Trinidad Garc�a de la Cadena se sum� por iniciativa propia a la rebeli�n tuxtepecana, y tras una alianza ef�mera a la causa legalista de Jos� Mar�a Iglesias, contribuy� al triunfo final de las fuerzas porfiristas, a las que brind� un apoyo pol�tico y militar inapreciable en los estados de Zacatecas, Durango y Jalisco. De ah� que don Trinidad sintiera leg�timamente compartir las mieles de la victoria cuando Porfirio D�az ocup� la capital, y accediera por segunda vez a la gubernatura del estado con pleno derecho y por m�rito propio.
Una vez en el poder estatal, Garc�a de la Cadena convoc� a elecciones, en las que obtuvo una victoria absoluta. Su segunda administraci�n fue tanto o m�s progresista que la primera. A diferencia de lo que hab�a hecho Gabriel Garc�a al derrotarlo en 1870, Garc�a de la Cadena llam� a funcionar al tribunal de justicia existente en el momento de su triunfo, y convoc� a su renovaci�n por la v�a del sufragio. Por otra parte, recuperando una pr�ctica antigua que hab�a sido desechada por sus predecesores, determin� que los presidentes municipales funcionaran "sin m�s retribuci�n que la gratitud de los pueblos".
Muchos otros actos de gobierno atestiguan la labor bienhechora de Trinidad Garc�a de la Cadena al frente del Ejecutivo de Zacatecas. A m�s de las mejoras materiales que emprendi� (como la construcci�n de ferrocarriles, carreteras y l�neas telegr�ficas y los experimentos precursores de comunicaci�n telef�nica), realiz� otras que mostraban una avanzada visi�n social. Traslad� el hospicio de pobres al ex convento de Guadalupe, mejorando sus instalaciones y ampliando en mucho su capacidad; inaugur� la escuela para profesoras y decret� una ley, sin precedentes en el pa�s, que establec�a un fondo especial para el sostenimiento de hospitales en favor de los trabajadores mineros y sus familias, otorgando parte de la responsabilidad a las propias empresas contratantes. Por �ltimo, favoreci� la formaci�n del Gran C�rculo de Obreros de Zacatecas, cuyos dirigentes hab�an huido de la represi�n del gobierno en la ciudad de M�xico. Estas y otras medidas motivaron su designaci�n por el Congreso de Zacatecas como Benem�rito del Estado.
Trinidad Garc�a de la Cadena era para el porfirismo un aliado indispensable, en tanto gozaba de una aceptaci�n general en Zacatecas y constitu�a en esa medida una garant�a de paz en los momentos de reconstrucci�n. Pero era un aliado inc�modo. En lo inmediato, rechaz� la lista de diputados zacatecanos que le propon�a su compadre Porfirio D�az, convencido de que �sa era una decisi�n que s�lo al pueblo del estado correspond�a adoptar. En muchas otras cuestiones don Trinidad asumi� una actitud de independencia e ignor� las recomendaciones provenientes del centro del pa�s. Por este y otros gestos inequ�vocos del general zacatecano, Porfirio D�az aliment� desde temprana fecha cierta desconfianza en relaci�n con �l. En el contexto de la contienda por la sucesi�n presidencial de 1880, Trinidad Garc�a de la Cadena decidi� lanzar su candidatura sin la aquiescencia del primer jefe de la naci�n, lo que marc� su distanciamiento definitivo.
La candidatura del general zacatecano recibi� un gran apoyo no s�lo entre sus coterr�neos, sino entre sectores importantes de la opini�n p�blica nacional. Es sabido, por ejemplo, que el prominente periodista Ireneo Paz defendi� aguerridamente la candidatura de Garc�a de la Cadena desde las p�ginas de La Patria, lo que hicieron tambi�n muchas otras publicaciones peri�dicas del centro del pa�s y de los estados. Asimismo, es conocida la simpat�a que le profesaban los miembros del Gran C�rculo de Obreros de Zacatecas (formado no exclusivamente por zacatecanos), que produjo sonadas manifestaciones de apoyo en la capital y no menos publicitadas divisiones en el seno de esa organizaci�n de trabajadores en la ciudad de M�xico.
Por otra parte, don Trinidad apareci� como un candidato peculiar. Fue el �nico aspirante que expl�citamente acept� su candidatura e hizo p�blicas sus opiniones sobre la marcha del pa�s y un boceto de su programa de gobierno. Tras criticar la manera en que se hab�an manejado los asuntos pol�ticos desde 1865, el general zacatecano dio a conocer su propuesta general para definir el rumbo futuro. El contenido b�sico de �sta era una pol�tica amplia de fomento y protecci�n a la industria, una pol�tica fiscal poco gravosa y bien organizada, la apertura de la educaci�n a todas las clases sociales, el respeto a la soberan�a popular y de los estados, y la observancia de las instituciones democr�ticas.
Pero en las elecciones de 1880 la suerte estaba echada. Por una mayor�a de votos tan abrumadora como inveros�mil, en septiembre de ese a�o el general Manuel Gonz�lez fue proclamado presidente de la Rep�blica. Los resultados de las elecciones presidenciales no turbaron la paz en Zacatecas, pese a los insistentes rumores en el sentido de que el gobierno del estado empu�ar�a de nuevo las armas contra el poder central. Al d�a siguiente de que el Congreso de la Uni�n anunciara la victoria de Manuel Gonz�lez en las elecciones presidenciales, Trinidad Garc�a de la Cadena hizo entrega del poder estatal al general Jes�s Ar�chiga, quien asumi� la gubernatura tras un proceso electoral transcurrido sin novedad.
Pese a que Ar�chiga hab�a ascendido hasta esa posici�n gracias a la protecci�n de su antecesor, no pareci� muy dispuesto a pagar los favores recibidos, El nuevo gobernador aprovech� las irregularidades que tuvieron lugar en las elecciones locales de 1882 para impedir que Garc�a de la Cadena ocupara su lugar en el Senado de la Rep�blica. Amenazado de muerte, este �ltimo se vio obligado a exiliarse de su estado natal para ocuparse de labores secundarias en la capital del pa�s.
As� fue que Jes�s Ar�chiga pudo terminar su primer periodo gubernamental con poca pena y ninguna gloria, fuera de la algo dudosa de haberse ganado los favores del centro al punto de poder influir sobre la sucesi�n del poder Ejecutivo en el estado. El mismo a�o que en el nivel nacional se cerraba el par�ntesis abierto en el dominio de Porfirio D�az por la presidencia de Manuel Gonz�lez, se abr�a uno muy similar en Zacatecas, en el que los asuntos del gobierno se manejar�an con gran continuidad y se preparar�a la consolidaci�n del r�gimen porfirista en el estado.
Ar�chiga encabez� una administraci�n mediocre, y eligi� para la sucesi�n a
un hombre de similares alcances: Marcelino Morfín Ch�vez, "modesto ciudadano",
como el propio Ar�chiga, pero m�s maleable que �l: la figura perfecta para quien
debe dejar el mando pero no est� dispuesto a hacerlo realmente. As�, la administraci�n
de Morfín no se distingui� tampoco por la realizaci�n de grandes obras,
pero al parecer fue honesta y cuidadosa. Prueba de ello es que durante su periodo
se amortiz� la deuda reconocida por el estado a su llegada a la gubernatura.
En tanto, el general Ar�chiga fue nombrado jefe de las fuerzas federales en
el estado, posici�n que representaba una autoridad paralela a la del gobernador,
y que adem�s se encontraba directamente vinculada con el centro a trav�s de
la Secretar�a de Guerra.