2. La conquista y la formaci�n del Tabasco colonial

2. La conquista y la formaci�n del Tabasco colonial


El �rea maya hab�a conocido un florecimiento cultural importante desde el a�o 300 hasta el 900 d.C., pero su repercusi�n no fue homog�nea; algunas regiones participaron de ese desarrollo cl�sico, vinculado a la influencia de Teotihuacan, de manera tangencial. En lo que es hoy territorio tabasque�o se distinguieron los chontales, un pueblo maya con fuerte influencia nahua y compuesto por excelentes navegantes mar�timos, habilidad que les permiti� controlar el comercio costero alrededor de la pen�nsula de Yucat�n. Las continuas incursiones de los guerreros nahuas, sin embargo, debilitaron la integraci�n de la zona, de tal forma que los chontales fueron f�cilmente dominados por los toltecas y despu�s por los itzaes. Jan de Vos, en Las fronteras de la frontera sur, resume bien ese itinerario y se�ala que de la "antigua tradici�n maya apenas sobreviv�a, bajo una capa de costumbres ajenas", una cultura mixta.

El 8 de junio "del a�o del Se�or de 1518", los conquistadores espa�oles llegaron a la entrada de un gran r�o por la que �ste desembocaba desde el continente. Debido a la gran potencia de su afluente no pudieron anclar en la desembocadura. Le llamaron Grijalva, como el apellido del capit�n, de nombre Juan, que dirigi� esa expedici�n que los llev� de la isla de Cuba a Cozumel, luego a Champot�n y, rodeando la bah�a, a Puerto Deseado, hasta llegar a esa regi�n "...tan f�rtil y atractiva que todos decidimos establecer nuestras casas en aquel lugar". Seg�n fray Juan de Torquemada en su Monarqu�a indiana, los naturales designaban a ese r�o como Tabasco, nombre que, de acuerdo con Bernal D�az del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espa�a, correspond�a al del cacique de aquel lugar.

El 12 de marzo del a�o de 1519, "del nacimiento de Nuestro Se�or Jesucristo", seg�n los cronistas, cuando su Iglesia era gobernada por el sumo pontificado de Roma, el papa Le�n X, y era monarca de los pr�ncipes cristianos el muy cat�lico emperador don Carlos V de las Espa�as, el famos�simo y venturos�simo capit�n don Hern�n Cort�s desembarc� con toda su armada en la desembocadura del r�o Grijalva. Dej� los nav�os mayores en el mar, y en los peque�os bateles sus hombres fueron a desembarcar en los Palmares.

Entre los manglares, los habitantes de esa regi�n, montados en sus canoas, no daban indicios de hospitalidad y ya le hab�an pedido a Juan de Grijalva, un a�o atr�s, que se retirara de sus dominios. Cort�s decidi� emprender el ataque frente a lo que parec�a una muy fuerte resistencia, que los cronistas han considerado compuesta por miles de hombres. Es de suponer que los caballos, tan desconocidos por los indios como las ballestas que escup�an fuego, tuvieron en ellos efectos desalentadores. Los espa�oles se hab�an consolado durante la guerra con los gritos de "Santiago y San Pedro", y cuando termin� el enfrentamiento declaraban: "...el cielo debe haber peleado por nuestra parte, puesto que nuestra fuerza nunca pod�a haber prevalecido contra tal multitud de enemigos", seg�n cont� William H. Prescott en Historia de la conquista de M�xico.

Con esa batalla Cort�s abri� la puerta a la evangelizaci�n del nuevo mundo para que "...se restaurase y recompensase la Iglesia cat�lica con conversi�n de muchas �nimas, la p�rdida y da�o grande que el maldito Lutero hab�a de causar en la misma saz�n y tiempo en la antigua cristiandad", dec�a fray Ger�nimo de Mendieta en su Historia eclesi�stica indiana a finales del siglo XVI.

Fiel al mandato de la Iglesia, Cort�s hizo llamar al lugar de la batalla Santa Mar�a de la Victoria "para dar gracias a Dios y a su bendita madre"; tiempo despu�s ser�a en las inmediaciones de ese lugar donde se constituy� la capital de la provincia, muy pr�xima probablemente a aquella ciudad que deslumbr� a Pedro M�rtir, seg�n su relato en D�cadas del nuevo mundo:

No se sabe a ciencia cierta qu� contempl� el cronista; pudo ser Comalcalco aunque sus construcciones son de ladrillo, en virtud de la dificultad que significaba localizar piedra en la regi�n. Los conquistadores coincidieron en destacar la fertilidad y riqueza de las tierras de Tabasco, m�s que las fabulosas ciudades encontradas. La regi�n result� todav�a m�s importante porque all� le fue presentada a Cort�s la Malinche, que despu�s ser�a bautizada con el nombre de do�a Marina. Nativa de Guazacualco, hablaba nahua, pero adem�s conoc�a el maya, lengua que tambi�n entend�a Jer�nimo de Aguilar, quien transmit�a a do�a Marina los deseos de Cort�s para que los comunicara a los nativos. De esa forma, los conquistadores entraron en relaci�n directa con las dos lenguas m�s extendidas en M�xico.

La estancia de los espa�oles en Tabasco fue definitiva para la evangelizaci�n, porque all� se asent� su primera ciudad y porque a partir de su conquista se les abrieron las puertas de los nuevos territorios, aunque dif�cilmente entendieron las diferencias que exist�an entre un pueblo y otro, porque cuando llegaron a Am�rica �sta era un crisol de civilizaciones, y Tabasco no era sino una muestra de esa diversidad.

La geograf�a hist�rica est� llena de cambios, y la extensa zona sur y sureste del pa�s estuvo expuesta a ellos. Aunque identificada con la cultura maya, �sta adquiri� varios elementos de la vecina cultura olmeca, considerada la cultura madre por ser la primera de Mesoam�rica. M�s tarde sufri� tambi�n la influencia de los toltecas, hasta que la regi�n fue ocupada militarmente por los hablantes del nahua, quienes con el tiempo adquirieron el idioma y las costumbres de los s�bditos. Por esta raz�n, a la llegada de los espa�oles la lengua maya se hablaba en una zona muy extendida, que abarcaba desde Comalcalco hasta el Pet�n.

Ese gran territorio debi� de haber conformado una sola provincia de acuerdo con sus rasgos culturales, pero fue fragment�ndose hasta quedar dividido, ya en la �poca colonial, en dos grandes zonas: "la que ca�a bajo el control del gobierno espa�ol y la que escapaba a dicho control", seg�n el mismo Jan de Vos.


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