Ni la más alta perfección moral asequible, que
importa la concordia de las tendencias inferiores subordinadas a la
potestad de la razón; ni la más primitiva sencillez, que
muestra, persistiendo en la conciencia humana, el vestigio de la línea
recta y segura del instinto; ni la más ciega y pertinaz pasión,
que absorbe toda el alma y la mueve, mientras dura la vida, en un solo
arrebatado impulso, tienen fuerza con que prevalecer sobre lo complejo
de nuestra naturaleza hasta el punto de anular la diversidad, la inconsecuencia
y la contradicción, que se entrelazan con las mismas raíces
de nuestro ser.
¿Hay límpida y serena conciencia por la que no haya
pasado la sombra de algún instante infiel al orden que componen
los otros?... levantémonos a la cumbre sublime donde se tocan
lo divino y lo humano. Subamos hasta Jesús e interroguémosle.
En la vía de su amor infinito hubo también cabida para
la desesperanza, el desánimo y el tedio. Volviendo de la Pascua,
y ya en el umbral de su pasión, el Redentor llegó al
monte de los Olivos... Y allí una mitad de su alma peleó
contra la otra; allí fue la angustia de la duda, y el sudor
de la muerte, y la rebelión que amaga, desde lo hondo de las
entrañas mortales, a la parte que es puro amor y vida; allí
fue el hesitar de que estuvo pendiente, en el momento más solemne
y trágico del mundo, si el mundo iba a levantarse a la luz
o a desplomarse en la sombra. ¿Quién, si recuerda esto,
creerá accesible a sus fuerzas una eterna lucidez y constancia
en la voluntad del bien? La palabra de Kempis enseña a los
confiados cómo el desprecio de la tentación es vanidad
en los más justos. "Jamás, dice ese penetrante
asesor de los que creen, conocí hombre tan piadoso que no tuviera
intermisión en el consuelo divino".
Y así como en el orden celeste de la vida del santo, la disonancia
se da también en el alma del héroe primitivo y candoroso,
que corre desatada, como la piedra por la pendiente, en derechura
a su objeto; y en el alma simple del rústico, cuya mente gira
dentro de una mínima complejidad de tendencias y necesidades.
La fiereza de Aquiles se deshace en lágrimas de misericordiosa
ternura cuando Príamo se postra a sus plantas. Sancho no parece
él mismo, pero lo es: lo es con esa identidad que nace
de imitación de la naturaleza, y no de regularidad artificiosa,
en pasos como el del inmortal abandono de su ínsula.
Frente al hecho revelador, según el cual el entendimiento
lógico de Taine, pretendió inferir de un acto aislado
la noción entera de un carácter: por un solo hilo, la
trama completa de una personalidad; frente al hecho revelador y
limitando la eficacia de aquel procedimiento, se reproduce, harto
a menudo, en la existencia humana, el hecho que podemos llamar contradictorio:
el hecho en que la personalidad de cada uno se manifiesta bajo
una faz divergente o antitética de aquella que predomina en
su carácter y mira al norte de su vida.
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