En la orilla del Godavari había un árbol hermoso
de la especie de los salmalis.
Cierto día, en el momento en que las tinieblas se disipaban,
un cuervo, llamado Lagupatanaka, que estaba en aquel árbol, vio
a un pajarero que ponía granos de arroz en el suelo, y, después,
cerca de ellos, tendía una red. Luego se escondió.
En el mismo instante, el jefe de una bandada de palomas, llamado Chitragriva,
atravesando los aires con su comitiva, divisó los granos de arroz.
Como las palomas quisieran cogerlos, el jefe les dijo: "Os conjuro
a que no lo intentéis. Este bosque está inhabitado: ¿cómo
puede suceder que haya arroz en un bosque deshabitado? Indudablemente
aquí debe de haber alguna trampa".
Al oír aquellas palabras, una palomita exclamó: "Si
hubiésemos de escuchar siempre a los viejos y proceder con toda
circunspección, nunca haríamos nada y jamás podríamos
encontrar nuestro alimento".
Se lanzaron a los granos de arroz y todas quedaron aprisionadas en la
red.
Entonces la mayor de las palomas levantó su voz: "Es necesario
dijo alzar el vuelo todas al mismo tiempo: así arrastraremos
con nosotras la red, porque de otra manera nuestros esfuerzos desordenados
no servirán más que para ahogarnos en sus mallas".
Todas las palomas volaron juntas y levantaron la red.
El pajarero corrió tras ellas, pero al poco tiempo las perdió
de vista. Las palomas, viendo al pajarero detenerse, preguntáronse
qué deberían hacer. Chitragriva les dijo: "Tengo
por amigo al rey de los ratones: se llama Hiranyaka, habita en un precioso
bosque, en las márgenes del Gandaki. Él roerá nuestra
red con sus dientes".
Al oír estas palabras, se dirigieron hacia el escondite de Hiranyaka.
Éste, al ver a las palomas cogidas en la red, se preguntaba qué
querría decir aquello.
Chitragriva lo puso al corriente de lo sucedido y le dijo:
"Roe las ligaduras de mis súbditos e inmediatamente cortarás
las mías?. Sacrificarse por salvar a sus súbditos
dijo Hiranyaka es cosa que no aprueban los hábiles
en política. Amigo mío, respondió Chitragriva
ésas no son mis máximas. No te ocupes de mi cuerpo, que
es perecedero, ocúpate mas bien en salvar mi reputación.
Salva, pues, la vida de mis súbditos aun al precio de mis días."
Al escuchar estas palabras, Hiranyaka cumplimentó a su amigo
y comenzó a roer las ligaduras que sujetaban a las palomas. Después
cumplió con su amigo las leyes de la hospitalidad y lo abrazó.
La paloma se despidió en seguida de él y partió
con su acompañamiento hacia el lado del cielo por donde sale
el sol.
Hiranyaka entró en su madriguera.
El cuervo Lagupatanaka, testigo de lo que había pasado, sobrecogido
de admiración, exclamó: "Hiranyaka, eres digno de
elogio, y quiero tenerte por amigo". ¿Qué amistad
puedo yo contraer contigo? replicó Hiranyaka sonriendo:
yo soy la presa, tú eres el devorador. Además, el prudente
no debe tener más relaciones que las que se conformen con la
naturaleza.
El cuervo replicó: "La unión de los insensatos está
fundada en el temor y en la avaricia: pero la unión de las personas
virtuosas, sean quienes fueren, tiene su origen en la virtud.
"La gente de bien se parece a la nuez del coco, que es fea, mientras
que los malos tienen el aspecto de azufaifo, y seducen por su exterior."
A aquellas razones, Hiranyaka salió de su madriguera y exclamó:
"Estoy encantado de la dulzura de tus palabras. ¡Que tu deseo
se cumpla!" Y entabló amistad con el cuervo.
Un día, el cuervo dijo a Hiranyaka: "Encuentro aquí
muy difícilmente medios de subsistencia. Ven conmigo, iremos
en busca de mi amiga la tortuga Mantara, que vive cerca del estanque
llamado Karpuragora".
El cuervo partió con su amigo y llegaron cerca del estanque.
Mantara los acogió con alegría.
Los tres amigos pasaban el tiempo agradablemente, comían, se
paseaban, vivían dichosos y contentos. Un día un gamo,
llamado Chitranga, espantado por un cazador, llegó cerca de los
tres amigos. Viendo de lejos correr hacia ellos a aquel gamo, se creyeron
amenazados de algún peligro; Mantara entró en el agua
y el ratón se introdujo en un agujero. El cuervo se encaramó
a un árbol; después, mirando a lo lejos y no viendo ya
nada que pudiese inspirar temor, los amigos se volvieron a reunir.
"Quedaos aquí dijo el cuervo al gamo y habitad
en sociedad con nosotros." Al oír aquellas palabras, el
gamo llegó al colmo de la alegría. Comió, bebió
hasta la saciedad y descansó a la sombra, junto al estanque.
Allí, Mantara se le reunió y le preguntó: "Amigo
mío, ¿qué es lo que os ha asustado? ¿Es
que vienen algunas veces cazadores por este bosque?
"Mañana por la mañana respondió el gamo"
el rey Rukmangada estará aquí con su séquito. He
aquí lo que dicen los cazadores. Es preciso pensar en el peligro
que nos amenaza, y discurrir qué es lo que debemos hacer."
A estas palabras, la tortuga quedó sobrecogida de miedo. "Voy
dijo a dejar el estanque."
"¿Por qué? le dijo el cuervo. Una vez
dentro del agua, estarás en seguridad. ¿Qué recurso
podrás encontrar en tierra firme?"
Mantara no tuvo en cuenta aquellos prudentes consejos y abandonó
el estanque. Hiranyaka y sus dos amigos la siguieron. Un cazador que
recorría el bosque apareció de improviso. Cogió
a la tortuga y la ató a su arco.
Como tenía hambre y sueño, tomó el camino de su
casa. El gamo, el cuervo y el ratón lo siguieron de lejos. De
pronto el ratón Hiranyaka dijo a sus compañeros: "Antes
de que el cazador salga del bosque, procuremos libertar a Mantara. Para
conseguirlo, tú, gamo, ve al borde del agua y hazte el muerto.
Tú, cuervo, ponte encima de él y dale picotazos. El cazador
querrá comer carne de gamo; dejará a la tortuga y correrá
hacia vosotros.
"Mientras tanto, yo roeré las ligaduras que retienen a la
pobre Mantara."
Chitranga y Lagupatanaka se apresuraron a poner en ejecución
los consejos del ratón.
En cierto momento, el cazador se sentó al borde de un estanque,
vio al gamo, que parecía estar tendido sin vida. Cogió
su cuchillo y corrió con alegría hacia el animal para
despedazarlo.
En este tiempo, el ratón fue a cortar las ligaduras de Mantara:
la tortuga se metió en seguida en el agua.
El gamo, en cuanto vio al cazador aproximarse, se levantó y huyó.
El cazador volvió sobre sus pasos, y, al llegar, al pie del árbol,
no vio a la tortuga. Entonces se dijo a sí mismo: "He aquí
lo que me he merecido por obrar sin reflexión".
"El que abandona lo cierto por correr tras lo dudoso pierde lo
uno y lo otro."
Después entró en su casa, todo confuso.
Mantara y sus compañeros, salvados del infortunio, volvieron
a su morada y vivieron felices.
Es conveniente procurarse amigos y unirse a los débiles como
a los fuertes.
¡Que los hombres de bien encuentren un amigo! Dándoles
amigos, Laksmi favorece a los hombres. ¡Que los reyes puedan proteger
al mundo y no apartarse jamás de su deber! ¡Que Siva, que
lleva una media luna en forma de diadema, pueda esparcir la dicha entre
los individuos del género humano!
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