El progreso porfiriano


Las f�bricas textiles siguieron construy�ndose, al igual que desde mediados del siglo XIX, cerca de los principales centros comerciales, en las zonas con mayor densidad demogr�fica y al lado de corrientes de agua que les proporcionaban fuerza motriz para su maquinaria y parte de los procesos productivos. La mayor�a de los capitales de estas industrias proven�an de las �lites de Puebla, y muchos de sus due�os eran de origen espa�ol. Durante el porfiriato la industria textil de Tlaxcala tuvo un considerable crecimiento, debido, por un lado, al apoyo que recibi� del gobierno estatal al exentarla temporalmente de impuestos, y por otro, a causa de la acelerada multiplicaci�n de v�as f�rreas, que facilitaba e incrementaba la distribuci�n y comercializaci�n de los productos, desde las f�bricas tlaxcaltecas hasta los centros de consumo ubicados en otras regiones del pa�s.

Es impresionante la variedad de f�bricas que exist�an en Tlaxcala. Aunque las m�s importantes eran, por supuesto, las textiles, tambi�n hab�a las que, en diversas partes del estado, elaboraban aguardientes, loza, vidrio, papel, fierro fundido, aceites, jabones, escobas, cigarros, cerillos y velas, adem�s de los molinos de ma�z y trigo, que eran muy numerosos. No obstante que la mayor�a de estos centros de producci�n eran en realidad peque�os talleres artesanales de tipo dom�stico, en ellos se invert�a capital, se satisfac�an ciertas necesidades de consumo de la poblaci�n y se generaban empleos.

En los inicios del gobierno cahuantzista, Tlaxcala ya gozaba de una importante red de comunicaci�n ferroviaria interestatal. La l�nea del Ferrocarril Mexicano que un�a a la ciudad de M�xico con Veracruz pasaba por Apan, Apizaco y Huamantla, y ten�a un ramal que enlazaba Apizaco, Santa Ana, Tlaxcala y Puebla; y la ruta del Ferrocarril Interoce�nico corr�a por la zona norte del estado y ten�a una estaci�n en Calpulalpan. Desde la d�cada de 1880 algunos terratenientes comenzaron a construir una serie de v�as con trenes de tracci�n animal, con el prop�sito de enlazar sus propiedades entre s�, y a �stas con las estaciones de ferrocarril m�s cercanas. Hacia fines del prosperato hab�a ya 40 de esas l�neas locales, que ocupaban una extensi�n total de 267 kil�metros; de ellas, s�lo dos estaban abiertas al uso p�blico, y el resto serv�an para transportar los productos de sus respectivos due�os.

Especialmente las haciendas fueron las m�s favorecidas con la red ferroviaria, ya que pudieron llevar sus mercanc�as a distancias m�s lejanas, en mayores vol�menes, con m�s rapidez y a mejores costos que antes, con lo cual lograron incrementar sus ganancias y hacer m�s rentables sus propiedades. Las fincas que pose�an bosques tuvieron la oportunidad de ganar fuertes cantidades de dinero con la venta de durmientes y postes a las compa��as constructoras de las l�neas de ferrocarril. El paso de este moderno medio de transporte tambi�n gener� un considerable aumento en el valor de la tierra, con alcances generalizados a todas las propiedades rurales que hab�a en el estado, lo que propici� la especulaci�n y el incremento de los impuestos por derechos de tenencia.

Adem�s del ferrocarril, otro term�metro del progreso fueron las obras p�blicas, las cuales se multiplicaron de manera muy significativa durante la administraci�n cahuantzista. En diferentes sitios de la entidad se construyeron plazas, kioscos, calles, puentes, mercados y edificios civiles; se introdujo alumbrado p�blico, tel�fono y tel�grafo, se remoz� el palacio de gobierno y se edificaron el palacio legislativo y el teatro Xicot�ncatl. En este �ltimo recinto se realizaban actos pol�ticos y actividades culturales y sociales, como bailes, conciertos, zarzuelas y funciones de t�teres a cargo de la compa��a Rosete Aranda, originaria de Tlaxcala y que alcanz� gran fama nacional.

La educaci�n de la poblaci�n era vista por los liberales positivistas como una base fundamental del progreso, de ah� que trataran de darle un serio impulso. Durante el gobierno de Cahuantzi la instrucci�n p�blica de Tlaxcala mejor� en relaci�n con la que hab�a existido anteriormente, pues se duplic� el presupuesto destinado a dicho rubro, y se increment� en 26% el n�mero de escuelas primarias p�blicas y en 34% la cantidad de alumnos que asist�an a ellas. Destaca la creaci�n del Instituto Cient�fico y Literario para impartir una educaci�n media, as� como la fundaci�n de la Academia de M�sica. Es importante indicar que un n�mero considerable de los profesores que trabajaban en Tlaxcala era protestante y hab�a recibido su formaci�n profesional y religiosa en la escuela metodista de Puebla. Se trataba de gente muy politizada que influir�a en forma decisiva en el movimiento opositor al gobierno porfirista y, m�s tarde, en el revolucionario.

Otro aspecto importante de esa �poca es el de las finanzas p�blicas. Desde los inicios de su administraci�n, Cahuantzi se propuso sanear la econom�a del gobierno y aumentar progresivamente los ingresos del erario hasta alcanzar un super�vit, lo cual consigui� durante una docena de a�os. Pero la �nica fuente de recursos para lograr ese objetivo y para financiar las obras p�blicas, la educaci�n, el aparato burocr�tico, la milicia y todo aquello con lo que se intentaba apoyar el orden, la paz y el progreso de la entidad, eran las contribuciones fiscales, su incremento y su eficiente recaudaci�n. Por tal motivo se crearon o elevaron los impuestos a la producci�n fabril y pulquera, a todas las ramas del comercio y a la propiedad ra�z. Esta pol�tica no era exclusiva de Tlaxcala; se instrument� nacionalmente como parte del plan de "modernizaci�n" que el r�gimen porfirista se hab�a propuesto llevar a cabo. En el apartado siguiente veremos las graves consecuencias que en Tlaxcala tuvo esta pol�tica fiscal.

No existen indicios claros de que durante el prosperato hayan aumentado de manera considerable los conflictos agrarios tradicionales, originados desde el periodo virreinal, por cuestiones de tierras, aguas, bosques y caminos. Tambi�n es dif�cil sostener que las grandes haciendas hayan acaparado dichos recursos naturales en serio detrimento de los pueblos, pues aunque no falt� este tipo de problemas, parece que m�s bien fueron reducidos. En lo referente al agua, exist�a una interdependencia entre las fincas y los pueblos, incluso en la regi�n sur del estado, donde hab�a cultivos de riego. En la explotaci�n de los bosques participaron de manera muy similar los hacendados y los pueblerinos, y entre estos �ltimos se concentraron los conflictos originados por la extracci�n y comercializaci�n de las maderas. A todo ello se sumaba el hecho de que la tasa de crecimiento demogr�fico fue muy baja durante ese periodo (0.7% en promedio anual), raz�n por la cual no hubo una excesiva presi�n sobre la tenencia de la tierra. Por lo tanto, es dudoso que los problemas tradicionales generados por la posesi�n y explotaci�n de los recursos naturales, considerados de modo aislado, constituyeran la �nica o principal fuente de rebeli�n popular hacia finales del porfiriato. �sta encontrar�a una mejor explicaci�n si a los conflictos mencionados se sumaran los causados por las pol�ticas gubernamentales de Cahuantzi, tales como las contribuciones fiscales, el incremento del precio de la tierra, el reclutamiento forzoso de la poblaci�n campesina para el servicio militar y la imposici�n de autoridades locales.


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