En v�speras de la independencia, las intendencias m�s pobladas eran, en orden descendente, M�xico, Puebla, Oaxaca, Yucat�n, Guadalajara y Michoac�n, que concentraban a casi cinco sextas partes del total. Zacatecas, junto con las intendencias y gobiernos del norte, reun�an otra sexta parte, mientras el vasto norte estaba poco poblado.
La poblaci�n zacatecana, altamente estratificada, estuvo dividida en grupos econ�micos y �tnicos. La proporci�n de individuos considerados por los censos bajo la categor�a de espa�oles, y que muy probablemente incluy� a los criollos, fue muy alta; por importancia num�rica segu�an los mulatos, las castas, los indios y los europeos. En la ciudad de Zacatecas las castas eran ligeramente m�s numerosas.
A fines del siglo XVIII
, la jurisdicci�n de Fresnillo concentr� el m�s alto porcentaje de habitantes de la intendencia; le segu�an Sierra de Pinos y despu�s el casco de la ciudad de Zacatecas, donde resid�a la mayor�a de los europeos. De acuerdo con el censo de Revillagigedo de 1793, la poblaci�n total era de aproximadamente 118 000 habitantes.
Al consumarse la Independencia, los habitantes del pa�s fueron declarados ciudadanos mexicanos, iguales ante la ley, y aunque de facto no desapareci� la divisi�n de la sociedad en estamentos �tnicos, aqu�llos ya no fueron registrados bajo las categor�as de indio o casta.
Debido a la inexactitud de las estad�sticas demogr�ficas de esta �poca, es dif�cil determinar la evoluci�n de la poblaci�n. Si se toma en cuenta el alto �ndice de mortalidad del periodo, causado por las enfermedades y epidemias que repetidamente atacaron a la poblaci�n, los conflictos b�licos del pa�s en los que Zacatecas particip� y la tendencia de las sociedades preindustriales a mostrar un crecimiento d�bil, es dif�cil suponer que el n�mero de habitantes se haya elevado de manera significativa. Durante las seis primeras d�cadas del siglo XIX
la poblaci�n del estado creci� a ritmo lento pero sostenido, con una tasa de crecimiento aproximada de 1.9 por ciento.
La miner�a absorbi� al porcentaje m�s alto de la poblaci�n econ�micamente activa de la ciudad capital. Le siguieron las actividades artesanales, en las que destaca en algunos casos la participaci�n de las mujeres en los talleres. El tercer lugar fue para el comercio. Servicios como los dom�sticos que ofrec�an cargadores, cocheros y aguadores, entre otros, tuvieron el cuarto lugar. El quinto fue para las actividades agr�colas, que tambi�n se desarrollaban dentro de la ciudad. Por �ltimo, estaban los individuos dedicados a las profesiones liberales (abogados, m�dicos, escribanos, ingenieros, m�sicos, etc.) y quienes se empleaban en la construcci�n, las armas o formaban parte de las comunidades religiosas.