Varias veces me he referido a este asunto y lo seguiré
haciendo pues, a mi juicio, de la adecuada enseñanza de la lengua
materna a los niños depende en buena medida el nivel cultural
de nuestro país en el futuro próximo. Es un tema que debe
interesar no sólo a los educadores y a los lingüistas y
filólogos, sino a cualquier persona que considere con seriedad
la formación intelectual de la juventud de México.
Hace tiempo, el entonces secretario de Educación, Miguel González
Avelar, solicitó al Consejo Nacional Técnico de la Educación
que hiciera los estudios y evaluaciones necesarios para que pudiera
llegar a conclusiones acerca de los programas de enseñanza del
español en el sistema educativo nacional. Consideraba el Secretario
que se trataba de un asunto de vital importancia y se refería
también a la reforma que, en 1973, introdujo el análisis
estructural como método de enseñanza y, al respecto, señalaba:
"al cabo de los años transcurridos, considero que es necesario
hacer una evaluación cuidadosa de los resultados que se han logrado".
Sobre todo ello conviene, a mi ver, hacer algunas observaciones. La
primera tiene que ver con el lugar que ocupa la gramática y la
lingüística en los planes de estudio de la educación
básica. Hasta hace poco había en México una tácita
identificación entre lengua española, como curso,
y gramática. El contenido de la asignatura se caracterizaba
por una abrumadora y, en gran medida, inútil información
gramatical, casi siempre de índole dogmática y memorista.
En la actualidad esto no sucede. Son seis las metas que se formulan
para la enseñanza del lenguaje en la escuela primaria. De ellas,
cinco son de naturaleza práctica: enriquecimiento de la capacidad
de expresión oral; incremento de la aptitud para comprender la
lengua; desarrollo de la habilidad para estructurar el pensamiento a
través de la lengua; adquisición y utilización
de la lectura y la escritura; desarrollo de la sensibilidad y actividad
estéticas mediante el lenguaje. Sólo una tiene que ver
con la lingüística y la gramática y se formula así:
comprensión, por medio del análisis, del funcionamiento
del lenguaje en general y de la lengua española en particular.
Siempre he reconocido la conveniencia de que los niños mexicanos
de hoy, de conformidad con los planes vigentes, presten mayor interés
a la práctica del lenguaje, pues no cabe duda de que es más
importante usar la lengua que estudiarla o corregirla excesivamente.
Esto no obsta empero para que nuestros estudiantes de primaria, los
mayores al menos, cuenten con una información teórica,
lingüística y gramatical, cuya calidad y cantidad deben
determinarse con todo cuidado.
Precisamente sobre la naturaleza de la gramática que debe estudiar
el niño gira mi segunda observación. Bajo el rubro de
gramática estructural se vienen presentando sistemas y métodos
muy diversos aunque quizá todos tengan como fundamento la teoría
de que toda lengua es un sistema o, lo que es lo mismo, que toda unidad
lingüística se define por sus relaciones con las demás
unidades del sistema. Un enfoque de enseñanza que tenga en el
estructuralismo su fundamento se verá felizmente libre de esa
perjudicial atomización de conceptos y esa abrumadora carga de
complicadas reglas y extensas definiciones que caracterizaron la enseñanza
del español, en México, durante muchísimo tiempo.
Recuérdese que había libros de gramática cuya primera
lección, antes que cualquier otra cosa, explicaba el artículo
con definiciones y clasificaciones complicadas y absolutamente inútiles
para el lector, a quien jamás se le enseñaba qué
tenía que ver el artículo con la lengua. Es indudable
que el estructuralismo vino a poner orden. Lástima que sólo
muy recientemente comenzara a tener una tímida, muy tímida
presencia en nuestros libros de texto, a pesar de que Saussure puso
las bases de este sistema a principios de este siglo.
Dos son las características predominantes en la gramática
que deberían estudiar los niños: funcional y viva. No
conviene perder de vista la necesidad de adaptar las nociones gramaticales
a la capacidad lingüística del alumno, utilizando procedimientos
inductivos y haciendo hincapié en la concepción de la
lengua como medio de comunicación.
Me parece magnifica la idea del ex secretario de Educación. Debemos
conocer qué resultados se han obtenido con los métodos
llamados estructurales en los últimos años. Ojalá
de ello se obtenga un fortalecimiento de la presencia de la teoría
gramatical en los planes de estudio sin que llegue obviamente a desplazar
la parte práctica del uso de la lengua, la más importante,
desde mi punto de vista. Si los resultados de la evaluación fueran
negativos, ojalá no se cometa la tontería de descalificar
al estructuralismo, que nada tiene que ver con el fracaso de nuestros
estudiantes.
Entre otros factores, habría que examinar los conocimientos de
lingüística y gramática (estructural o no) que adquieren
los maestros de primaria durante su formación profesional. Antes
de que se creara la licenciatura en Educación Primaria, los futuros
mentores algo, muy poco ciertamente, estudiaban de gramática.
Si en los planes de estudio de 1978 los maestros en formación
dedicaban 1% del tiempo total de su carrera a la lingüística
y la gramática, ahora tales disciplinas están totalmente
ausentes en los nuevos programas, pues en ninguna de las cuatro unidades
de la asignatura llamada español se estudia algo que tenga
que ver con esos temas. Véase, por tanto, que el estructuralismo,
muy probablemente, no sea la causa de los bajos niveles en nuestros
estudiantes. Debería quizá comenzarse la evaluación
con los maestros (y con los maestros de los futuros maestros), pues
si ellos no saben gramática porque no se la enseñaron
durante su carrera, ¿cómo la podrán transmitir
a los niños? Sigo creyendo que no hay ni planes de estudio ni
métodos malos si el maestro es bueno, y viceversa.
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