La educación y los ilustrados


Durante el siglo XVIII, las instituciones que impartían educación se consolidaron aunque sus logros se encontraban lejos de satisfacer otras necesidades que las de las élites. Había escuelas de primeras letras en los conventos de San Francisco, San Agustín y la Merced. Como ya se dijo, la única institución que proporcionaba una educación formal era el Colegio de los jesuitas y que, con la expulsión de la orden, en 1767, quedó abandonado. Había algunas escuelas particulares que recibían el nombre de Escuelas Pías; a ellas asistían castas, criollos y mestizos. En distintos sitios de la vasta provincia de San Luis Potosí hubo escuelas, al menos de primeras letras, para la educación de la juventud. Baste para el caso señalar las establecidas en Tancanhuitz, Villa de los Valles, Tamazunchale, Tampamolón, Coxcatlán, Xilitla, Valle del Maíz, Mexquitic, Armadillo, Catorce, Tierranueva y la misión de la Divina Pastora.

Las misiones, particularmente las establecidas en la zona pame, se encargaban no sólo de la evangelización de los indígenas, sino también de instruirlos en las primeras letras, proceso difícil tanto para alumnos como para instructores. En ocasiones les enseñaban la forma de trabajar la tierra.

De las instituciones educativas establecidas en la ciudad de San Luis Potosí, dos merecen especial mención: El Colegio de San Luis Potosí, establecido por los jesuitas, y el Beaterio de Niñas Educandas de San Nicolás Obispo.

En el primer caso, es necesario señalar que la mayor parte de la juventud se educaba en este colegio. La institución se sostenía del producto de su hacienda de San Francisco Javier de la Parada.

Los jesuitas recibieron del marqués de Villa Puente, coronel José de la Puente y Peña, la donación de las haciendas de San Agustín de los Amoles que se extendía desde Guadalcázar hasta el Valle del Maíz, y la de San Ignacio del Buey, que iba desde el Valle del Maíz hasta la Villa de los Valles, para sostener las misiones de las Californias.

A partir de 1763 se establecieron en el colegio academias de matemáticas, historia natural, física, álgebra, geometría, griego, lenguas modernas (especialmente francés e italiano), historia patria y universal. La expulsión de los jesuitas en 1767 dejó un hueco en la educación de la juventud de San Luis Potosí que las autoridades no tuvieron la capacidad de llenar.

El Beaterio o Colegio de Niñas Educandas de San Nicolás Obispo fue de las pocas y quizá la única institución destinada por entero a la educación femenina en la Nueva España. Fue fundado por Nicolás Fernando de Torres, que en su testamento destinó el capital suficiente para su institución, edificación y mantenimiento. El Beaterio se edificó en sus casas de San Luis y en otras de su hermano. Se terminó de construir en 1759 y en diciembre de 1760 se hizo la dedicación. La rectora y principales maestras vinieron de Valladolid, hoy Morelia. Se otorgaron 20 becas para niñas huérfanas y doncellas de escasos recursos. El colegio se encargaba de su educación, instrucción de las primeras letras y costuras; la alimentación, vestido y medicinas debían correr a cuenta de sus padres o tutores.

El coronel Francisco de Mora fundó en la ciudad de San Luis Potosí la Casa de las Recogidas, destinada a mujeres delincuentes. Construyó un edificio capaz para su objeto con una capilla de bóvedas, consagrada a Nuestra Señora de los Dolores, instituyó por su patrono al Ayuntamiento y la dotó con 5 000 pesos.

A finales del siglo XVIII, el Ayuntamiento de San Luis Potosí se quejaba de la falta de instituciones educativas para la juventud, pues sólo existían las escuelas de primeras letras. El Ayuntamiento había fundado en septiembre de 1775 una escuela que por falta de medios sólo estuvo abierta dos meses.

En 1782 se recibió una real orden que indicaba que debía haber una escuela en cada pueblo pagada de la caja de la comunidad, con salario competente para el maestro. Pero en realidad esto sucedía en pocas ocasiones; las más de las veces el maestro estaba mal pagado y los pueblos se quedaban sin escuelas.

Ignacio O. Neale pidió en febrero de 1788 asignación de salario semanal para mantener una escuela en el barrio de San Sebastián.

A principios de enero de 1792 se establecieron tres escuelas en la planta baja del ex Colegio de los jesuitas, dos para niños, cuyos maestros tenían salario de 350 pesos anuales, y una para niñas, dotada de 150 pesos anuales para la maestra. Estas escuelas perduraron hasta principios del siguiente siglo y las regían los estatutos que les dio el Cabildo. Se les conocía con el nombre de Reales Escuelas Pías de Escribir y Contar. Fueron clausuradas de 1801 a 1805 por la llegada de Calleja con las tropas que se instalaron en el antiguo Colegio de los jesuitas donde funcionaban estas escuelas.

La clase de gramática se fundó en 1794. José Francisco Mariano Castañeda, originario de Aguascalientes, vino a San Luis Potosí y consiguió permiso para "abrir clase y enseñar la latinidad a los niños que se le presenten y por el estipendio que acuerde y se convenga con los padres, tíos o parientes de quienes dependan los que acuden a su escuela, con la obligación de enseñar la limosna a los que sean pobres y no puedan satisfacer el estipendio moderado que los pudientes".

A la par de los logros y también los quebrantos de la educación pública, entre el siglo XVII y el XVIII San Luis llegó a convertirse en un centro de cultura, afectado sensiblemente por la expulsión de los jesuitas. Muchos destacados intelectuales y artistas de la época nacieron vivieron, enseñaron o realizaron su trabajo en la región. Enumeremos, siquiera, a algunos: Andrés Fernández de Andrade, Juan Camacho Jayna —primer editor de Sor Juana— Luis de Molina, Mateo Galindo, José Rafael Campoy, Diego José Abad, Joseph de Arlégui, José de Villaseñor y Sánchez y, por supuesto, Manuel Martínez de Navarrete.


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