LAS ABEJAS

Un príncipe, después de haber cazado en pleno sol toda una mañana, fue a descansar a un bosque. Allí vio un enjambre de abejas dedicadas al trabajo.

Quedó sorprendido de la industria maravillosa de aquellos insectos: sus movimientos y la aplicación con que trabajaban le produjeron una admiración tan grande, que le inspiraron el deseo de preguntar a su ministro cuál era el propósito que había movido a aquellos seres alados a reunirse alrededor de un árbol, y a quién pertenecía aquel ejército numeroso.

El ministro respondió: "Señor, esos animales, a pesar de su pequeñez, son muy útiles por el provecho que puede obtenerse de su trabajo admirable: son moscas de miel y no hacen daño a nadie. Su naturaleza es notable y parecen animados del espíritu de Dios y dedicados a cumplir su voluntad. Tienen un rey que se llama Jasub, más corpulento que ellas: bajo las órdenes de éste, tiemblan como la hoja del sauce, y caen delante de él como las hojas secas en otoño al soplo impetuoso del aquilón.

"Ese rey tiene un consejero, varios ujieres, lugartenientes, porteros y guardias. Sus favoritos y sus súbditos están dotados de un espíritu maravilloso: ellos mismos construyen el palacio del rey, con tanto arte, que sorprendería a Sinmar, si éste viese un edificio tan admirable hecho por un pueblo de insectos.

"Cuando está terminado el palacio, el rey recibe de las moscas de miel un juramento, por el cual se comprometen a no posarse nunca en ninguna basura. De las rosas, de los jacintos, de la albahaca, extraen jugos delicados, de los cuales en su estómago se forma una sustancia admirable, que conocemos con el nombre de miel y que sirve para componer una bebida muy útil para la salud.

"Cuando las abejas regresan de hacer su recolección, los porteros las examinan para comprobar con cuidado si vienen o no limpias. Si observan que están manchadas de basura, las matan en el acto con su aguijón. Cuando, por negligencia, dejan pasar algunas impuras, el rey en persona lo averigua, y, después de ordenar que se le presenten los culpables y los porteros, condena a muerte a estos últimos y en seguida a las abejas, por haber contravenido la disciplina del Estado.

"Las historias cuentan que, imitando a las abejas, el famoso emperador Gemschid fue el primero que estableció porteros, ujieres y guardias en su cámara, y oficiales en su palacio, y que después de él, los demás reyes supieron llevar a la perfección el buen orden que actualmente se observa en sus respectivas cortes y en sus ejércitos."

El príncipe preguntó a su ministro: "Me sorprende que las abejas, aunque salvajes, no tengan animosidad las unas contra las otras, que no se sirvan de su aguijón más que para tomar su alimento, y que muestren tanta dulzura..."

El ministro volvió a hacer uso de la palabra: "Esos animales, señor, no se gobiernan más que por un común instinto; pero no sucede así con los hombres, ya que cada uno de éstos tiene diferente condición natural. Como los hombres se componen de alma y de cuerpo, que son cosas muy desemejantes, porque la una es sutil y la otra grosera, la una representa la luz y la otra las tinieblas, constituye un ser elevado y al mismo tiempo un ser vil y bajo, cada uno de estos seres quiere sobreponerse al otro: de ahí surgen las diferencias que entre ellos se observan. Por ese motivo se entregan a la codicia, a la envidia, al odio, a las crueldades, a las imposturas y a todas las pasiones desordenadas".

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