Desde �pocas tempranas el grupo obregonista-callista insisti� en la posibilidad de crear una Iglesia Cat�lica Mexicana, separada de la Iglesia de Roma. En este sentido, en 1922 el se�or Eduardo Coronel y Rom�n solicit� a Gobernaci�n garant�as para ejercer el culto cristiano independiente del clero, porque dos curas cat�licos le impidieron hacerlo en Nacajuca, y sus esfuerzos para ordenarse sacerdote hab�an sido infructuosos ante las autoridades eclesi�sticas.
Al finalizar ese a�o Pascual D�az y Barreto fue designado sexto obispo de Tabasco. Su consagraci�n se efectu� el 2 de febrero de 1923 en la Bas�lica de Guadalupe y estuvo a cargo del arzobispo de Michoac�n, doctor Leopoldo Ruiz y Flores. La colonia tabasque�a en la ciudad de M�xico lo festej� en el Casino Espa�ol antes de partir a Tabasco: D�az y Barreto lleg� a Villahermosa el 27 del mismo mes a bordo del vapor S�nchez M�rmol. Recibi� la di�cesis aparentemente sin problemas y se instal� en la casa del presb�tero Manuel Gonz�lez Punaro. El primer enfrentamiento con los partidarios de Garrido Canabal lo tuvo en noviembre, cuando integrantes de la sociedad pudiente tabasque�a (Mercedes L�pez de Payr�, Ninfa A. de Calder�n, Maclovia O. de Morell, Carmencita Payllet Fern�ndez de Hern�ndez Ponz, Gloria del Carmen Taylor, Margarita Vicens Orlaineta y Consuelo Ferrei Jamet) lo agasajaba con una velada en el Teatro Merino. Los agresores pretend�an incendiar el recinto y el obispo calmaba a los asistentes.
Con la rebeli�n delahuertista, las tensiones entre el obispo y los garridistas se agudizaron; �stos lo acusaban de haber sugerido a los tabasque�os apoyar a los rebeldes en sus homil�as. A partir de entonces se empe�aron en hacerle la vida imposible. Dos a�os despu�s, en 1925, el presidente Plutarco El�as Calles busc� apoyos para hacer progresar la Iglesia Cat�lica Apost�lica Mexicana; incluso concedi� a los cism�ticos el templo de La Soledad, en la ciudad de M�xico, como sede. La ocupaci�n estuvo a cargo de los Caballeros de la Orden de Guadalupe y fue comandada por Ricardo Trevi�o, secretario general de la Confederaci�n Regional Obrera Mexicana.
Seg�n consta en la Direcci�n General de Gobierno, Gobernaci�n, recibi� varios telegramas de apoyo al proyecto presidencial, entre los que destacaba precisamente uno de aquel sacerdote "hechizo", Coronel, quien se uni� a la cr�tica presidencial contra el papado, en espera de �rdenes para actuar respecto a los templos que los sacerdotes cat�licos hab�an cerrado en Tabasco.
El llamado patriarca de la nueva Iglesia, J. Joaqu�n P�rez Budar, ya ubicado en La Soledad, acept� a Coronel. Mientras tanto, en Tabasco, los garridistas siguiendo la consigna de Calles se empe�aban en entronizar como "obispo rojo" a Manuel Gonz�lez Punaro, d�bil de car�cter. �ste abandon� sus funciones como representante en ese estado del obispo expulsado, Pascual D�az y Barreto, al salir �l mismo del estado. Las autoridades civiles entregaron a Coronel el templo denominado de la Santa Cruz para uso de la Iglesia cism�tica. Igualmente el se�or Jos� Casaponsa fue encargado de los templos de la regi�n de los r�os, con autorizaci�n del gobernador Garrido Canabal, quien mediante una solicitud de los vecinos acept� adem�s que Coronel oficiara en la catedral de Esquipulas.
Las reacciones que se desataron en el pa�s contra la pol�tica religiosa aplicada en Tabasco pusieron de manifiesto la existencia de un estado de persecuci�n, as� como de una situaci�n "bestialmente desp�tica" en esa entidad, que negaba a sus habitantes el derecho de ser cat�licos. Un grupo de obreros de Motul, Yucat�n, defini� con claridad lo acontecido cuando solicit� al presidente de la Rep�blica "rectificar en toda la patria la infame direcci�n jacobina que empiezan a seguir los acontecimientos".
Las detenciones de sacerdotes se inician para dejar bien claro el sentido de la pol�tica que se ha puesto en pr�ctica en Tabasco, y tanto el p�rroco Carlos Hern�ndez, de Teapa, como el padre Iraola, de Huimanguillo, son apresados. El primero porque, en opini�n del gobernador, predic� durante la rebeli�n delahuertista para que los ind�genas engrosaran las filas de los infidentes al mando de Alberto Pineda, y el segundo por no cumplir con los requisitos se�alados por la legislatura tabasque�a, que dispon�a que se necesitaba ser mexicano por nacimiento y no ser c�libe. Esta �ltima disposici�n resultaba grosera para la Iglesia cat�lica.
Garrido envi� una carta a Gobernaci�n donde aclara que �l no encabez� a los obreros para nombrar a un obispo rojo, sino que fue la "fogosidad y entusiasmo del pueblo coste�o" lo que llev� a un grupo de la Liga Central de Resistencia del Partido Socialista Radical a invitar al sacerdote Manuel Gonz�lez Punaro para que secundara la labor del patriarca P�rez en M�xico. Pero �ste no acept� y se dio por finiquitado el asunto. Gonz�lez Punaro sali� del estado por motivos de salud y pas� a despedirse de Garrido antes de salir a la capital; no se fue por presiones, como afirma D�az y Barreto, quien en cambio s� realiz� actividades contra la candidatura de Calles. Garrido aclar� de paso que el obispo ostent� "con toda altaner�a sus vestiduras sacerdotales" en una velada que le ofreci� la burgues�a espa�ola, en alusi�n al incendiario acontecimiento del Teatro Merino.
Gobernaci�n manifest� a Garrido el 14 de abril que la ley correspondiente "[...] de ninguna manera autoriza a ninguna clase de autoridades, fuera del ejecutivo federal, para cambiar de destino un templo entreg�ndose a diferente culto; ni tampoco puede entenderse que diez vecinos [...] tengan autoridad para disponer templos, pues Constituci�n requiere presencia dichas personas �nicamente calidad testigos". Y por si no hubiera quedado claro, afirm� que la entrega de la catedral al presb�tero Coronel fue indebida.
Despu�s de innumerables tr�mites para la devoluci�n tanto de la iglesia de la Santa Cruz como de la catedral, los templos fueron devueltos, aunque se propuso que la segunda quedara como sala de actividades culturales. Pese a todo, Vicente Granados, vicario general de Tabasco, inform� a Gobernaci�n que los sacerdotes no hab�an podido oficiar porque tem�an ser atacados. Adem�s, junto con otros tres sacerdotes, demand� la derogaci�n de la ley que les imped�a oficiar si eran c�libes.
En todos los municipios del estado, las ligas de resistencia de alba�iles, empleados de comercio, meseros, recibidores de fruta, alijadores y carretilleros, pescadores, molineros, marineros, patrones motoristas, fogoneros, expendedores de agua, maestros de escuela y de revendedores, entre otros, continuaron manifestando su apoyo a Garrido en una serie de acciones que parec�an ser producto de un arreglo premeditado, pues un gran n�mero de telegramas de respaldo fueron enviados al secretario de Gobernaci�n, coronel Adalberto Tejeda. Usaban siempre la misma consigna: el obispo Pascual D�az y Barreto hab�a apoyado el movimiento delahuertista y buscaba causar problemas al gobierno del "integérrimo luchador revolucionario socialista Lic. Tom�s Garrido Canabal".
Pero el cisma religioso en Tabasco apenas se iniciaba. Y siguiendo de cerca la consigna de Zol�, el movimiento terminar�a "cuando el �ltimo cura colgara del campanario de la �ltima iglesia". En 1925, el gobernador interino Samuel Ruiz solicit� a Gobernaci�n los templos cat�licos abandonados, como los de la iglesia de la Punta en el municipio del Centro, el de Guapinol en Macuspana, los de Tecomagiaca y Esquipulas en Teapa, los de Cuculteupan y Santiago en Cunduac�n, y el de la plaza en Jalpa. El presidente Calles aceptar�a dos meses despu�s que los recintos se�alados dejaran de estar destinados al culto cat�lico para establecer en ellos escuelas p�blicas primarias, y justific� su decisi�n en el art�culo 20 de la ley del 18 de diciembre de 1922.
Durante el gobierno t�tere de Ausencio C. Cruz continu� el mismo tipo de peticiones, parec�a una fiebre la petici�n de que los templos fueran utilizados como escuelas, en virtud de las condiciones lamentables y antihigi�nicas en las que se impart�an las clases, en particular entre los campesinos y los ind�genas. Pero quiz� entre los casos m�s cuestionados se encontraba el relacionado con el uso del inmueble de la catedral de Esquipulas, en Villahermosa. Desde 1926 se iniciaron presiones para que en �l se realizaran actividades culturales; finalmente despu�s de un n�mero elevado de peticiones, Gobernaci�n acept� que se empleara como recinto de la Liga Central de Resistencia, para luego alojar a la escuela racionalista "Francisco Ferrer Guardia", a lo cual se opuso en forma airada la Liga de Defensa Social Tabasque�a, animada por Fernando Alipi Oropeza, el ac�rrimo enemigo de Garrido. En una carta dirigida al secretario de Gobernaci�n, los integrantes de la Liga le informaron que "Los templos de Esquipulas y La Concepci�n est�n siendo utilizados para reuniones de car�cter pol�tico de los empleados p�blicos que forman el partido pol�tico adicto al actual Gobernador y al Lic. Tom�s Garrido Canabal".
Su protesta iba encaminada, sin embargo, a denunciar a Garrido, quien "dispone en Tabasco de vidas y haciendas", y a quien acusaban de haber incendiado el templo de Santa Cruz el 22 de abril de ese a�o. En la carta, expedida el 28 de septiembre de 1928, aseguraban que en esa iglesia fueron resguardas las im�genes y objetos del culto extra�dos de los otros dos recintos.
Seg�n su versi�n, este individuo" hizo un viaje subrepticio por la noche desde su domicilio en Frontera para, al frente de un grupo de forajidos, prenderle fuego al templo y regresar al puerto. Pero Garrido sosten�a que el incendio hab�a sido un ardid de sus enemigos cat�licos, y orden� que toda la poblaci�n de Villahermosa cooperara para la reconstrucci�n de la iglesia.
En la primera semana de noviembre el gobernador Cruz comunic� a Gobernaci�n que las autoridades federales estaban investigando el incendio de la iglesia de Santa Cruz; que la liga que hab�a hecho la denuncia pod�a llamarse, de acuerdo con sus integrantes, de Defensa Religiosa; que �stos ment�an al afirmar que en Tabasco no exist�a un r�gimen de derecho y que, adem�s, hab�an traicionado los principios de la Revoluci�n porque se encontraban en la ciudad de M�xico "[...] huyendo de la justicia en virtud de haber tomado parte activa en el fracasado movimiento delahuertista e individuos mismos que no pudiendo conseguir por medio de sus amistades bien relacionadas con el gobierno actual, el volver a este Estado a apoderarse de la Cosa P�blica".
La Liga envi� otro memor�ndum a la Secretar�a de Gobernaci�n, en el cual afirmaba que 22 templos hab�an sido habilitados como escuelas mediante un decreto presidencial, pero aseguraba que a otros 54 se les daba el mismo uso en forma ilegal, porque no se hab�an realizado los tr�mites correspondientes. Aprovechaba para denunciar los hechos acontecidos el d�a de San Carlos del a�o 1930 en Macuspana, donde elementos bajo las �rdenes de Garrido Canabal se hab�an presentado en la fiesta religiosa y tirotearon el interior del templo, a ra�z de lo cual murieron varias personas y otras resultaron heridas.
Algunos tabasque�os coincid�an con la postura de la Liga, entre cuyos reclamos figuraba el de que se mantuviera el culto en ciertos templos e incluso que fueran reintegrados, pese a que ya hab�an sido habilitados como escuelas, principalmente. El 25 de enero de 1928, alrededor de 100 vecinos de Tecolutilla, municipio de Comalcalco, firmaron una carta dirigida a Calles en la que rechazaban la disposici�n del presidente municipal de que desocuparan la ermita, "el �nico templo que poseemos" para practicar las ceremonias religiosas. Asimismo, ped�an que el templo se les otorgara en propiedad, porque el pueblo lo hab�a construido. Con aire inocente argumentaban:
...suponemos que no se trata de reformar las creencias, pues si as� fuera, deber�a hac�rsenos saber cu�l es la que habr�amos de seguir, porque nosotros en nuestro humilde concepto, opinamos que un pueblo sin religi�n carece de moralidad; y si nuestra primitiva raza azteca, que viv�a en el obscurantismo, se fijaba en los astros m�s brillantes del espacio, para designarlos como dioses, �por qu� nosotros, estando en pleno siglo de civilizaci�n, no hemos de profesar alguna creencia religiosa?
Por supuesto, la pregunta se quedaba sin respuesta en un ambiente anticlerical y abiertamente irreligioso que la misma historia de Tabasco permit�a entender. Pero adem�s de las solicitudes que seguramente rebasaron la existencia de inmuebles religiosos en el sentido de que en las iglesias se instalaran escuelas primarias, nocturnas para obreros y diurnas para se�oritas, y los memoranda enviados por Gobernaci�n a Hacienda para saber si las construcciones cumpl�an los requisitos, volv�a a aparecer la terca demanda de los vecinos, quienes, como los cat�licos encabezados por la se�ora Clara G. de Dagdug, solicitaban que se les permitiera terminar su iglesia en Huimanguillo y se revocara la orden de convertirla en cuartel. Otras vecinas propon�an constituirse en una Junta Cat�lica para resguardar las im�genes del templo de Mecatepec, y algunas m�s exig�an que les fueran devueltos los recintos de la catedral y de la Concepci�n en Villahermosa. A su vez, los fieles de C�rdenas tambi�n demandaron la restituci�n de sus templos. Hubo quienes se dirigieron a la se�ora Josefina Ortiz de Ortiz Rubio, la esposa del presidente, para pedirle que intercediera en favor de ellos porque, "cuando se suprime a Dios, se hace de noche en la conciencia de los pueblos".
Hubo quienes fueron m�s lejos en C�rdenas: desafiando la decisi�n autoritaria del r�gimen tabasque�o de llevar adelante su campa�a desfanatizadora, denunciaron que el 18 de abril de 1930, en el d�a llamado "viernes santo", "[...] la primera autoridad con todos sus empleados y algunos de los invitados, teniendo al frente un altar donde se exhib�a una cabeza de cerdo, adornada con pinturas roji-negras, fue celebrado un banquete en plena Iglesia [...]" Pero con conciencia, agregaban:
Tambi�n vemos con suma tristeza, que muy lejos nuestras leyes de disponer el ataque a Iglesia o Credo alguno, el articulo 24 de la Constituci�n Federal de la Rep�blica, garantiza ampliamente a todo el que profese la religi�n que pueda convenirle, y no tiene m�s restricciones que las referentes a sus ceremonias, que deben efectuarse en el interior de los templos [...].
Cuando la Liga de Resistencia ocup� el templo de Jalpa de M�ndez por �rdenes del presidente municipal en febrero de 1928, cincuenta se�oras y sesenta se�oritas se dirigieron al secretario de Gobernaci�n para informarle: "es el �nico que existe en esta poblaci�n donde hacemos oraciones", y pedir que fuera devuelto. Siguiendo el tr�mite correspondiente, esa secretar�a pregunto a la de Hacienda si hab�a autorizado la ocupaci�n del inmueble referido. Por su parte, �sta pidi� a la de Gobernaci�n que solicitara la devoluci�n del edificio religioso, y as� se lo hizo saber al gobernador Ausencio C. Cruz, quien comunic� al presidente municipal que, debido a que las agrupaciones societarias de la municipalidad ten�an locales propios, deb�an abandonar el templo. Sin embargo, este tipo de soluciones no eran las m�s usuales porque cuando Gobernaci�n pidi� al gobernador la devoluci�n de la iglesia de San Francisco, simplemente respondi� que estaba ocupada por una escuela, porque el presidente de la Rep�blica as� lo hab�a decidido; se refer�a a la promesa de Calles de emitir un decreto por medio del cual los recintos religiosos se pondr�an a disposici�n del gobierno local para el establecimiento de escuelas elementales.
El diputado Manuel Garrido, con toda evidencia pariente cercano del l�der tabasque�o, intervino para que la iglesia de Jonuta no fuera devuelta, seg�n la petici�n de un grupo de se�oras que argumentaba que en ella funcionaba la escuela �lvaro Obreg�n, a la cual asist�an m�s de 200 alumnos. Pero el caso se alarg� porque se esperaba el dictamen de la Secretar�a de Educaci�n respecto de las cualidades art�sticas del recinto.
Tambi�n el diputado P�o Garrido Llaven interven�a en los asuntos de esa localidad, como cuando una centena de habitantes firm� una carta el 1� de agosto de 1929 para denunciar que "anda exhibiendo pel�culas inmorales por los municipios del estado en las cuales se mira mujeres dando a luz ni�os en las sacrist�as de los templos y otras en arroyuelos ba��ndose en compa��a de curas". El mismo diputado amenaz� a los obreros con quitarles el trabajo si no firmaban escritos dirigidos al presidente para pedirle que no llegaran curas a Tabasco.
Con el documento se anexaba un anuncio, transcrito, de la exhibici�n de la cinta aludida:
En el teatro de los Obreros. Escuela Racionalista "Francisco Ferrer Guardia". (Ex-catedral).- Obreros y Campesinos: Si quereis conocer la historia verdadera de la vida de los conventos, si quereis saber cual es, en el fondo, la realidad, de esa virtud predicada por los curas; si quereis conocer en que planos de inmoralidad nauseabunda se desarrolla el contubernio del altar y el trono; si quereis saber en fin, donde se esconde el mayor peligro para el honor de vuestras hijas, de vuestras hermanas y de los Obreros y Campesinos arreglado en la Escuela [...] para ver la exhibici�n de la interesante pel�cula "La Cruz y el Mauser".- La Liga Central de Resistencia se permite invitar a todas las familias de Obreros y Campesinos y en general a toda la sociedad.
El gobernador Cruz respondi� a un requerimiento de Gobernaci�n que la pel�cula no era inmoral y que, por tanto, su exhibici�n estaba autorizada; no dec�a por qui�n, y agregaba que no deb�a involucrarse al licenciado Tom�s Garrido Canabal de estar influyendo en los asuntos del estado, porque "no es ninguna autoridad para estar haciendo entrega de los templos".
Sin embargo, la apertura de los cultos en el nivel nacional, despu�s de firmados los acuerdos entre la Iglesia y el Estado, hac�an m�s dif�cil la situaci�n en Tabasco, donde el anticlericalismo permeaba todos los espacios de la vida p�blica. Pascual D�az, el arzobispo primado de M�xico, intervino ante Gobernaci�n para informar que en Teapa, Tabasco, aprovechando la inocencia de los ni�os, que obedec�an �rdenes superiores, se estaban demoliendo pilas bautismales y altares. Algo que impresion� a�n m�s a los habitantes de Cunduac�n fue el edicto municipal que reglamentaba tres puntos: 1) Todo grupo de personas ser�a disuelto para mantener el orden; 2) todas aquellas personas que mantuvieran bancas de la ex iglesia deb�an regresarlas a la presidencia municipal; y 3) se conced�an ocho d�as a los familiares de los difuntos enterrados en la parroquia para que los restos fuesen trasladados al cementerio civil. Este �ltimo era el punto m�s escabroso, porque en esa situaci�n se encontraban los despojos del doctor Jos� Eduardo de C�rdenas, el prestigiado cl�rigo que represent� a Tabasco ante las Cortes de C�diz, y los del se�or Agust�n Ruiz de la Pe�a, el primer gobernador del estado en su vida independiente.
Seguramente no era f�cil para la Federaci�n hacer compatible lo que pasaba en Tabasco con la reorientaci�n de las relaciones Iglesia-Estado. Quiz� eso motiv� que el 25 de marzo de 1930 la Direcci�n de Bienes Nacionales sugiriera a Gobernaci�n que el problema de los templos en el estado se resolviera en forma general de acuerdo con la Ley sobre Clasificaci�n y R�gimen de los Bienes Inmuebles de la Federaci�n, tomando en cuenta que el clero cat�lico romano se hab�a sometido a las disposiciones constitucionales.
De 85 templos existentes en Tabasco, seg�n reportaba la Secretar�a de Gobernaci�n, 68 hab�an sido convertidos en escuelas, pero solamente diez por decreto presidencial. Los otros hab�an sido tomados a discreci�n; en 15 se segu�an realizando cultos, y curiosamente el de Para�so estaba dedicado al evang�lico; 16 simplemente fueron clausurados. Por cierto, el templo evang�lico de Villahermosa, dirigido por el pastor Salom�n R. D�az, fue uno de los clausurados, por no acatar las disposiciones respecto a que el lugar destinado al culto no deb�a ser p�blico.