Los caminos y rutas principales hacia los distintos rumbos M�xico, Guadalajara,
La Huasteca, Saltillo y Zacatecas se consolidaban con el crecimiento demogr�fico,
la reducci�n de los ind�genas y el establecimiento de los nuevos centros productivos
de la regi�n. No obstante, la regularidad de las comunicaciones a�n era inestable
dada la falta de medidas suficientes de protecci�n, abasto y mantenimiento.
Consideradas desde el punto de vista de la autoridad virreinal, la v�a que comunicaba
con M�xico as� como aquellas que corr�an de norte a sur, eran prioritarias;
sin embargo, los intereses de la poblaci�n se inclinaron por otras, por motivaciones
muy variadas. La dificultad de la comunicaci�n y abasto de las principales poblaciones
de la provincia de San Luis, en relaci�n con otros centros del virreinato, as�
como la proximidad de los puertos de P�nuco y Tampico, abrieron la posibilidad
de un intenso intercambio entre el oeste y el este. La falta de control por
parte de la Corona en estos puertos hac�a posible un comercio ilegal muy lucrativo.
Los ganaderos huastecos utilizaban desde el siglo XVI
estos puertos
para sacar sus productos hacia las islas del Caribe.
Nav�os espa�oles, ingleses y estadounidenses desembarcaban, con prudente frecuencia, mercanc�as que eran introducidas a la provincia v�a Ciudad del Ma�z. Con las mercanc�as ven�an tambi�n las ideas que, precisamente en ese tiempo, promov�an profundos cambios en el mundo exterior al imperio espa�ol y que, como es de suponerse, viajaban m�s r�pido que cualquier volanta de soldados.
Esta pr�ctica ilegal era un secreto a voces, y cuando las autoridades se daban por aludidas, tardaban mucho tiempo en llegar al puerto de Tampico. En el caso de P�nuco la complicidad con las autoridades era evidente, dado que exist�an en toda la zona centros con facultades legales para regular o impedir el tr�fico.
El contrabando se convirti� en un elemento com�n en el desarrollo de la vida
cotidiana de las poblaciones de la regi�n Huasteca y aun de la provincia de
San Luis. Para principios del siglo XIX
la situaci�n era tan notoria
que el estadounidense Felipe Nolland entr� al Nuevo Santander con objeto de
establecerse mediante la introducci�n de un crecido contrabando. Comenz� por
comprar m�s de mil caballos a bajo precio. El virrey extendi� �rdenes muy precisas
al coronel F�lix Calleja, comandante de la brigada de San Luis Potos�, para
detener a Nolland que, al poco tiempo fue batido y muerto por la partida destacada
en su contra.
Con el objeto de impedir la repetici�n de estas incursiones, se acantonaron de manera regular en San Luis las fuerzas de caballer�a que comandaba Calleja. Sin embargo, como se ver� un poco m�s adelante, estas rutas, lejos de haberse clausurado, han tenido una importancia capital en nuestra historia.