2. El fin de otra familia

2. El fin de otra familia


Al finalizar el gobierno constitucional del general �lvaro Obreg�n, el relevo deb�a ser tomado por Calles o por De la Huerta. Al grupo que formaron estas tres figuras se le llam� el triunvirato sonorense. Se supon�a que la sucesi�n no iba a causar conflicto, pero sucedi� lo contrario: el 2 de septiembre de 1923 Calles anunci� sus intenciones de participar en la contienda electoral, acci�n que desde entonces se conoce como "madruguete".

En este contexto, los militares efectuaron reuniones partidarias, como la descrita en un informe confidencial del 19 de octubre del mismo a�o, en el que se recordaba lo siguiente: la decisi�n de Porfirio D�az para que Ram�n Corral lo sustituyera hab�a provocado la Revoluci�n, la pretendida imposici�n de Jos� Mar�a Pino Su�rez por parte de Francisco I. Madero hab�a desencadenado el cuartelazo del Ej�rcito Federal, Venustiano Carranza hab�a pretendido designar a Bonillas y provoc� la rebeli�n de Agua Prieta. Por lo tanto, como consta en la Unidad de la Secretar�a Particular de la Presidencia, conclu�an:

Resultaban obvias las fisuras en el interior del ej�rcito; por ello, de no haber aparecido la figura de Adolfo de la Huerta para encabezar su descontento, habr�a surgido otro personaje entre los militares. La gota que derram� el vaso fue la candidatura de Calles, pero tambi�n se consideraba que el grupo en el poder hab�a violentado el pacto federal, como lo demostraban las complicadas campa�as gubernamentales en San Luis Potos�, Michoac�n, Coahuila y Nuevo Le�n, que afectaron directamente los intereses del Partido Nacional Cooperatista (PNC). En el primero de los estados citados, hab�a sido afectado Jorge Prieto Laurens, l�der natural de este organismo pol�tico.

Ese mismo mes, De la Huerta renunci� a la secretar�a de Hacienda, como evidencia irrefutable de su rompimiento con los sonorenses. En los medios pol�ticos todav�a se dec�a que su actitud respond�a al desacuerdo con la firma de los Tratados de Bucareli, porque cuando Alberto J. Pani lo sustituy�, �ste cuestion� la situaci�n financiera del pa�s, en particular las diferencias detectadas entre las erogaciones y los ingresos, lo que amenazaba con llevar al pa�s a la bancarrota. Obreg�n reforz� la cr�tica al declarar que el erario y el cr�dito se encontraban en crisis. El presidente contribuy� de esta manera al desprestigio de los militares descontentos, con lo cual favoreci� la candidatura de Calles.

Pani siempre intrig� en contra de De la Huerta, tal como �l mismo lo reconoci� en su libro Bajo el continuismo callista. As� pues, por problemas de �ndole pol�tica, el 7 de diciembre de 1923 De la Huerta decidi� establecer "su" gobierno en Veracruz, presionado por sus partidarios que no compart�an su punto de vista sobre la resoluci�n pac�fica de los problemas mediante la v�a parlamentaria. Al parecer prevalecieron las presiones del general Rafael Zubar�n Capmany, de Jorge Prieto Laurens, Antonio Villarreal y del general Guadalupe S�nchez en Veracruz.

El hecho de que el lugar donde se estableci� el gobierno rebelde fuera una plaza del sur del pa�s y en pleno golfo de M�xico determin� que esa parte del territorio se considerara de importancia estrat�gica, adem�s de que entre Veracruz y Villahermosa no hab�a mucha distancia. El 23 de diciembre de 1923 cay� Jalapa, y el 10 de enero de 1924 Villahermosa fue tomada por 2 500 hombres al mando de los generales Carlos Greene y Fernando Segovia, sin que pudieran ser contenidos por las fuerzas leales al gobierno de Obreg�n, comandadas por Vicente Gonz�lez y Miguel Henr�quez Guzm�n. Los generales Alberto Pineda, Rodolfo H. Vivanco y Gregorio Lozano, a cuyos mandos estaban los regimientos 67, 38 y 3� de Comalcalco, Huimanguillo y Frontera, respectivamente, pertenecientes a la 12� Zona Militar, al mando del general Vicente Gonz�lez, se sumaron al movimiento. Quiz� el avance fue aconsejado por los partidarios de M�gica, quien al haber sido depuesto del gobierno en Michoac�n ten�a suficientes motivos para sumarse a la rebeli�n, pero decidi� permanecer neutral. Tambi�n pudo haber influido el general Salvador Alvarado, que conoc�a la regi�n como la palma de su mano. Sin embargo, lo m�s seguro es que Greene haya sido uno de los principales instigadores, pues hab�a roto con Calles cuando, siendo �ste secretario de Gobernaci�n, influy� en su desaforo como gobernador de Tabasco y lo hizo prisionero en Santiago Tlatelolco.

Greene pod�a resultar la pieza clave por su cercan�a con Garrido Canabal, quien acababa de tomar posesi�n como gobernador constitucional y se destacaba ya como el hombre fuerte de la entidad. Pero Calles sospechaba fuertemente de Garrido, a quien le dijo que hab�a recibido "[...] informes de que el gobierno que usted preside est� de acuerdo con los planes del general Greene [...]" Garrido le respondi� a la brevedad para deslindarse; le comunic� estar dispuesto a demostrar su desaprobaci�n a la actitud asumida por el rebelde, para reafirmar su lealtad. Pero decidi� ir m�s lejos al mostrarse disponible para aceptar instrucciones: "[...] qu� es lo que debo hacer para que mis enemigos pol�ticos no contin�en tratando [de] complicarme en asuntos que nunca he pensado, ni siquiera tenido conocimiento, y que desde luego repruebo con toda energ�a".

Resulta extra�o que Garrido no haya secundado la revuelta como lo hicieron sus amigos m�s cercanos. Quiz� tuvo una percepci�n clara de lo que pod�a suceder, aunque esto no era f�cil, pues los datos eran contundentes: de 508 generales del ej�rcito federal defeccionaron 102; de los 2 758 jefes que ten�a, 576 se pasaron al bando rebelde; de 8 583 oficiales, 2 477 se integraron a las filas del delahuertismo, junto con 23 224 miembros de la tropa, formada con 50 030 efectivos.

Debido a su aislamiento geogr�fico, Tabasco se convirti� en el reducto m�s seguro para los rebeldes, quienes nombraron como gobernador provisional al general Manuel Antonio Romero, que ocup� el cargo del 18 de enero al 20 de junio de 1924. El rico anecdotario tabasque�o cuenta que Garrido se escondi� tras de la cabecera de enferma de do�a Carmen Greene, hermana de Carlos, de donde fue sacado en la noche y llevado por los hermanos Jaidar en cayuco hasta Montecristo. De otra forma hubiera sido dif�cil que quedara con vida. Como Tabasco fue considerado inexpugnable, el mismo De la Huerta abandon� Veracruz el 5 de febrero para dirigirse a Villahermosa, donde permaneci� durante algo m�s de un mes hasta que decidi� abandonar el pa�s cuando los gobiernistas retomaron C�rdoba. El 11 de marzo dej� Villahermosa y el 12 lleg� a Laguna del Carmen; all�, Jorge Prieto Laurens le suplic� que bajara del vapor que lo conduc�a, pero no acept� y le asegur� que s�lo iba a Campeche.

La desbandada delahuertista fue un hecho cuando las tropas federales tomaron M�rida y marcharon sobre Tabasco, convertido en el �ltimo reducto de los rebeldes. El general Vicente Gonz�lez, quien al principio se hab�a identificado con la rebeli�n, al final se encontr� de parte de las fuerzas federales y se posesion� del puerto de Frontera. El general C�ndido Aguilar, otro de los rebeldes connotados, no pudo sostenerse en Campeche y se encamin� hacia la Chontalpa con las fuerzas que lo segu�an. En su traves�a se fue quedando sin soldados, y aunque uni� sus fuerzas con las de Alvarado, no pudieron resistir... y Villahermosa fue recuperada por las tropas leales el 17 de junio. La rebeli�n delahuertista hab�a durado seis meses, el mismo lapso que Tabasco estuvo sustra�do de facto al pacto federal.

Algunos de los jefes m�s importantes, como Guadalupe S�nchez y C�ndido Aguilar, se refugiaron en los Estados Unidos, pero otros de conocida filiaci�n revolucionaria fueron pasados por las armas, entre ellos los hermanos Greene y Salvador Alvarado.

Si en el nivel nacional el grupo en el poder pudo ejercer un ajuste de cuentas mediante la rebeli�n, cuando Garrido regres� a Tabasco hizo lo propio, y no s�lo logr� deshacerse de sus enemigos, sino que encontr� los fundamentos ideol�gico-pol�ticos de su acci�n. A partir de entonces, "delahuertista" fue el calificativo empleado para se�alar a quien no estaba de acuerdo con su direcci�n pol�tica.


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