En p�ginas anteriores nos hemos referido a los notables de Sinaloa y Sonora, prominentes por ser individuos ricos, educados e influyentes; adem�s, eran de origen espa�ol, y sin tener cargos en el gobierno sus opiniones contaban ante las autoridades locales. Sus familias eran las m�s ilustres de la regi�n, en contraste con la mayor parte de la gente de la zona, que era pobre, sin estudios, de costumbres rudas y sin otro recurso que su trabajo para ganarse la vida. Los notables eran hijos de familias distinguidas, formadas por inmigrantes espa�oles que llegaron al noroeste a fines del siglo XVIII,
o antes. Viv�an en los principales centros urbanos de la regi�n y eran due�os de los negocios m�s importantes en cada localidad. En una palabra, formaban la elite de la sociedad regional.
Al sur de la provincia de Sinaloa, en los reales de Cosal� y El Rosario, estaban las familias Iriarte, Verdugo y Gaxiola; en Culiac�n radicaban las familias De la Vega, Fern�ndez Rojo, Mart�nez de Vea y Espinosa de los Monteros. En el norte de Sinaloa, en el real de �lamos, viv�an las poderosas familias Almada y Salido, y tambi�n las familias Gonz�lez de Zayas, Campoy, Esquer, Valenzuela y El�as Gonz�lez. Al norte de Sonora, en la ciudad de Arizpe, estaban las familias Escalante, Moreno, otra rama de los El�as Gonz�lez y los Bustamante, por mencionar algunas. Entre los r�os San Miguel y Sonora, en Horcasitas, Pitic y Ures, las familias destacadas eran las ��igo, Aguilar, Monteverde, G�ndara, Cubillas, Astiazar�n y Uruchurtu.
Los notables de Sonora y Sinaloa hab�an sido favorecidos por la pol�tica de los borbones: fueron los beneficiarios de la expulsi�n de los jesuitas, de la privatizaci�n de las tierras misionales y realengas, de los incentivos a la miner�a y de la liberalizaci�n del comercio. Los intendentes de Arizpe hab�an ayudado mucho a la acumulaci�n de las fortunas de los notables, hasta con la tolerancia del contrabando con los navegantes ingleses y estadunidenses. Pose�an considerables caudales (a nivel local, porque no podr�an figurar entre los grandes ricos de la Nueva Espa�a), empresas ganaderas, agr�colas, mineras y comerciales; al parecer, no depend�an del cr�dito, sino que pod�an financiar sus propios negocios gracias a la diversificaci�n de sus inversiones, e incluso pod�an financiar a empresarios menores. El comercio de importaci�n era su actividad preferida, porque permit�a altos m�rgenes de ganancia y los riesgos de la inversi�n no eran tan grandes como en la miner�a, la agricultura y la ganader�a. Por lo general, compraban las mercanc�as extranjeras en los puertos y pagaban con plata en pasta, es decir, no acu�ada; luego distribu�an las mercanc�as en una amplia comarca por medio de una red de intermediarios, muchos de los cuales estaban emparentados con los jefes de las familias poderosas. A trav�s del comercio interno y de sus otras empresas, los notables procuraban captar la plata producida en la regi�n, ya que era este metal el �nico producto que demandaban los comerciantes extranjeros.
Los notables procuraban establecer alianzas entre familias poderosas por medio de v�nculos matrimoniales, con objeto de concertar actividades econ�micas y pol�ticas, de reforzar sus inversiones y de acrecentar su prestigio social, todo lo cual redundaba en beneficio de sus negocios y de su influencia en la regi�n. Esta manera de organizar las actividades econ�micas y pol�ticas era la forma com�n de construir las sociedades mercantiles en la Nueva Espa�a.
La constituci�n espa�ola de 1812 favoreci� a los notables por la importancia que concedi� a la organizaci�n pol�tica local y regional, al restablecer el ayuntamiento y al crear la diputaci�n provincial. Fueron los notables quienes se apropiaron de los ayuntamientos y quienes colocaron a su gente en la diputaci�n, y de esta manera empezaron a ejercer funciones de gobierno de manera abierta y legal. Con la independencia desapareci� el aparato gubernamental que rigi� durante la Colonia y, aunque las provincias se reconocieron como integrantes de una nueva naci�n, la mexicana, el gobierno superior de la ciudad de M�xico era d�bil. As�, en las provincias de Sonora y Sinaloa los notables tomaron las riendas del gobierno de sus localidades y lucharon por controlar la regi�n, pr�cticamente sin el contrapeso de una autoridad superior. Los nexos pol�ticos de las provincias de Sinaloa y Sonora con la sociedad nacional y con el gobierno general de la naci�n se hicieron a�n m�s d�biles que durante la �poca colonial.
El 30 de enero de 1824, cuando se public� el Acta Constitutiva de la Federaci�n Mexicana, naci� formalmente el estado interno de Occidente, el teatro para la actividad pol�tica de cinco grupos de notables. La competencia entre ellos ser�a intensa, como lo veremos en el siguiente apartado.