El gobierno radical de Aurelio Manrique


De hecho, Aurelio Manrique gobern� durante dos a�os —de enero de 1924 a enero de 1926— sus principales asesores fueron un joven obrero, Le�n Garc�a, y el profesor Graciano S�nchez. Manrique continu� en parte algunas de las propuestas de Rafael Nieto; a diferencia de �ste, puso mayor �nfasis en la ejecuci�n que en los �mbitos legislativos. Aprovech� los avances que introdujo el gobierno de Nieto y que lograron alcanzar un plano pr�ctico; uno de ellos, fundamental para la pol�tica que aplic� Manrique, fue el Tribunal Estatal de Conciliaci�n y Arbitraje, cuyo presidente, nombrado por el gobernador, ten�a el voto decisivo ante los representantes del capital y del trabajo. Manrique nombr� en ese puesto a Le�n Garc�a.

Durante 1924 su gobierno llev� a cabo una pol�tica obrera radical que si bien es cierto que, por un lado, respald� e incluso foment� las demandas de dicho sector, por el otro afect� la fr�gil econom�a local al disminuir la recaudaci�n fiscal como resultado de las crisis obrero-patronales. En enero de 1924, el Tribunal presion� a la f�brica de ropa Cruz para que contratara �nicamente a trabajadores afiliados al sindicato. En febrero, el gobierno respald� la huelga de las panader�as de la ciudad que obligaron a los due�os a establecer contratos con los trabajadores sindicalizados. El mismo mes, la Compa��a Mexicana de Luz y Fuerza, que era propiedad estadounidense, acept� tambi�n mejorar los sueldos y contratar personal sindicalizado. En marzo se realiz� un paro en el sistema de tranv�as, con los mismo fines y con los mismo resultados. A su vez, creci� un importante movimiento en el sector de minas y estallaron huelgas en Matehuala, Charcas y Cerro de San Pedro, que afectaron directamente a la empresa American Smelting and Refining Co. (ASARCO), compa��a que acababa de realizar fuertes inversiones en el estado para el desarrollo de una importante industria de beneficio, de ah� que advirtiera al gobierno de Manrique sobre la posibilidad de cerrar sus plantas; esta presi�n, sumada a la del secretario de gobernaci�n Plutarco El�as Calles, quien no compart�a las medidas adoptadas por el gobierno de San Luis, hicieron que Manrique se retractara. Los empresarios locales y extranjeros buscaron el respaldo de otras fuerzas pol�ticas, tanto en el interior del estado como afuera. Este ambiente parece haber afectado los negocios y la recaudaci�n a tal grado que el municipio se ver�a obligado, un a�o despu�s, a disminuir los salarios de sus empleados en 10%, con el consecuente descontento general.

Alberto O. Partida apunta: "Abstemio empedernido [Aurelio Manrique], dict� una fulminante prohibici�n a la fabricaci�n de vinos y mezcales, adem�s de limitar el horario de venta de los mismos [...] empresarios, hacendados, comerciantes y bebedores estaban en su contra".

En diciembre de 1924, el gobierno de Manrique propici� la formaci�n de un sindicato de inquilinos a los que les otorg� una oficina en el Teatro de la Paz, que oblig� a una reducci�n dr�stica de las rentas. Los propietarios, en respuesta, se organizaron para disolver el movimiento y pidieron a Saturnino Cedillo que sirviera como �rbitro en las querellas. Cada vez m�s, la ciudadan�a y los diversos sectores sociales acud�an a Cedillo para que intercediera por sus intereses, y en poco tiempo esta situaci�n era ya el inicio de una serie de rupturas serias entre el gobernador y el caudillo agrarista.

Por otra parte, durante estos dos a�os el gobierno de Manrique profundiz� en los procesos de la reforma agraria, y otorg� 300 000 ha a m�s de 12 000 ejidatarios. Romana Falc�n, en su Revoluci�n y caciquismo, San Luis Potos� 1910-1938; se�ala:

Manrique intent� crear sus propias bases en el campo y organiz� una liga agraria que convoc� en enero de 1925 a una convenci�n en San Luis Potos�. El presidente de la misma fue Graciano S�nchez y asistieron el secretario de Agricultura, los gobernadores de Morelos, Michoac�n y Aguascalientes, as� como 500 delegados de San Luis y el propio Saturnino Cedillo.

Manrique conceb�a su pol�tica agraria en el marco del ejercicio de un gobierno civil de tono ciertamente radical, mientras que Cedillo la ve�a desde una perspectiva tradicional: el dominio de un territorio conocido, cuyas bases eran las razones de lealtad, comunidad y legitimidad revolucionaria. Este distanciamiento cultural no tardar�a en expresarse en los hechos.

La ret�rica tambi�n radical de Graciano S�nchez y Le�n Garc�a as� como las actitudes de Manrique disolvieron la posibilidad de un mejor acuerdo tanto con el general Cedillo en San Luis como con Calles en la ciudad de M�xico. En 1925 se multiplicaron las fricciones entre el gobierno de Manrique y Cedillo, y se manifestaron incluso en peque�os sucesos en apariencia inocuos; por ejemplo, Manrique hab�a prohibido las corridas de toros por considerarlas indignas; Cedillo, por su parte, consciente del arraigo de esta tradici�n en San Luis, orden� que se celebraran por encima de la autoridad de Manrique.

Una de las circunstancias que mayor peso tuvo en el distanciamiento con el ya presidente Calles se suscit� cuando �ste le pidi� que promoviera en San Luis la Iglesia Cat�lica y Apost�lica Mexicana. Manrique, que era protestante, se opuso incluso a su establecimiento en el estado. Cedillo busc� a trav�s del Congreso local el desafuero de Manrique. El gobernador contaba entonces con un solo aliado, el secretario de Gobernaci�n, Adalberto Tejeda, al que en 1920 hab�a apoyado en su campa�a para gobernador de Veracruz. Tejeda, al lado de Elvira Carrillo Puerto, trataron en vano de mediar entre los cedillistas y Manrique.

El 15 de noviembre de 1925, el Congreso local, protegido por tropas federales, destituy� al gobernador Aurelio Manrique y eligi� en su lugar a un diputado que hab�a sido manriquista pero que a estas alturas se encontraba plenamente identificado con Cedillo, el doctor Abel Cano. Manrique viaj� a la ciudad de M�xico e intent� conseguir apoyo de Tejeda y de otros pol�ticos; no obstante, nada pudo hacer por su causa.

Hacia el final de la d�cada de los veinte Manrique retorn� a la pol�tica como diputado federal. Al calor de la indignaci�n general por el asesinato de Obreg�n, interrumpi� al presidente Calles en su �ltimo informe para acusarlo de farsante. Despu�s de vivir en el exilio regres� para ocupar diversos cargos en los gobiernos de L�zaro C�rdenas, Manuel �vila Camacho, Miguel Alem�n y Adolfo Ruiz Cortines.

Las ideas, los hombres y las fuerzas que buscaban dar sentido a los procesos de cambio contemporizaban con quienes encontraban en la violencia, en el uso estrat�gico de ella, el instrumento definitorio de los sucesos. La tensi�n entre estos dos polos era un tejido, ciertamente endurecido y r�gido, sobre el que se constru�a el Estado autoritario. De nueva cuenta, y como nunca antes, habr�a de precipitarse, en el estira y afloja de estas tensiones, el conflicto religioso generalizado, como un nuevo y sangriento cap�tulo que redefinir�a las reglas del juego pol�tico y social.


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