicol�s Fernando de Torres.

En San Miguel Mexquitic la poblaci�n hablaba bien el castellano. Trabajaba en los montes, en el corte de le�a, y haciendo carb�n que bajaban a vender a San Luis, adem�s de zacate, tuna, lechuguilla, amole, miel y quite, con lo que se sustentaban; adem�s, hab�a todos los oficios. Eran puntuales en la organizaci�n de sus fiestas y en el pago anual del real vasallaje. En 1735 hab�a 266 familias de indios, administradas por tres franciscanos.

San Pedro Guadalc�zar ten�a m�s de 100 familias de espa�oles, mestizos y mulatos que cultivaban ma�z y criaban ganado mayor, menor y caballar. Hab�an abandonado sus minas de oro y plata, debido a la falta de av�os necesarios para su explotaci�n. No volvieron a trabajarlas sino hasta 1756, cuando el virrey marqu�s de las Amarillas estableci� all� una Real Caja mandando que personalmente y por turno la tuvieran a su cargo los oficiales reales de la de San Luis. Se consideraba que las familias pobladoras de los contornos de Guadalc�zar, todas de chichimecas, pasaban de 2 000.

Venado ten�a convento de franciscanos y en �l moraban cinco religiosos ocupados en la administraci�n de los sacramentos y en la ense�anza de la doctrina a los indios. Los indios del Venado se quejaban del abuso de los estancieros vecinos que les invad�an sus tierras; sin embargo, y a pesar de la representaci�n que los naturales hicieron ante el virrey marqu�s de Valero en 1719 y la orden que dio para que el asentista de las Reales Salinas los amparase, la medida y retribuci�n de las tierras la hizo el alcalde mayor del real y minas de las Charcas hasta octubre de 1736. El pueblo se compon�a de cuatro barrios: Tlaxcala, San Juan, San Cayetano y San Miguel, este �ltimo de ind�genas llamados negritos.

San Jer�nimo de la Hedionda era pueblo de indios guachichiles, perteneciente a la jurisdicci�n del Venado. Los ind�genas no permitieron que se tocaran sus tierras, bajo la amenaza de rebelarse en octubre de 1736. Sin embargo, se hizo reconocimiento de los linderos de las tierras realengas que ah� hab�a y se encontraron "eriazas y montuosas de nopales, palmas, mezquites, lechuguillas, biznagas, tasajos y xoconochtli, sin agua ninguna y que s�lo pueden ser buenas para ganados cabr�os".

La poblaci�n de indios del Venado y la Hedionda creci� con el paso del tiempo. A finales del siglo las tierras que ten�an eran insuficientes, y hacia 1791 comenzaron a gestionar la restituci�n de las que ten�an antes de la sentencia del visitador G�lvez. Lograron que por real c�dula de 18 de diciembre de 1796 se les concediera nuevamente el privilegio de ser pueblos y elegir gobernadores y oficios concejiles. Respecto a las tierras, no lograron su restituci�n, pues los arrendamientos a perpetuidad de las tierras fueron adjudicados en 1807 a los arrendatarios.

En el real y minas de Charcas los franciscanos del convento de Charcas lograron mantener a tres vecinos que al cabo de un tiempo encontraron un nuevo mineral, en 1722. A partir de este a�o aumentaron los ingresos de los religiosos, a tal grado que en 1739 se hicieron una gran cantidad de piezas y acabados de plata para la iglesia. Hab�a 50 familias de espa�oles, mestizos y mulatos; hab�a muchos indios diseminados en las rancher�as y haciendas de la comarca. Los vecinos se ocupaban en las labores de cr�a de ganado y engorda del cabr�o para matanza, al igual que los del Venado.

En el real de Matehuala hab�a familias de espa�oles, mestizos, indios y algunos mulatos dedicados al pastoreo, aunque ocasionalmente trabajaban en los escarbaderos de las minas.

Los habitantes de estos pueblos del norte de San Luis ten�an 2 230 familias, de ellas 2 080 de indios. La poblaci�n creci� de manera importante con la explotaci�n del mineral de Catorce en la �ltima d�cada del siglo.

Hacia 1772, Santa Mar�a Asunci�n del Cedral ten�a alrededor de 300 habitantes, y a fines de siglo sumaba m�s de 2 000 gracias a las minas de Catorce. Los principales edificios y negocios pertenec�an a vecinos de Catorce, Matehuala y Valle del Pil�n (hoy Montemorelos). Hab�a alba�iles, carpinteros, herreros, sastres, panaderos, zapateros y barberos.

Santiago de los Valles, frontera de indios no reducidos, ten�a un fundo legal de 600 varas, una legua de ejidos y 1 250 varas m�s. Ten�a pocas siembras de ma�z y frijol y algunos ranchos de ganado mayor. En 1748 ten�a 257 familias de mulatos, tres o cuatro de espa�oles y 106 de indios huastecos, todos administrados por franciscanos, que tambi�n administraban la hacienda de ca�a de San Ignacio del Buey, propiedad de los jesuitas.

Nuestra Se�ora de la Soledad de Canoa o Tambuanch�n, a 22 leguas al norte de la Villa de los Valles, estaba habitada por chichimecas; en 1702 se les envi� misionero, al que mataron en cuanto lleg�. Despu�s, cada a�o iban los religiosos, acompa�ados de 30 o 40 soldados, a administrar los sacramentos a cinco o seis familias "de raz�n" que se avecindaron antes de 1748. Los chichimecas quemaron la iglesia.

Tamu�n se consideraba frontera "por ser de tr�nsito frecuente y a�n habitaci�n de b�rbaros las dos sierras entre las cuales se hallaba este pueblo, a las orillas del r�o de su nombre [...] Todo el camino que a �l conduce era de riesgo, puesto que es fragoso y hay que pasar el abra o puerto de una de las sierras". El vecindario se compon�a de 124 familias huastecas y 10 de negros y mulatos que serv�an en la hacienda de Tamaba, de ganado mayor, dos leguas al sur. Cultivaban ma�z y frijol. Comerciaban con sudaderos, esteras o pocoques de tules de unas lagunas inmediatas y con pescado que vend�an asado. A cuatro leguas del pueblo se encuentran dos ojos de agua, uno de agua fr�a y el otro de caliente y azufrada, que se utilizaban para ba�os medicinales.

En San Francisco Tanquayalab, seco y escaso de agua, sembraban ma�z, frijol, calabaza y ca�a. Comerciaban con piloncillo y costaler�a de pita y de palma. Ten�a 62 familias de negros y mulatos y 187 de indios huastecos.

En Tanqui�n, recientemente fundado en tierras que compraron los vecinos, viv�an 17 familias de indios sujetos al curato de Tampamol�n. No se permit�a el establecimiento de espa�oles ni de otra gente que no fuera ind�gena.

Tampac�n se compon�a de 55 familias de indios de lengua mexicana, sujetos a la doctrina de Tampamol�n; se encontraban al pie de una serran�a inaccesible. Sembraban ma�z y ca�a de az�car, de la que fabricaban az�car y piloncillo para comerciar; tambi�n beneficiaban algod�n para su vestido.

En San Mart�n Chalchicuautla, entre dos barrancas pobladas de arboledas y frutas silvestres, viv�an 22 familias de indios administrados en n�huatl por un vicario de Tamazunchale. Produc�an y comerciaban ma�z, algod�n, cera y miel de colmena. Un caso similar era Chapulhuac�n, formado por 59 familias de indios nahuas, administrados tambi�n por la doctrina de Tamazunchale y dedicados a los mismos rubros productivos.

En la misma esfera de influencia de Tamazunchale se encontraban adem�s los poblados ind�genas de Mecatl�n, dedicado a la pesca a la orilla del r�o que llaman del desag�e de la laguna de Metztitl�n, Huesco, dedicado exclusivamente al cultivo del tabaco, y Metlapa.

Tamazunchale era la cabecera de partido, y ten�a iglesia parroquial con cura y vicarios para su administraci�n. Ten�a un vecindario de 36 familias de espa�oles y 358 de indios con su gobernador y alcalde. Sembraban frijol, ma�z y ca�a de az�car; sacaban mucho pescado del r�o.

Xilitla era administrada por los agustinos de la provincia del Dulce Nombre de Jes�s; ten�a sujetos los pueblos de Tilaco y Lobo. En los tres hab�a familias de indios otom�es, mexicanos, pames y mecos, distribuidos de manera irregular en la serran�a.

A mediados del siglo, San Miguel Aquism�n o Tamaquichim�n estaba compuesto de 41 familias de mulatos y 234 de indios huastecos. Ten�a agregado el pueblo de San Francisco Tanchanaco, de 39 familias huastecas, y el de San Miguel Tampemoch, con 88 familias huastecas. Sembraban frijol, ma�z y algod�n; el comercio era de piloncillo y pagaban al corregidor siete arrobas de hilo por concepto de tributo. Era asiento de los corregidores de la jurisdicci�n y, por estar en el centro de ella, era un sitio estrat�gico para desplazar con mayor rapidez los refuerzos milicianos que vigilaban a los indios de la frontera.

Santa Ana Tanlax�s fue fundado en 1724. Ten�a 139 familias de huastecos, cuatro de espa�oles y 27 de negros y mulatos, muchos de ellos sirvientes de la hacienda de Santa Ana Tamecelol, situada al pie de la sierra. Produc�an ma�z, frijol, ca�a y algod�n; comerciaban con piloncillo y pagaban tributo de tres arrobas de hilado cada cuatro meses. Los indios ten�an su rep�blica con gobernador y alcaldes.

San Juan Bautista Coxcatl�n era cabecera de partido y rep�blica de indios con gobernador y alcaldes. Ten�a iglesia parroquial con cura cl�rigo y dos vicarios que administraban a 1 131 familias de mexicanos. Hab�a tambi�n 30 familias de espa�oles y otras de mestizos y mulatos. Produc�an semillas, ca�a dulce y algod�n. Santa Catarina Aztla, que ten�a 300 familias de indios, era administrada en n�huatl por la doctrina de Coxcatl�n, gozaba de abundante pesca en el r�o y su principal comercio era el tabaco.

Tampamol�n ten�a iglesia parroquial con cura y 40 familias de indios mexicanos y huastecos que se alternaban para nombrar gobernador y oficiales de rep�blica. Hab�a tambi�n 60 familias de espa�oles, negros y mulatos, que pasaban la mayor parte del tiempo en las haciendas y ranchos vecinos.

Tancanhuitz se encontraba habitado por 1 700 familias de indios mexicanos y huastecos, divididos en dos parcialidades que se alternaban el gobierno de su rep�blica. All� resid�a el cura de Tampamol�n ya que, poco antes de 1746, se traslad� ah� la iglesia parroquial y el curato.

Sujeto a la doctrina y gobierno de Tampamol�n, San Antonio Tamhanentzen, fundado en 1732, ten�a 282 familias de indios huastecos que cultivaban la ca�a para hacer az�car y piloncillo; ten�an tambi�n los mismos cultivos que los otros pueblos. El pueblo se comenz� a formar desde 1726 y el corregidor de la Villa de los Valles dio posesi�n a los ind�genas del pueblo y sus tierras en enero de 1734.

Santa Catarina del R�o Verde fue cabecera de la custodia de su nombre y ten�a una amplia jurisdicci�n. Lindaba al sur con Xich�, por lo que ten�a injerencia en la administraci�n de las haciendas de La Laguna, San Juan y Santa Teresa, con algunos ranchos y estancias intermedios. En febrero de 1727 hab�a en Santa Catarina del R�o Verde 76 familias de indios de varios idiomas como mexicanos, otom�es y mecos que constantemente se quejaban de maltrato por parte de los religiosos. En esta comunidad tambi�n hab�a varias familias de castas (lobos, mulatos y coyotes). A mediados del siglo XVIII, la poblaci�n era de 15 familias de espa�oles, 45 de castas y 142 de indios. Por el oriente confinaba con la misi�n de San Jos� de los Alaquines y administraba la hacienda del Potrero y tres ranchos cortos, cuya poblaci�n se compon�a de una familia de espa�oles, 20 de castas e indios sirvientes. Al norte part�a t�rminos con el curato de San Pedro Guadalc�zar y al noroeste con la misi�n del Valle del Ma�z, por lo que administraba sobre las haciendas de Diego Ruiz y la Angosta y un rancho, poblados por cuatro familias de espa�oles, 94 de castas con arrendatarios e indios sirvientes. Por el poniente lindaba con el curato del Armadillo y administraba las haciendas de San Diego, Ojo de Agua, el Saucillo y el ojo de agua de San Juan, con varias rancher�as en su centro; hab�a siete familias de espa�oles, 70 de castas, arrendatarios o sirvientes. Por el sur lindaba tambi�n con el curato de Santa Mar�a del R�o, administraba las haciendas de la Cieneguilla, San Jos� de las Canoas, los Portezuelos, Ca�ada Grande y Atotonilco, con siete familias de espa�oles, 150 de castas, arrendatarios y sirvientes.

Los vecinos de esta jurisdicci�n se ocupaban de las cr�as de ganado mayor y menor; sembraban ma�z, chile, frijol, algod�n y cultivaban muchas frutas de diferentes especies. Los indios ten�an su gobernador y alcaldes de rep�blica. Los criadores ten�an sus hierros registrados as� como sus ganados. Aunque constantemente asolados por la falta de recursos, y avanzando a veces con suma lentitud, se realizaron algunas obras de equipamiento as� como la construcci�n de una iglesia.

Hacia 1790 el pueblo de Rioverde hab�a mejorado notablemente, los indios y rancheros cultivaban frutas como aguacate, higo, pl�tano, durazno y prisco, naranja, lim�n real y com�n, limas, cidras, toronjas, granadas, ciruela, tuna mansa y otras. Algunos sembraban legumbres, pero casi todos se ocupaban en labores de ma�z, chile, frijol, camote, cacahuate, algod�n, mel�n y sand�a. Ten�an abundante agua para riego y agua potable. El pueblo estaba rodeado de numerosos ranchos y haciendas y contaba con algunas tiendas; era cabecera de gobierno eclesi�stico y civil.

Hacia 1735, en la Villa del Dulce Nombre de Jes�s se levantaba el templo con cuidado de los vecinos y se aumentaba el pueblo que se hab�a iniciado en 1731. Para 1790 ten�a mucho labor�o de temporal y de riego. En sus huertas se cosechaban duraznos, membrillos, higos, aguacates, uvas y otras frutas.

La misi�n de La Divina Pastora fue fundada por Jos� de Escand�n y Francisco de Mora, pues era necesario dar asiento a las familias de indios que se hab�an congregado ya en parte de los terrenos de la hacienda de la Angostura, que Mora adquiri� para evitar conflictos con el due�o. En 1758 la poblaci�n de la misi�n era de 195 familias y en 1764 hab�a 328, a pesar de los estragos que causaron las epidemias de viruela en 1762 y de matlaz�huatl en 1763. La tierra era salitrosa y el agua salobre, pero los ind�genas eran trabajadores y pronto los bienes del pueblo fueron en aumento. La misi�n creci� tanto que para fines del siglo XVIII las tierras eran insuficientes y ten�an que ir por agua potable a la hacienda de Ojo de Agua de Solano, a cinco leguas de distancia.

San Antonio de las Lagunillas colindaba al poniente con Santa Catarina de R�o Verde; al oriente con la misi�n del Sauz, perteneciente a la Custodia de Tampico, provincia del Santo Evangelio; al sur con Santa Mar�a Acapulco y al norte con las misiones de Guayabos y la del Pinihu�n. En 1761, su poblaci�n se compon�a de 116 familias de indios pames. Dentro de su jurisdicci�n ca�an la estancia de Albercas con el rancho de la Barranca y por el norte tres ranchos peque�os cuya poblaci�n era de 24 familias, dos de espa�oles y las dem�s de castas. La mayor�a entend�a y hablaba castellano. Ten�a iglesia de adobe con altar mayor y cuatro colaterales. Ten�a agua en abundancia. A ra�z de la epidemia de viruela de 1762, los que escaparon al contagio huyeron a los montes; sin embargo, para 1790, sus tierras de labor produc�an, entre otras cosas, ma�z, chile, algod�n, c��amo y frijol.

En 1748, Santa Mar�a Acapulco o de la Asunci�n, situado en la frontera chichimeca, ten�a 50 familias de indios pames; no hab�a comercio y s�lo sembraban ma�z y frijol. Estaban sujetos a la misi�n de San Pedro y San Pablo Tanlacum. Esta �ltima ten�a 104 familias de indios pames, tres de espa�oles y 53 de mulatos y negros, algunos de ellos sirvientes de la hacienda de ca�a de Tampot. Cultivaban ma�z y frijol y no ten�an comercio.

En 1748, San Antonio de los Guayabos ten�a cuatro familias de mulatos y 33 de indios pames. Cultivaban ma�z y frijol, pero no ten�an comercio. Ten�a agregado el pueblo de San Francisco del Sauz con 79 familias pames; no hab�a m�s agua que la de lluvia, que juntaban en una laguna.

San Francisco de la Palma ten�a 87 familias de pames y un mulato caudillo. Cultivaban ma�z y frijol a distancia, en el paraje de las Guapas, pues el pueblo estaba ubicado en lomas pedregosas. En 1748 casi se despobl� por la escasez de tierras y de av�os.

Nuestra Se�ora de la Presentaci�n de Pinihu�n lindaba, por el poniente, con Santa Catarina de R�o Verde, cabecera de la Custodia; por el oriente, con la misi�n de la Palma y por el norte, con la de San Felipe de los Gamotes. Hacia 1727 hab�a 50 familias que viv�an en los montes pero, a partir de entonces, se orden� al gobernador que la redujera a pueblo para que asistieran a la doctrina. A mediados del siglo XVIII su poblaci�n se compon�a de 156 familias de indios pames, seis familias "de raz�n" y una de espa�oles. Dentro de su jurisdicci�n ca�a la hacienda de Voladeros con una familia de espa�oles y 14 de castas. Para 1790 los indios cultivaban ma�z, chile, frijol y algod�n, pero sus tierras eran reducidas.

San Felipe de Jes�s de los Gamotes se encontraba en una ca�ada con muy pocos sitios planos, entre las misiones de Santa Catarina, San Jos� de los Montes Alaquines, Pinihu�n y la Palma. Los indios sembraban en los costados de la ca�ada, pero las cosechas eran insuficientes, por lo que muchos abandonaron el lugar o se fueron a trabajar a las haciendas inmediatas de C�rdenas y San Jos� de Amoladeras. Para 1727, parte de los indios hab�a huido al monte para no asistir a la doctrina. Se contaban 135 familias de indios pames. A mediados del siglo XVIII, hab�a 82 familias pames y 100 familias de castas que eran arrendatarios de las haciendas, todos ellos muy pobres. El dif�cil acceso a este lugar lo convirti�, a lo largo del siglo XVIII, en refugio de indios forajidos, por lo que se intent� cambiar la misi�n a un lugar m�s apropiado, pero no fue posible. De cualquier forma, a fines del siglo XVIII, se cultivaban naranjas, limones, aguacates, paguas, ciruelas y pl�tanos; en los cerros hab�a palmito y azafrancillo que usaban para te�ir y a veces para condimento de comida. La poblaci�n empezaba a hacer uso, tambi�n, de los muchos encinos que hab�a en los montes.

La misi�n de San Jos� de los Montes Alaquines limitaba con las misiones de Santa Catarina de R�o Verde, Gamotes y la Pur�sima Concepci�n del Valle del Ma�z. Hacia 1727, los due�os de las haciendas se hab�an llevado muchas familias por el inter�s de su trabajo, pero sin pagarles, y a pesar de la orden del virrey no se hab�a logrado su restituci�n. Los que hab�an quedado en la misi�n viv�an en los montes y s�lo asist�an a la tabla de los domingos; eran d�ciles y se dedicaban al cultivo de magueyes. A mediados del siglo XVIII, la misi�n estaba habitada por 140 familias de indios pames y ocho familias de castas. Al sur se encontraba la hacienda de San Nicol�s de la Ci�nega de C�rdenas con 31 familias de castas. Ten�a su iglesia de cal y canto. No era presidio ni frontera, pero Jos� de Escand�n ten�a all� una guarnici�n militar. Los indios sembraban ma�z, frijol, chile y otras semillas; las frutas eran granadas, higos y duraznos; en los cerros se daban azafr�n y or�gano.

La misi�n de San Nicol�s de los Montes Alaquines fue fundada en 1691, pero estuvo despoblada a causa de las invasiones de indios enemigos. Comenz� a repoblarse en 1746, pero la congregaci�n formal de indios se hizo hasta 1759. Sus l�mites eran, al poniente, San Jos� de Alaquines; al oriente, Villa de los Valles; al norte, Valle del Ma�z, y al sur, San Francisco de la Palma. Se calculaba que hab�a casi mil indios pames y un poco m�s al sur hab�a tres familias de castas. Hacia 1761 se estaba construyendo una iglesia de piedra y lodo. Las siembras eran cortas y aunque hab�a agua en abundancia, no hab�a en qu� aprovecharla, porque casi todo era sierra.

La Pur�sima Concepci�n del Valle del Ma�z ten�a como l�mites la cabecera de la Custodia y Villa de los Valles y las misiones de La Divina Pastora y San Antonio de Tula, cercada de serran�a por todos lados; el pueblo s�lo ten�a una legua de tierra para la siembra de ma�z. Su poblaci�n era de 500 familias de indios pames y 60 familias de indios mascorros. En el pueblo habitaban 15 familias espa�olas y 45 de castas. Dentro de su jurisdicci�n ca�a una estancia del capit�n Francisco de Mora con 10 familias de sirvientes, cinco ranchos con 50 familias de todas castas y la hacienda del doctor Apresa y ranchos anexos con 40 familias.

Este recuento —ciertamente extenso pero ineludible al momento de intentar una visi�n demogr�fica y econ�mica del periodo— nos permite apreciar que la miner�a, principal motivaci�n de la exploraci�n y conquista del territorio que ahora ocupa San Luis Potos�, hab�a deca�do mucho hacia mediados del siglo XVIII. Los metales del Cerro de San Pedro pagaban anualmente a lo sumo 60 000 pesos de reales quintos y su denominaci�n era baja. Sin embargo, no cabe la menor duda de que los otros sectores productivos, a pesar de su aparente rusticidad, tambi�n eran rentables. Para comprender mejor su crecimiento y lo que hemos ya descrito como riqueza, debemos tomar en cuenta los cambios de actitud de los habitantes pudientes que a su vez se hab�an hecho lugare�os. Primo Feliciano Vel�zquez aporta la siguiente reflexi�n:




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