Saturnino Cedillo y la guerra cristera


El gobierno de Abel Cano estuvo delimitado por la fuerza militar y pol�tica de Saturnino Cedillo, por la aplicaci�n en la entidad de la pol�tica anticlerical del presidente Calles y por la reacci�n a la misma de los cat�licos potosinos.

Abel Cano logr� acceder al gobierno gracias al apoyo de Cedillo, quien tendr�a un papel estrat�gico para el presidente Calles en los a�os siguientes. Cano hab�a recorrido gran parte del pa�s vendiendo hierbas medicinales y aplicando recetas naturistas, por eso se le conoc�a como "el doctor". Era originario de Coahuila y tuvo que enfrentar una situaci�n compleja al ejercer su gobierno: aplicar una pol�tica anticlerical dictada por el poder central en una entidad eminentemente cat�lica y ante una Iglesia fortalecida por la direcci�n de un obispo popular, Miguel de la Mora.

Desde 1925, cuando el presidente Calles impuls� la creaci�n de la Iglesia Cat�lica Apost�lica Mexicana, independiente de Roma y apoyada en el l�der obrero Luis N. Morones, se desat� un conflicto que, particularmente en las zonas rurales del pa�s, llevar�a a una guerra civil conocida como la Cristiada. Grupos cat�licos de la ciudad de M�xico formaron la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa (LNDR), y otras ligas fueron organizadas en m�s ciudades del pa�s. El obispo de San Luis alent� la formaci�n de la Liga Cat�lica Popular Potosina. Estas organizaciones cat�licas eran principalmente urbanas, compuestas por sectores medios y con una participaci�n muy activa de las mujeres.

La pol�tica anticlerical se agudiz� a partir de los primeros meses de 1926, cuando el gobierno de Calles orden� reglamentar los art�culos de la Constituci�n que afectaban la posici�n de la Iglesia cat�lica. El gobierno de Abel Cano procedi� en el mes de febrero de 1926 a la clausura del Colegio del Sagrado Coraz�n, por estar dirigido por religiosas y no impartir instrucci�n laica. El Sagrado Coraz�n era una instituci�n para mujeres que ten�a un internado al que asist�an hijas de familias de clase media y alta provenientes de varias ciudades del pa�s. En marzo se defini� el n�mero de sacerdotes que se permit�a por cada municipio del estado. Al municipio de la capital, con 100 000 habitantes y 17 templos, le correspondieron dos, al de Matehuala, Rioverde y Santa Mar�a del R�o, dos a cada uno, a todos los dem�s, uno por cada municipio. Los sacerdotes ten�an que registrarse ante las autoridades. El obispo Miguel de la Mora, en el primer momento, busc� un acercamiento con el gobierno de Abel Cano, a sabiendas de que �ste se ve�a forzado a aplicar medidas dictadas desde el poder central. "Conf�o en que las autoridades evitar�n dificultades", declar� De la Mora al enterarse del ordenamiento jur�dico que restringi� el n�mero de sacerdotes en el estado.

Los grupos cat�licos organizaron una manifestaci�n frente al Palacio de Gobierno que reuni� a unas 5 000 personas. La jerarqu�a eclesi�stica potosina eligi� enfrentar por la v�a legal las disposiciones gubernamentales. Un grupo de cat�licos present� a trav�s de los abogados Ram�n Aranda, Daniel Berrones y Esteban Delgado un escrito al Congreso del estado para que derogara el decreto que afectaba lo que ellos consideraban los derechos de su comunidad. "Los cat�licos potosinos —afirmaba la prensa local—, ocurrieron ante el H. Congreso apeg�ndose al Decreto 186 que expidi� la iniciativa de Nieto." El gobernador Rafael Nieto hab�a promovido una reforma constitucional que hac�a factible el "refer�ndum y la revocaci�n", que buscaban otorgar mayor legitimidad a las decisiones de gobierno permitiendo a la sociedad promover cambios a las leyes cuando afectaban sus intereses. Nieto hab�a sido amigo de Calles, y en ese mes de marzo los cat�licos potosinos recog�an una de las m�ltiples reformas constitucionales que implant� su gobierno. La Ley Nieto daba as� a la sociedad regional un instrumento legal que serv�a para dirimir un conflicto que ten�a su origen en la ejecuci�n de una pol�tica dise�ada por el poder central. Aunque esta instancia jur�dica no tuvo �xito, permiti� durante unas semanas el ejercicio pol�tico jur�dico de buscar salidas pac�ficas y acuerdos civilizados a los grupos que enfrentaban posiciones encontradas, desde los propios recursos de la entidad potosina.

El gobierno de Abel Cano mantuvo el di�logo con los enviados del obispo De la Mora, a la vez que aplic� las medidas dictaminadas por el presidente Calles. El 10 de marzo se hizo p�blica la circular enviada a las presidencias municipales para hacer cumplir las disposiciones que obligaban a restringir el n�mero de sacerdotes y la obligaci�n de �stos de pasar a registrarse ante las autoridades correspondientes. Al ser informado de esa decisi�n, el obispo de San Luis s�lo declar�: "Mi tarea ahora es la de contener al pueblo".

Las dos autoridades locales, la civil y la religiosa, se vieron sometidas a una fuerte presi�n que comenz� a agriar sus relaciones. Los grupos cat�licos presionaron para tomar acciones m�s radicales. El gobernador Abel Cano se�alaba que "han emprendido una labor de zapa contra el gobierno de Calles y el de San Luis Potos�". Con esto, volv�a a hacer un llamado a la concordia advirtiendo que reprimir�a cualquier acto hostil que pretendiera impedir la aplicaci�n de las leyes decretadas.

El obispo de San Luis Potos� y 38 sacerdotes, a trav�s del abogado Melchor Vera, demandaron amparo y protecci�n contra el Congreso del estado, que hab�a desestimado sus protestas. El 15 de marzo, el juez de distrito licenciado Agust�n T�llez concedi� el amparo solicitado. El obispo De la Mora declar� que "el caso de San Luis puede servir de ejemplo para casos an�logos", y dijo que el siguiente domingo habr�a una misa de acci�n de gracias. No obstante, el gobierno de Cano pidi� una revisi�n del amparo concedido a los cat�licos potosinos y el 18 de marzo se orden� cerrar todas las iglesias a la vez que las fuerzas federales comenzaron a patrullar la ciudad. El obispo De la Mora present� una queja ante el Juzgado de Distrito por el hecho de que el Congreso, el gobierno del estado y la Presidencia Municipal no hab�an acatado la suspensi�n otorgada por la justicia federal. El juez pidi� a las autoridades que se justificaran en el t�rmino de 24 horas.

La respuesta fue la aprehensi�n de varias mujeres a las que se acusaba de romper el orden. El abogado de los sacerdotes, Melchor Vera, se ampar�; mientras, se extend�an los rumores de que en cualquier momento ser�a apresado el obispo De la Mora. Cientos de cat�licos se reunieron en torno a la catedral y en las calles cercanas se dieron los primeros enfrentamientos y los primeros heridos.

El obispo De la Mora y el gobernador Abel Cano no dejaron de mantener contacto y, ante la expectativa de estallidos de violencia, llegaron a un acuerdo. El 21 de marzo se inform� que el conflicto religioso hab�a terminado y tambi�n se dec�a que el general Saturnino Cedillo apareci� en el Palacio de Gobierno y declar�: "Me concret� a dar apoyo al gobierno civil". La autoridad eclesi�stica acept� registrar a los sacerdotes, mientras el gobierno acept� aplicar con flexibilidad las leyes que afectaban el culto. Sin embargo, el conflicto religioso, que era de �ndole nacional, no tard� en volverse a manifestar. Jean Meyer escribe en La Cristiada:

El 31 de julio los obispos mexicanos decidieron suspender el culto en todas las iglesias del pa�s. En San Luis Potos�, las familias cat�licas colocaron crespones negros en las fachadas de sus casas. El gobernador Cano dio la orden para que se quitaran y advirti� "que los que est�n en casas de empleados p�blicos provocar� que �stos sean cesados inmediatamente". La p�rdida de los l�mites entre el espacio p�blico y el privado se evidenciaba en esa batalla de s�mbolos y, tambi�n, en sus consecuencias.

En el mes de agosto la Liga Cat�lica Popular Potosina busc� extender su organizaci�n en la ciudad, mientras que el gobierno orden� el cateo de muchas casas en busca de armas y de propaganda contra las autoridades civiles. La casa parroquial de la villa de Soledad fue clausurada; su p�rroco Sebasti�n Galarza fue acusado de sedici�n. Jean Meyer consigna que "tuvo que huir disfrazado, y aunque fue puesta a precio su cabeza, sigui� ocup�ndose de la cura de almas, trabajando como mozo de cuadra en una hacienda".

El 27 de ese mismo mes el peri�dico Acci�n de la capital potosina informaba: "Gran n�mero de casas fueron cateadas ayer" por empleados del municipio acompa�ados de gendarmes. Durante esos "d�as" fueron detenidas varias mujeres que sol�an dirigir las reuniones secretas en las que se pretend�a organizar un boicot contra el gobierno.

Era la primera vez que los gobiernos emanados del movimiento armado iniciado en 1910 se enfrentaban a un sector importante de la sociedad civil por causas que no ten�an origen en disputas electorales.

Durante esas "inspecciones" domiciliarias se detuvo a un m�dico de renombre en la ciudad de San Luis Potos�, el doctor Jos� Mar�a Quijano, quien casi tres meses antes hab�a sido uno de los oradores principales en la conmemoraci�n de los 100 a�os de la Universidad de San Luis Potos�, instituci�n heredada del Colegio Guadalupano Josefino fundado en 1826 y del Instituto Cient�fico y Literario establecido en 1859. El doctor Quijano era ex alumno de dicha instituci�n y hab�a sido director del plantel; ejerc�a las c�tedras de patolog�a general y patolog�a interna en la Facultad de Medicina. Acusado de haber robado objetos propiedad de la naci�n, debido a que en su casa se encontr� la imagen de la Virgen del Carmen, se le dict� acto de formal prisi�n. La imagen de la Virgen del Carmen fue trasladada del Templo del Carmen a la Catedral, a petici�n de sus devotos cat�licos, debido a que el Templo hab�a sido cerrado. El doctor Quijano se defendi� afirmando que "hombres desconocidos llevaron envuelta en pa�os blancos la imagen, sin su consentimiento". Su caso fue resuelto hasta el mes de marzo de 1927, cuando qued� absuelto de los cargos por los que se le acusaba. Sin embargo los hechos en los que se vio involucrado mostraron la completa desconfianza que sent�an los cat�licos hacia las autoridades y su decisi�n de crear comisiones de ciudadanos que recibieran los templos y se hicieran cargo del cuidado de los mismos. La Virgen del Carmen era una de las im�genes m�s veneradas por la grey cat�lica y la descripci�n de lo sucedido mostraba la reacci�n de los cat�licos al vincular los hechos de 1926 a la persecuci�n religiosa de los primeros cristianos. Su imaginario hist�rico los llevaba a expresarse de esa forma y, como en el periodo de las catacumbas, se ocultaban del poder y conservaban las reliquias religiosas como tesoros que hab�a que proteger hasta que llegaran los nuevos tiempos. Estos hechos marcaron el desarrollo de una particular cultura pol�tica local en la que conviv�an el aparente acuerdo pr�ctico con las profundas diferencias: se enterraban los agravios y se aceptaban, en lo indispensable, las demarcaciones de la autoridad. En el fondo se abonaba la desconfianza.

El conflicto religioso (� la guerra cristera, como se le conoce) se agudiz� en 1927 al expandirse con fuerza en las zonas rurales de Guanajuato, Jalisco, Michoac�n, Colima, Durango, Zacatecas y regiones de Guerrero. El campo potosino qued� al margen de esa guerra debido a la presencia de Saturnino Cedillo y su ej�rcito de agraristas. Tanto en 1927 como en 1928 hubo algunos brotes cristeros en la zona media, pero fueron r�pidamente reprimidos. En 1927, durante los primeros meses del a�o, una peque�a partida de cristeros que realizaba sus operaciones en torno a la ciudad de Rioverde, comandadas por Jes�s Posadas, fue disuelta. Cerca de la ciudad de San Luis Potos�, los agraristas de Cedillo capturaron a otro peque�o grupo dirigido por Ponciano Magallanes. En marzo cay� el general Ignacio Galv�n, que hab�a sido reclutado por la Liga. Galv�n no pudo compartir su experiencia revolucionaria que proven�a desde 1910 cuando luch� contra Porfirio D�az, ya que fue vencido por un antiguo amigo suyo y colaborador cercano de Cedillo, Ildefonso Turrubiartes.

En el mes de septiembre de 1927 Cedillo asumi� la gubernatura del estado, que pr�cticamente gobernaba desde la segunda mitad de 1926 al haberse convertido en pieza clave del gobierno de Calles para enfrentar la rebeli�n de los cristeros en los estados de Guanajuato, Jalisco y en la Sierra Gorda. Cedillo —se�ala Meyer— "estaba obligado a mantener permanentemente un millar de agraristas en pie de guerra para prevenir los alzamientos siempre posibles; al mismo tiempo hac�a poner sordina a la persecuci�n religiosa en su estado, con objeto de pacificar los �nimos".

Cedillo hab�a vencido a las fuerzas del general Rodolfo Gallegos, quien encabez� a los cristeros de Guanajuato, y esa derrota debilit� la revuelta en ese estado. En el interior de San Luis Potos� aprovech� su preponderancia militar para suprimir a contrincantes potenciales como lo hizo en la Huasteca, cuando fusil� a Leopoldo L�rraga, acus�ndolo de preparar una rebeli�n en uni�n de su hermano Manuel. As� consolidaba su poder en una regi�n donde los L�rraga le hab�an disputado su autoridad. El otro grupo, dirigido por Gonzalo N. Santos, decidi� apoyar a Cedillo y aliarse al presidente Calles. En 1926, cuando se manifest� el conflicto religioso, Gonzalo N. Santos, que era diputado en el Congreso de la Uni�n y de quien se dec�a localmente que "tiene participaci�n muy activa en la alta pol�tica de la naci�n", declar� p�blicamente: "Me complace que mi estado est� garantizado por las fuerzas del general Cedillo".

Siendo gobernador, Saturnino Cedillo nombr� a Francisco Carrera Torres jefe de Operaciones militares en el estado; el gobierno de Calles acept� esa disposici�n que reforzaba la expresi�n de un poder regional y que en esos meses era estrat�gico para el gobierno central.

A principios de 1928 fueron ejecutados seis hombres en Armadillo, acusados de rebeli�n, entre ellos el p�rroco del lugar que se hab�a opuesto al uso de la violencia en la lucha religiosa.

En julio de 1928 fue asesinado el general �lvaro Obreg�n. En noviembre del a�o anterior hab�an sido fusilados el padre Miguel Agust�n Pro y otros cat�licos acusados de haber atentado contra Obreg�n. La guerra cristera se intensific� durante 1928 y 1929. La �ltima acci�n significativa en San Luis Potos� la emprendi� Fiacro S�nchez, quien con un grupo de cristeros provenientes de Guanajuato ocup� la poblaci�n de Ray�n, mientras otros descarrilaban dos trenes militares en C�rdenas. Estas fuerzas cristeras fueron reprimidas y sus dirigentes fusilados. En el lapso de unos cuantos meses, las fuerzas de Cedillo terminaron con las vidas de los principales jefes de la rebeli�n en San Luis: Fiacro S�nchez, Jacinto Loyola y Prudencio Zapata.

En este contexto, Emilio Portes Gil asumi� provisionalmente la presidencia de la rep�blica y Plutarco El�as Calles promovi� la formaci�n del Partido Nacional Revolucionario (PNR). Las tareas pol�ticas del diputado potosino Gonzalo N. Santos le fueron de gran utilidad a Calles para lograr esa propuesta pol�tica. Santos se mov�a en los corredores pol�ticos de la ciudad de M�xico, entre la nueva y creciente burocracia pol�tica central, mientras Cedillo recorr�a los territorios de Jalisco, Quer�taro y Guanajuato con sus soldados agraristas para apaciguar la rebeli�n cristera. Ambos serv�an al poder de Calles, a la vez que fortalec�an sus alianzas con otros grupos.

El gobierno de Portes Gil y el poder de Calles tuvieron que hacer frente a las fuerzas cristeras que hab�an encontrado un mando m�s unificado en manos del general Enrique Gorostieta y al mismo tiempo ten�an que suprimir la revuelta de varios generales cercanos a Obreg�n, Manzo, Cruz, Topete y Aguirre, que comandados por el general Escobar se hab�an levantado contra el gobierno central y particularmente contra el general Calles. Cedillo y el general Almaz�n unieron sus fuerzas en torno al gobierno e impidieron as� que la rebeli�n escobarista pudiera crecer y pronto los insurrectos fueron dispersados. En abril de 1929 Cedillo, con 8 000 agraristas, se dirigi� a combatir a los cristeros en Jalisco y, a pesar de algunas derrotas, logr� que los rebeldes no tomaran la ciudad de Guadalajara. En el campo de batalla Cedillo aplic� la misma pol�tica que hab�a seguido en San Luis Potos�. Jean Meyer refiere que "dio pruebas de una clemencia nueva, evitando el saqueo y suspendiendo las ejecuciones; dej� sentir por doquier que �l no odiaba a los cristeros y dej� correr el rumor de que �l mismo era cat�lico y combat�a a disgusto". Otro historiador de ese periodo, Dudley Ankerson, en El caudillo agrarista. Saturnino Cedillo y la Revoluci�n mexicana en San Luis Potos�, lo confirma:

Con la muerte en junio de 1929 del general Gorostieta y los acuerdos de paz entre las autoridades eclesi�sticas y el gobierno del presidente Emilio Portes Gil, la rebeli�n cristera declin� casi por completo.

En San Luis Potos�, el 24 de junio se realiz� una ceremonia de la que existen testimonios fotogr�ficos. En esas im�genes se ve al presidente Portes Gil, al general Joaqu�n Amaro, secretario de Guerra y al general Cedillo frente a miles de campesinos armados, los soldados agraristas que comandaba Cedillo. Los campesinos armados regresaban a sus localidades recompensados con parcelas de tierras. En el acto se entregaron t�tulos ejidales por m�s de 100 000 hect�reas. Era el poder de Saturnino Cedillo en el estado de San Luis Potos�, su clientela pol�tica y su alianza con el poder central. Los agraristas de Cedillo, a diferencia de otros en los dem�s estados, no entregaron sus armas: eran su ej�rcito y el del poder central, cuando as� lo solicitara.

Muchos cristeros de los estados vecinos buscaron refugio en San Luis Potos�. Temerosos de las represalias, se acercaron a la protecci�n del general agrarista. Jos� Goytort�a Santos, escritor potosino, en su novela Pensativa, publicada en 1944, cuyo tema es la estela de la guerra cristera, escribe un di�logo en el que el personaje principal femenino, Pensativa, le dice a Roberto, que indaga sobre su pasado cristero: "Pasaba avisos, peri�dicos... parque. Cuando muri� Carlos me traslad� a San Luis Potos�, donde el general Cedillo dejaba tranquilos a los cat�licos".


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