CAPÍTULO XXXI
DEL SIGNO DECIMOCTAVO LLAMADO CE EHÉCATL Y DE SUS DESGRACIAS Y MALA FORTUNA DE LOS QUE EN ÉL NACÍAN

1.- EL DECIMOCTAVO signo se llama ce ehécatl, decían que era mal afortunado porque en él reinaba Quetzalcóatl, que es dios de los vientos y de los torbellinos;

2.— decían que el que nacía en este signo, si era noble, sería embaidor y que se transfiguraría en muchas formas, y que sería nigromántico y hechicero y maléfico, y que sabría todos los géneros de hechicerías y maleficios y que se transfiguraría en diversos animales;

3.—y si fuese hombre popular o macegual sería también hechicero y encantador y embaidor, de aquellos que se llaman temacpalitotique, y si fuese mujer sería hechicera, de aquellas que se llaman mometzpipinque.

4.-Y estas hechicerías, esos hechiceros aguardaban algún signo favorable para hacerlas, uno de los cuales era chiconahui itzcuintli y otro chiconahui miquiztli, chiconahui malinalli; y todas las casas novenas de todos los signos les eran favorables para estas sus obras, las cuales son contrarias a toda buena fortuna.

5.— Los que eran de este oficio siempre andaban tristes y pobres, ni tenían qué comer ni casa en que morar, solamente se mantenían de lo que les daban los cuales (aquellos que) mandaban hacer algún maleficio; y cuando ya habían acabado de hacer sus maleficios y era tiempo que acabasen su mala vida, alguno los prendía y les cortaba los cabellos de la corona de la cabeza, por donde perdía el poder que tenía de hacer hechicerías y maleficios; con esto acababa su mala vida muriendo.

6.— Aquellos hechiceros que se llaman temacpalitotique, o por otro nombre tepupuxaquauique; cuando querían robar alguna casa hacían la imagen de ce ehécatl, o de Quetzalcóatl, y ellos eran hasta quince o veinte los que entendían en esto e iban todos bailando a donde iban a robar, e íbalos guiando uno que llevaba la imagen de Quetzalcóatl y otro que llevaba un brazo desde el codo hasta la mano de alguna mujer que hubiese muerto del primer parto;

7.— las cortaban a hurto el brazo izquierdo, y estos ladrones llevaban; un brazo de éstos delante de sí, para hacer su hecho; uno de los que iban guiando lo llevaba en el hombro.

8.—Y en llegando a la casa donde habían de robar, antes que entrasen dentro de la casa, estando en el patio de la misma casa daban dos golpes en el suelo con el brazo de la muerta; y en llegando a la puerta de la casa daban otros golpes en el umbral de la misma casa, con el mismo brazo, y hecho esto dicen que todos los de casa se adormecían o se amortecían, que nadie podía hablar, ni moverse; estaban todos como muertos aunque entendían y veían lo que se hacía;

9.— otros estaban dormidos roncando, y los ladrones encendían candelas y buscaban por la casa lo que había que comer y comían todos, muy de reposo; nadie de los de casa los impedía ni hablaba, todos estaban atónitos y fuera de sí.

10.— En habiendo muy bien comido y consoládose, entraban en los silleros y bodegas y arrebañaban cuanto hallaban, mantas y otras cosas, y lo sacaban todo fuera, oro y plata, y piedras y plumas ricas, y luego hacían de todo cargas, y se las echaban a cuestas y se iban con ellas;

11.—y antes de esto dicen que hacían muchas suciedades y deshonestidades en las mujeres de aquella casa; y cuando ya se iban, luego se iban corriendo para sus casas, con lo que llevaban hurtado;

12.—y dicen, que si alguno de ellos se asentaba en el camino para descansar, no se podía más levantar y quedábase allí hasta la mañana, y tomábanle con el hurto y él descubría a los demás.