Si algo caracteriz� al Tabasco gobernado por Tom�s Garrido Canabal, elegido en dos ocasiones gobernador constitucional, fue el hincapi� que puso en el proceso de modernizaci�n a lo largo de los 15 a�os en que virtualmente manej� el estado. Los motivos para su actuaci�n los dieron el radicalismo anticlerical, la ense�anza racionalista, la campa�a antialcoh�lica, la organizaci�n de profesores y de las mujeres, as� como la estructuraci�n social con base en la Liga Central de Resistencia.
El radicalismo anticlerical se fundament� tanto en el de los primeros revolucionarios como en las posibilidades otorgadas por el art�culo 130 constitucional, que dio a los estados la posibilidad de que sus legislaturas tuvieran autonom�a para regular el ejercicio del culto religioso. Amparado en la ley, Garrido emprendi� una fuerte propaganda contra la fe y para formar las conciencias antidogm�ticas de los hombres nuevos surgidos de la Revoluci�n. Desde que fue gobernador interino, el 13 de diciembre de 1919 tom� una de las medidas m�s radicales sobre reglamentaci�n de los cultos al limitar el n�mero de sacerdotes a uno por cada 30 000 habitantes. Recuperaba tambi�n los antecedentes del paso de M�gica por Tabasco, quien entre otros actos irreligiosos hizo alojar a su batall�n en la catedral de Esquipulas.
En 1925, Garrido limit� a seis el n�mero de sacerdotes que pod�an oficiar los servicios religiosos y dio todo el apoyo a la creaci�n de la Iglesia Cat�lica Apost�lica Mexicana. En 1929 la legislatura local dispuso que s�lo se autorizar�a un ministro del culto cat�lico por cada 100 000 habitantes. El gobernador t�tere que le sigui�, Ausencio C. Cruz, decret� que las rancher�as, villas y pueblos que detentaran nombres religiosos deb�an cambiarlos por nombres de h�roes nacionales o locales.
Con un plan pedag�gico ensayado previamente en Yucat�n e inspirado en el anarquismo libertario catal�n de acuerdo con las ense�anzas de Francisco Ferrer Guardia, la nueva escuela se propuso dar una explicaci�n cient�fica del universo y del hombre para sustituir lo que previamente s�lo se explicaba por causas sobrenaturales. Entre 1925 y 1926 se iniciaron las escuelas racionalistas eminentemente pr�cticas y t�cnicas. Dentro del mismo plan se inclu�a la escuela productiva; las escuelas al aire libre; las escuelas-granja, destinadas a preparar a la juventud para dar servicio a la colectividad y mejorar los conocimientos de los maestros en cuanto a la ense�anza pr�ctica de la agricultura, la ganader�a y las actividades industriales.
Las primeras manifestaciones del prop�sito educativo de Garrido aspiraban a lograr "el mejoramiento econ�mico y social de las grandes masas trabajadoras". Consideraba que la escuela "deb�a orientar a la ni�ez y a la juventud tabasque�a hacia ese r�gimen de convivencia social perfectamente definido por la Revoluci�n mexicana".
Todas las escuelas eran mixtas, ten�an sus propias cooperativas, se definieron con un sentido desfanatizador, contra los dogmas y por la raz�n. Por ello, los profesores y profesoras se organizaron en la Liga de Maestros Ateos. El gobierno se propuso crear una escuela racionalista, democr�tica, activa, desfanatizada, libre y nacionalista.
El estado de Tabasco se hizo responsable de la educaci�n y le dio un sello muy especial con la estrategia de descentralizaci�n educativa, pese a los esfuerzos de la Federaci�n por estar presente. Se pretendi� as� crear una opci�n educativa opuesta al centralismo y al dise�o vasconcelista, considerado conservador y ajeno a los intereses de las regiones, aunque esto se dio cuando Jos� Vasconcelos hab�a ca�do ya en desgracia luego de su frustrada campa�a como candidato a la presidencia de la Rep�blica por el Partido Antirreleccionista. Durante el periodo garridista se establecieron las bases para una organizaci�n muy particular de la sociedad tabasque�a. El medio de difusi�n de las ideas y acciones del garridismo fue el diario Redenci�n, cuyo primer n�mero apareci� el 23 de julio de 1924, cuando el l�der afianzaba su poder. Desde sus p�ginas se dieron a conocer los profesores y profesoras que dieron vida al sistema educativo, como Jos� Ochoa Lobato, Rosendo Taracena, Celerina Gonz�lez de Oropeza y Mar�a Luisa Chac�n de Ram�rez Garrido; pol�ticos como Trinidad Malpica, Carlos A. Madrazo, Arnulfo P�rez H. y Vicente Lombardo Toledano; escritores como Jos� Mancisidor, Luciano Kubli, Mariano Tovar y muchos otros.
En Redenci�n se convocaba a la sociedad a las famosas "culturales", consistentes en representaciones teatrales con fines propagand�sticos y cuyos principales objetivos fueron divulgar "las mentiras de la religi�n" y lo nefasto del consumo de las bebidas embriagantes. Se realizaban en teatros o en las aulas de las escuelas, y, por otra parte, los "autos de fe", en los que se quemaban objetos religiosos, se efectuaban al aire libre.
El proyecto modernizador de Garrido inclu�a, adem�s, una propuesta de creaci�n de cooperativas. El presidente Calles hab�a dado a ese sistema un fuerte impulso, el cual se hab�a experimentado ampliamente en Yucat�n durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto. S�lo en su segundo gobierno Garrido cre� m�s de 176 cooperativas; de ellas, 115 eran de consumo, 58 de producci�n y 3 mixtas, y lograron reunir a m�s de 10 000 socios con un capital de 115 974 pesos. Destacaban la Nacional Platanera, S.C.L. de los hacendados plataneros y, en varios de los municipios, las Cooperativas de Transportes Fluviales, las agrupaciones para productores agr�colas y comerciantes, as� como las cooperativas de cacaoteros, pescadores, campesinos y ganaderos. Los productores de cacao fueron presionados por el mismo Garrido para que se organizaran.
Mientras los productores segu�an esa iniciativa, los trabajadores lo hac�an en las ligas de resistencia del Partido Socialista Radical Tabasque�o. Dicho organismo sigui� el modelo del Partido Socialista del Sureste. En la Liga Central de Resistencia se un�an representantes de todas las ligas en una estructura piramidal bastante s�lida y en cuya base se encontraban todos los "ligueros", mientras que en la punta se ubicaba la Central. Las ligas no s�lo expresaban la organizaci�n gremial; ah� tambi�n se acordaban las medidas pol�tico-administrativas. Las ligas de resistencia en los municipios ten�an a los presidentes municipales como m�ximos dirigentes.
Exist�an asimismo las ligas de resistencia de las ciudades, las villas, los pueblos y las rancher�as. En la base se encontraban las ligas de los gremios, que agrupaban tantos oficios como era posible imaginar: de alijadores, de alba�iles, de artes gr�ficas, de cocineros, de panaderos, de carboneros, de estibadores de frutas, de lancheros, de porteadores, etc�tera.
El l�der del sureste insist�a en que en Tabasco se pagaban los salarios m�s altos del pa�s a los trabajadores, de tal forma que en 1930 los tabasque�os eran los mejor pagados. Los recibidores de pl�tano roat�n ganaban 8.85 pesos; los primeros motoristas y los estibadores de frutas, 6.00 pesos; los obreros de artes gr�ficas, 4.00 pesos; los marineros, fogoneros y obreros de diferentes industrias 3.00 pesos; pero s�lo ganaban 1.50 los campesinos.
Seg�n panfletos que hac�a circular la Liga Central de Resistencia, esta forma de organizaci�n ten�a como principal objetivo
levantar el nivel econ�mico de los obreros, defenderse de la rapi�a de los capitalistas, salvarse de las lacras morales contra�das en un pasado de esclavitud y de ignorancia y llevar hacia un plano decoroso, la condici�n intelectual de todos los gremios.
Pero no todos estaban de acuerdo con esa forma organizativa, como puede constatarse con el conflicto que surgi� entre la Uni�n de Productores de Tacotalpa y la Liga Central de Resistencia (LCR) en octubre de 1925. La Uni�n denunci� estar perdiendo 89% de la producci�n debido a que la Liga s�lo hab�a autorizado un corte de pl�tano roat�n cada dos meses, y luego los suspendi� definitivamente porque intentaban la comercializaci�n por sus propios medios.
Garrido Canabal aclar� que no se suspendieron los turnos, sino que la Liga desconoci� a la directiva de la Uni�n porque s�lo beneficiaba a un n�mero reducido de grandes productores, en perjuicio de "una mayor�a de mil y pico de productores peque�os". La Uni�n, entre otros argumentos contrarios, dec�a: "En el negocio platanero cabemos todos sin estorbarnos, pero debe dejarse campo a la iniciativa particular, de lo contrario estamos yendo todos al fracaso". La Uni�n pretend�a comercializar directamente con las compa��as sin mediaci�n de la Liga, como consta en la Direcci�n General de Gobierno, y despu�s de hacer intervenir al presidente de la Rep�blica y al secretario de Gobernaci�n, Garrido lleg� finalmente a un acuerdo con la Uni�n, tres meses despu�s de haberse iniciado el conflicto.
La organizaci�n regional y local lleg� a tener tanta fuerza que se opuso a la poderosa Confederaci�n Regional Obrera de M�xico, aunque tambi�n pes� en ello el distanciamiento entre Morones y el l�der tabasque�o; �ste lo acus� de haber participado en el complot para asesinarlo en 1926, y luego del asesinato de Obreg�n el distanciamiento se agrav�.
Sin embargo, las ligas fueron ante todo, formas de control para que los trabajadores "libres" no pudieran ver elevados sus salarios. Existieron antecedentes de ello desde 1923, cuando para el dragado de la barra de Frontera la North American Dredging Co. of Texas contrat� a trabajadores libres y la oposici�n de la Liga de Trabajadores Sindicalizados, apoyada por Garrido, fue brutalmente definitiva. El movimiento fue dirigido por el l�der Quint�n Arauz, quien present� a la compa��a la lista de sus salarios con el fin de que procediera a retribuir el trabajo de los obreros en su justo valor. Cuando los delahuertistas ocuparon Tabasco ese l�der fue fusilado por �rdenes del general Fernando Segovia el 26 de diciembre de aquel a�o. Luego se cre� en torno a �l una m�stica que se expres� en cooperativas y ligas, y hasta en peque�as embarcaciones que llevaron su nombre.
En 1926 se recibi� un informe de Frontera en el cual se daba cuenta de un conflicto entre los obreros "ligados" y los libres, ya que �stos hab�an cargado con frutas un vapor. El jefe de operaciones militares en Villahermosa respondi� a las quejas de los "ligados" dici�ndoles que las cosas permanecer�an como estaban hasta que el gobernador tomara una decisi�n. Pero el capit�n dio �rdenes de partir sin esperar a que el problema fuera solucionado. El c�nsul estadounidense hab�a tomado medidas para proteger los intereses de la compa��a, pero el 19 de octubre los trabajadores libres fueron sustituidos, sin incidentes, por los "ligados", aunque los diputados Trujillo y Aguilera obsequiaron 480 pesos a los libres.
Por su parte, el subgerente de la Southern Banana Corporation, Guillermo C. de Witt, fue amenazado por Garrido, quien acababa de asumir el cargo de senador; le telegrafi� indic�ndole: "Estoy enterado toda su mala labor cuando yo llegue esa no pretenda enga�arme con disculpas". Ante ello, el secretario de Gobernaci�n, Adalberto Tejeda, tuvo que intervenir para pedir garant�as al gobernador del estado. �ste respondi� que De Witt era:
uno de los elementos desorganizadores que siempre se ha opuesto a que los obreros se agrupen para defender su trabajo, siendo adem�s una r�mora constante para todos los gobiernos, pues con su decantado extranjerismo se cree investido para poder burlar las disposiciones emanadas del gobierno, siendo por lo tanto un extranjero pernicioso enemigo de todo lo que significa adelanto y mejoramiento.
El hecho era que mientras los del Sindicato de Estibadores no se negaran a trabajar, la compa��a no pod�a utilizar a otros trabajadores. Aun los de la CROM no pod�an ser utilizados en las labores de embarcaci�n del pl�tano para exportaci�n, y la compa��a permaneci� amenazada de boicot si los empleaba. De Witt insisti� al secretario de Gobernaci�n para que le otorgaran garant�as, porque el se�or Homero Margalli, quien deb�a arbitrar en el conflicto, "[...] es Presidente Municipal de este municipio, Diputado Congreso Local, Senador Suplente por Tabasco, Secretario General en Funciones, Presidente Liga Central y Arbitro llamada junta Conciliaci�n y Arbitraje por tanto podr� Ud. comprender alcance una amenaza proveniente de �l".
Las pugnas entre los trabajadores libres y los ligados continuaron, porque a las compa��as les conven�a m�s el imperio de la ley de la oferta y la demanda que una organizaci�n autoritaria que impon�a las condiciones de trabajo. Los conflictos surgidos como consecuencia de una relaci�n ambigua de las compa��as con las autoridades y los trabajadores fueron constantes en el periodo del auge bananero, y en ocasiones involucraron a la familia de Garrido. El ingeniero Manuel Garrido, por ejemplo, promovi� un juicio contra Manuel Jaidar, concesionario de la North American Fruit and Steampship Co., y de la sociedad �lvaro P�rez Sucesores, para lo cual secuestr� barcos de la Cuyamel Fruit Co.
Como en otros aspectos, exist�a una obvia contradicci�n entre las legislaciones federal y local. Por ello, cuando en el �mbito nacional se estableci� la Ley Federal del Trabajo, el Partido Socialista Radical Tabasque�o organiz� el primer Congreso Obrero, por supuesto con Garrido al frente de la convenci�n. Entonces se expidi� el primer c�digo obrero de Tabasco, el cual fue considerado uno de los m�s avanzados por sus reivindicaciones sociales, pues contemplaba la reglamentaci�n de los horarios de trabajo y el monto de los salarios, la prohibici�n del trabajo para menores y el reparto de utilidades. Varios documentos de la LCR corroboran que los trabajadores recib�an fondos de previsi�n social, los cuales eran integrados a partir de un descuento de 5% sobre el salario real.
Garrido estuvo dispuesto a modernizar la econom�a, as� como las relaciones capital-trabajo, pero a su modo y sin importar el precio; y en la pr�ctica se opuso, seg�n su entender, a cualquier ley que obstaculizara el progreso. Recurri� a todo tipo de presiones con el fin de que la organizaci�n del trabajo se diera de acuerdo con "su" propio modelo. Debido a que Jos� Su�rez no acept� afiliar sus negocios a la C�mara Nacional de Comercio e Industria de Tabasco, Garrido le declar� un boicot, en tanto que a los comerciantes afiliados los exent� de impuestos alcabalatorios. Como Su�rez se apoy� en obreros sin filiaci�n para levantar su cosecha de cacao, el producto fue decomisado y arrojado a las aguas del r�o Grijalva el 7 de diciembre de 1933. Otro cargamento procedente de Chiapas fue regresado, en virtud de que se hab�a contratado a trabajadores libres y no a los adscritos a la Liga Nacional de Resistencia, que, seg�n afirm� Garrido, pertenec�a a la estructura del PNR. Su�rez solicit� al presidente Abelardo L. Rodr�guez que le brindara protecci�n por medio del jefe de operaciones militares, porque el problema se agravaba. Y esto era cierto: do�a Otilia, la madre de Su�rez, envi� un telegrama a Garrido se�al�ndolo como "responsable de cualquier atentado en nuestras personas"; a lo cual �ste le respondi�: "ponga a sus hijos en manos de un alienista porque a no dudarlo padecen de enajenaci�n mental". En una ocasi�n, la misma se�ora tuvo que caminar varios kil�metros porque ning�n chofer acept� transportarla; adem�s, los garridistas apedreaban las ventanas de su casa durante la noche, e incluso el Bloque de J�venes Revolucionarios, reci�n creado, asediaba a los trabajadores de Su�rez y hubo m�s de uno al que golpearon. De acuerdo con los mismos documentos de la Direcci�n General de Gobierno, despu�s de un a�o el Departamento Consultivo de Justicia comunic� al jefe del Departamento de Gobernaci�n que, por acuerdo del secretario y despu�s de haber hablado con el gobernador de Tabasco, el caso Su�rez se declaraba resuelto.
Pese a tantos problemas, la organizaci�n de los trabajadores tabasque�os sorprendi� al mismo L�zaro C�rdenas. Durante la gira que realiz� en 1934 por Tabasco como candidato presidencial del PNR, dej� constancia de la buena impresi�n que le causaron las condiciones de los trabajadores y el �xito de la pol�tica obrerista de Garrido. Sin embargo, cuando en 1936 se cre� la Confederaci�n de Trabajadores de M�xico (CTM), C�rdenas no estuvo en el estado para experimentar las consecuencias de la centralizaci�n y el corporativismo, que homogenizaron los problemas de la clase obrera en todo el territorio nacional, muchas veces en contra de su propia autonom�a.