ARMAMENTO INTERIOR
LA LLEGADA de Worth a Puebla y poco tiempo después
del general Scott, y establecimiento allí del cuartel general
del enemigo, exigía que en México sólo se tratara
de engrosar la fuerza que ya contaba lo menos con siete mil hombres,
y que se hiciese el correspondiente acopio de municiones y artillería:
principalmente de que teníamos mucha necesidad, no menos que
de fusiles, pues la gran copia que existía en febrero había
desaparecido y robádosela los léperos a quienes indiscretamente
se confiaron para que se mataran desde las azoteas y robasen impunemente.
El gobierno tuvo que comprárselos hasta por diez pesos, y además,
muchos casi inservibles, gastando en su recomposición, hizo
circular una orden a los conventos e iglesias pidiendo con súplica
se le diesen algunas campanas, a lo que se accedió con gusto
regalándose excelentes campanas y esquilones en que se cree
hubo malversación combinando o revendiendo el metal que la
maestranza se puso en movimiento en todos los ramos, y en breve tiempo
se fundieron obuses y cañones de muy grueso calibre, granadas
y municiones que podían ladearse con las de Europa. Yo visité
aquellos talleres y salí harto consolado. El mismo espíritu
de energía y actividad se notó en las ciudades de lo
interior. Yo tengo una carta de Morelia cuya lectura me saca lágrimas
a vista del desengaño que nos ha dado Santa Anna inutilizando
nuestros servicios que a la letra dice (su fecha es de 30 de abril):
"Aquí todo es vida y movimiento de estar fundiendo cañones.
Los herreros todos del estado están construyendo lanzas y machetes
por cuenta del mismo. En la quinta conocida del Canónigo Gato
hay una fábrica de pólvora. En varias partes se está
construyendo metralla y balas de fusil. Se han bajado de las torres
varias campanas que se han cedido para fundir cañones. Los
sastres se ocupan sólo en construir vestuarios para la tropa,
y los talabarteros fornituras y cartucheras. Se han dado ya algunas
patentes a muchos de los que han venido de los pueblos con certificados
de las autoridades respectivas pidiendo licencia para armar partidas
de voluntarios que ansían por vengarse y marchar al campo a
batirse, habiéndose repetido hasta cuatro leyes para proporcionarles
recursos". Hasta aquí dicha carta.
Yo visitaba diariamente el convento de Santo Domingo de esta ciudad,
donde vi acuartelados varios cuerpos de milicias recibiendo en el
cementerio y aun en lo interior toda clase de instrucción:
noté en la tropa mucha aplicación y mucho orden, jamás
oí de sus bocas la menor insolencia... pero al salir veía
tendidos doce o más pillos que se llamaban oficiales,
desarrapados, vomitando blasfemias y chuleando a las señoras,
que tomaron la providencia de no ir allí a misa... tales oficiales
gobernados por Santa Anna. ¿Qué bienes ni triunfos podían
proporcionar a la nación? Algo más ocurrió en
Morelia... Que el día que marchó esta tropa, una parte
de ella mostró tal cobardía y seducción, que
fue necesario dejar parte de ella para que no corrompiese a la demás...
Esto fue un efecto de los agentes secretos del enemigo y fruto de
los tres millones de pesos aprontados por el enemigo para cohechar
a nuestro ejército y a sus mandones. Sensible me es entrar
en estas explicaciones, mas lo he hecho para mostrar a la posteridad
que no la cobardía de los mexicanos sino la seducción
y corrupción de costumbres nos han dado estos tristes resultados: para ser hombres necesitamos comenzar por ser bien educados.
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