La pol�tica y la sociedad


El proceso pol�tico sinaloense despu�s de la Intervenci�n fue sumamente confuso y agitado, al punto de que su an�lisis resulta por el momento impracticable. Entre 1867 y 1874 hubo un permanente estado de guerra entre los caudillos de la lucha contra los invasores franceses: Domingo Rub�, �ngel Mart�nez, Jorge Garc�a Granados, Adolfo Palacio, Manuel M�rquez de Le�n, Jes�s Ram�rez Terr�n y muchos m�s, ya en defensa de un gobierno legal o bien en sublevaciones, mantuvieron viva la guerra civil en Sinaloa. En estos disturbios tambi�n participaron los comandantes militares de Mazatl�n con los soldados federales a su mando, los milicianos de Sonora y las fuerzas de Manuel Lozada. En las filas del guerrillero tepique�o militaba ahora Pl�cido Vega, quien hab�a defeccionado por diferencias con los militares sinaloenses y con el presidente Ju�rez y trataba de recuperar el poder que hab�a tenido en Sinaloa. Pero Vega ya no volvi� a figurar en la pol�tica y muri� como rebelde y pr�fugo de la justicia, pues se le imputaban los delitos —reales o ficticios— de traici�n a la patria y malversaci�n de fondos p�blicos.

Los caudillos sinaloenses lucharon enconadamente entre ellos, al parecer por ambiciones personales. Algunos se levantaron en armas en apoyo a movimientos for�neos, como fue el caso de Jes�s Ram�rez Terr�n, quien luch� en favor de Porfirio D�az en las rebeliones de La Noria y de Tuxtepec. El �nico pol�tico de esta �poca que cont� con un programa de gobierno definido y consistente fue el civil Eustaquio Buelna, electo gobernador para el periodo 1871-1875, pero que, de hecho, s�lo pudo aplicarlo en el �ltimo a�o y medio de su periodo. A pesar de ello, Buelna realiz� algunos cambios importantes en Sinaloa, como reorganizar las bases jur�dicas para regular la vida del estado y darle un fuerte impulso a la educaci�n p�blica. El 20 de septiembre de 1873 Buelna traslad� la capital del estado de Mazatl�n a Culiac�n, hecho que podemos considerar como el s�mbolo de la autonom�a del gobierno respecto de los comerciantes mazatlecos. De su obra educativa lo m�s trascendente fue la fundaci�n del Colegio Civil Rosales en 1873, que fue la m�s importante de las instituciones educativas sinaloenses y primera piedra de la actual Universidad Aut�noma de Sinaloa.

Eustaquio Buelna naci� en Mocorito, en 1830, hijo de Miguel Buelna y Est�fana P�rez. Estudi� en el seminario diocesano de Sonora y en la Universidad de Guadalajara, donde se gradu� como abogado. De regreso a Sinaloa se adhiri� a la causa liberal y la sirvi� como jurista e ide�logo, no como soldado, porque para la milicia no ten�a aptitudes. Su carrera pol�tica fue muy extensa, pues sucesivamente fungi� como prefecto de Culiac�n, diputado local, diputado federal, juez, gobernador del estado, tesorero general y ministro de la Suprema Corte de Justicia de la naci�n. Cultiv� las ciencias y las letras y produjo numerosas obras que public� para que el estado de Sinaloa fuera conocido y respetado en toda la Rep�blica.

Los cambios en la sociedad sinaloense entre 1867 y 1877 no fueron espectaculares pero s� profundos, al grado de que podemos decir que nos acercamos al fin de un periodo hist�rico y al inicio de otro. La informaci�n de que disponemos no es abundante, pero es significativa en cuanto que manifiesta la agon�a de las comunidades ind�genas y el ocaso del poder de los comerciantes extranjeros del puerto de Mazatl�n.

En lo que concierne a los ind�genas, los indicios documentales apuntan a la fase final de la descomposici�n de las comunidades a causa de la p�rdida de la tierra que pasaba a manos de hacendados y rancheros. Como dijimos, en 1865 los indios mayos del valle del R�o Fuerte se sumaron a la guerra que los yaquis libraban en Sonora, aparentemente adheridos al Imperio franc�s. Decimos aparentemente porque aunque yaquis y mayos lucharon contra los republicanos, resulta desproporcionado pensar que defend�an una causa de los yoris, y es m�s plausible la hip�tesis de que entraron en la guerra en defensa de sus comunidades, de sus tierras y de su cultura, aprovechando la coyuntura, cuando sus enemigos seculares peleaban entre s� con sa�a y rencor. Ram�n Corona envi� al general �ngel Mart�nez para que aplacara a los mayos en el norte de Sinaloa y sur de Sonora. En una campa�a de cuatro meses, Mart�nez los derrot�, pero supo entender las razones de los indios y orden� la restituci�n de las tierras usurpadas a la comunidades; sin embargo, no lo respald� la legislatura sinaloense porque en 1870 dispuso que se aplicara la Ley Lerdo sobre las propiedades de los mayos. La misma legislatura abrog� esta disposici�n en 1873, en vista de la inconformidad de los indios, pero el despojo de las tierras comunales ya estaba consumado. Es revelador constatar que una de las mentes m�s l�cidas del momento, don Eustaquio Buelna, participara de la opini�n liberal de los indios, a quienes miraban con l�stima y consideraba incapaces de "civilizarse" por ser insensibles al progreso y no querer explotar por medios modernos las riqu�simas tierras que detentaban. Los indios —pensaban los liberales— eran una r�mora para el progreso y no hab�a otro remedio que hacerlos a un lado, s�lo as� Sinaloa entrar�a a la modernidad.

Entre los comerciantes extranjeros del puerto de Mazatl�n tambi�n ocurrieron cosas interesantes en el periodo que va de 1854 a 1877. Los mercaderes hab�an fortalecido su poder al t�rmino de la Guerra de Reforma, y la Intervenci�n francesa no detuvo sus actividades comerciales porque los mismos invasores alentaron el tr�fico mercantil. Los comerciantes permanecieron neutrales en el conflicto franco-mexicano y, aparentemente, no colaboraron con los invasores o lo hicieron de manera discreta, porque al t�rmino del conflicto no se les tach� de colaboracionistas como se hizo con los notables de Culiac�n. Despu�s los comerciantes extranjeros continuaron ejerciendo su poder sobre gran parte del estado; siguieron practicando el contrabando y el soborno de militares y autoridades mexicanas; financiaron cuartelazos y lograron imponer a dos gobernadores espurios, Mateo Maga�a y Jos� Palacio, quienes les concedieron privilegios fiscales. Fue tambi�n en este periodo cuando empezaron a invertir sus capitales en la miner�a del sur del estado para ejercer un mejor control sobre el mercado de la plata.

Sin embargo, tambi�n para ellos se presentaron algunas circunstancias adversas. Por ejemplo, el ferrocarril M�xico-Veracruz benefici� mucho a los importadores que operaban en el Golfo de M�xico; al abatir el costo de los fletes, los comerciantes de la ciudad de M�xico pudieron disputar ciertos mercados en Chihuahua y Durango, que antes eran de injerencia exclusiva de los mercaderes mazatlecos; asimismo, la navegaci�n de cabotaje, que los vapores estadunidenses subsidiados hac�an en la costa del Pac�fico, rest� mercados a los comerciantes de Mazatl�n. La dif�cil situaci�n del mercado internacional tambi�n los perjudic�, porque se redujo considerablemente el precio de la plata, que era la base del comercio exterior de Sinaloa. Todas estas circunstancias disminuyeron el margen de las utilidades de importadores y exportadores. Por otra parte, el gobierno federal aplic� medidas para frenar la corrupci�n en las aduanas e impedir la intromisi�n de los c�nsules extranjeros en los asuntos nacionales.

Durante 40 a�os, el grupo de comerciantes porte�os hab�a intervenido en los asuntos p�blicos de Sinaloa con el objetivo de incrementar sus negocios por todos los medios, l�citos e il�citos, que ten�an a su alcance; sin embargo, las mismas contradicciones del sistema econ�mico pusieron fin a la posibilidad del lucro desmedido y, al decaer su poder econ�mico, el grupo tambi�n perdi� la capacidad de manipular el gobierno del estado.


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