Un crisol de culturas ind�genas


En la zona suroeste del actual estado de Tlaxcala, entre la cuenca de los r�os Atoyac y Zahuapan, arriba de un cerro y en una posici�n estrat�gica para dominar las planicies de los alrededores, fue construida hace m�s de mil a�os la imponente ciudad fortificada de Cacaxtla. Estaba formada por una serie de adoratorios, plataformas, templos, terrazas, plazas, calles y pir�mides, como muchas otras ciudades del �rea mesoamericana; sin embargo, lo que la distingue entre todas las de la Am�rica precolombina son sus numerosas, impresionantes y bien conservadas pinturas murales. Aun cuando Cacaxtla fue edificada por los olmecaxicalancas, su obra pict�rica da cuenta de las notables influencias mayas y teotihuacanas, entre otras, que tuvo esta antigua cultura tlaxcalteca. Arte y mitolog�a, hombres y dioses, vida y muerte, victoria y derrota, tierra y agua, noche y d�a, aves y jaguares, guerra y paz, son los elementos que, cargados de s�mbolos duales y antag�nicos, no descifrados del todo a�n, fueron dibujados con gran realismo en varios de los muros de la otrora magnificente y poderosa ciudad de Cacaxtla. Este tesoro arqueol�gico, orgullo de la cultura tlaxcalteca, es un monumento hist�rico ya declarado "patrimonio de la humanidad". Sin lugar a dudas, es una de las expresiones m�s elevadas y espl�ndidas de dicha cultura, por lo que con frecuencia se le considera como un importante punto de referencia de la identidad hist�rica de Tlaxcala; sin embargo, �sta no comienza ni se explica de manera suficiente en los muros de Cacaxtla.

La primera presencia humana en la regi�n de lo que actualmente es el estado de Tlaxcala se remonta 12 mil a�os atr�s, cuando el medio ambiente que la albergaba era distinto al de hoy en d�a; otro tipo de animales, de plantas y de clima recibi� a aquellos primeros pobladores. Seis mil a�os despu�s exist�an unos 25 lugares en torno a los cuales se movilizaban peque�os grupos n�madas en busca de alimento por medio de la cacer�a y la recolecci�n de vegetales. No fue sino hasta hace unos 4 000 a�os cuando aquellos antepasados de los tlaxcaltecas comenzaron a realizar los primeros cultivos agr�colas, y en consecuencia a llevar una vida semisedentaria. Conforme la agricultura cobr� importancia se habilitaron terrazas para los cultivos, pozos para almacenar v�veres, casas para una habitaci�n m�s permanente, as� como hornos para producir cer�mica y cocer alimentos. Ya desde entonces se procesaban para diversos usos algunos componentes del maguey, como las pencas y los quiotes. Esta planta se convertir�a durante miles de a�os en una fiel acompa�ante de la poblaci�n tlaxcalteca y ocupar�a un puesto destacado en su vida econ�mica y cultural.

Se calcula que hacia el a�o 1 000 a.C. ya hab�a alrededor de 150 asentamientos que compart�an las mismas caracter�sticas culturales, diseminados en un espacio que abarcaba poco m�s de 2 000 kil�metros cuadrados. Dentro de ese territorio no quedaban incluidas las zonas norte, noroeste ni el extremo oriente del actual estado de Tlaxcala, pues ah� la presencia humana fue posterior, debido en buena parte a que las condiciones geogr�ficas eran menos propicias. En la regi�n habitada, que correspond�a al centro, sur y suroeste, casi 40 000 personas se agrupaban en numerosos pueblos, constituidos en centros c�vico-religiosos que ejerc�an cierto control sobre los peque�os asentamientos de sus alrededores. Advi�rtase c�mo desde aquellos lejanos tiempos ya se conformaban dos grandes subregiones geodemogr�ficas, las cuales habr�an de permanecer; con sus caracter�sticas sustanciales, como factores de influencia en el proceso hist�rico de la entidad.

Aquellos primeros pobladores de Tlaxcala estaban en constante contacto con otros grupos humanos. Se tienen pruebas de que sosten�an cierto tipo de relaciones con habitantes de los vecinos valles de Puebla y de Tehuac�n, pero tambi�n con gente de lugares m�s lejanos, como las costas del golfo y del Pac�fico. En aquella �poca fue cuando llegaron a la regi�n de Tlaxcala las primeras, aunque muy ligeras, influencias de la cultura olmeca.

Conforme avanzaba el tiempo, la organizaci�n social se fue volviendo m�s compleja. Adem�s de incrementarse el n�mero de campesinos, quienes compon�an el grueso de la poblaci�n, se consolid� el papel de los artesanos y surgieron los comerciantes. Los sacerdotes asumieron la jefatura y dieron origen a un gobierno teocr�tico. Para el a�o 500 a.C. los pueblos grandes se hab�an convertido en peque�as ciudades, que ten�an un centro ceremonial, calles y residencias para los jefes, con una arquitectura m�s compleja. El total de habitantes sumaba alrededor de 125 000, y el n�mero de asentamientos se calcula en cerca de 230. Es notable el avance tecnol�gico que se hab�a logrado entonces, particularmente el aplicado a las construcciones piramidales dedicadas al culto y a la habitaci�n de los dirigentes, as� como el control del agua para el sistema de riego. Canales, diques, chinampas y camellones eran recursos empleados desde esa �poca para los trabajos agr�colas. A la par de esta actividad, tambi�n la alfarer�a y la elaboraci�n de textiles con fibras de maguey tuvieron un desarrollo sustancial, pues parece que comunidades enteras se dedicaban a tales labores. Ya se realizaba una cer�mica m�s elaborada, de la cual existen testimonios que han perdurado hasta nuestros d�as, como la representaci�n del "dios viejo", Huehuet�otl, la m�s antigua de la que se tenga conocimiento. En aquellos tiempos, pues, se enraizaban esas dos actividades: la textil y la cer�mica, que continuaron cultiv�ndose de manera ininterrumpida en algunas poblaciones de Tlaxcala.

Entre el siglo IV a.C. y los inicios de nuestra era, la regi�n de lo que actualmente es el estado vivi� un apogeo cultural y un cl�max demogr�fico. Fue entonces cuando los conocimientos agr�colas se desarrollaron al nivel que encontrar�an los espa�oles a su llegada mucho tiempo despu�s; las construcciones arquitect�nicas alcanzaron sus mayores dimensiones, en tanto que la clase sacerdotal se consolid� en el poder y ejerci� una fuerte influencia pol�tica y econ�mica. Los asentamientos aumentaron a cerca de 300, dentro de un �rea de aproximadamente 3 000 kil�metros cuadrados, incluyendo por primera vez las zonas norte y noroeste de los actuales l�mites de la entidad. La totalidad de ese territorio era habitada por poco m�s de 180 000 personas.

En una etapa posterior, que abarc� los primeros siete siglos de nuestra era, la regi�n tlaxcalteca sufri� un relativo estancamiento y una serie de importantes cambios en su organizaci�n. El florecimiento que entonces tuvieron dos grandes culturas vecinas: la de Cholula y la teotihuacana, parece haber representado para Tlaxcala una seria amenaza a su independencia. El gobierno teocr�tico empez� a ser desplazado por uno militarista, a la vez que se iniciaba la construcci�n de fortificaciones en las principales ciudades. No obstante tales medidas, result� inevitable que la regi�n fuera penetrada por grupos culturales diferentes a los que ah� exist�an. En el norte, noroeste y en un corredor central se asentaron los de influencia teotihuacana, y en el extremo sur los de cultura cholulteca.

Durante ese mismo periodo llegaron a la regi�n otros grupos �tnicos, con lo que se desataron luchas, movimientos migratorios internos y cierto caos sociopol�tico. Entre esos nuevos grupos destaca el de los llamados olmeca-xicalancas, quienes vendr�an a llenar el vac�o de poder dejado en el sur de Tlaxcala y el valle poblano a la ca�da de Cholula, ocurrida alrededor del a�o 650. La hegemon�a de los olmeca-xicalancas se extendi� del siglo VII al IX d.C., y su capital fue la ciudad de Cacaxtla. Este periodo se caracteriz� por un incremento demogr�fico, producido en gran medida por el arribo de m�s grupos, como el de los otom�es con influencia huasteca y el de otros vinculados a la cultura del Taj�n.

Tambi�n en ese entonces se multiplicaron los sitios fortificados iniciados en la etapa anterior, desapareci� el corredor territorial del centro de origen teotihuacano, se consolid� el gobierno militarista tlaxcalteca y se produjo un renacimiento cultural en la regi�n, del cual la ciudad de Cacaxtla es un claro ejemplo.

Hacia el siglo X volvieron a ocurrir importantes cambios. Los olmeca-xicalancas perdieron su posici�n hegem�nica sobre el �rea sure�a ante el empuje de los tolteca-chichimecas, mientras que los otom�es huastequizados obten�an el control de la zona norte. A su vez, en la regi�n central y en la del noroeste principiaba la formaci�n de los cacicazgos o se�or�os que habr�an de encontrar los espa�oles en el siglo XVI; los del centro consiguieron una posici�n m�s aut�noma, pero los del noroeste continuaron bajo la influencia de las culturas de la cuenca de M�xico. Tambi�n entonces resurgi� Cholula en la frontera sur, s�lo que esta vez tuvo que rivalizar con el poder de otros se�or�os emergentes, principalmente Huexotzinco y Atlixco.

Todo este conjunto de culturas y de pueblos, llegados unos de manera sucesiva y otros en forma casi simult�nea, unas veces complement�ndose y otras enfrent�ndose, dieron, como un crisol, forma y fundamento a lo que ser�a la antigua Tlaxcallan, cuyo nombre significa "lugar del pan o tortilla de ma�z".


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