PATRIOTAS |
-Magna petis Phaeton me contestó
una alma pensativa que, según supe, había animado el cuerpo
de un fiel patriota. ¿Pues qué le pregunté,
tampoco hay patriotas en vuestra tierra? Amiguita me respondió,
nuestro patriotismo va a la par con nuestra estrategia. No hay aquí
muchos ni pocos Arístides, ni Scévolas. Hace algún
tiempo que estuvo aquí una alma paisana tuya, que nos contó
que las de Hidalgo, Allende, Morelos y otros grandes patriotas promovedores
de la independencia, no habiendo hallado después de su muerte
en la república cuerpo que les viniera, habían marchado
a Grecia, creyendo que los encontrarían en el país de
los héroes; pero por algunas conversaciones que tuvo con ellas,
supe que se habían llevado allá el mismo chasco que tú
acá. ¿Piensas que porque hay tantos revoltosos, hay muchos patriotas?
¿Crees que todos los que gritan ¡Viva la libertad,
muera el despotismo, federación o muerte! están
animados de sentimientos desinteresados y movidos unicamente por el
bien público? No, amiga mía, no es oro todo lo que reluce.
Uno se pronuncia porque ha quebrado con la caja de su regimiento;
otro por ver si saca algún partido en sus pretensiones; otro
por hacer dinero y vivir a costa ajena; otro por adquirir rango en
la sociedad y darse tono; y todos por mejorar de suerte. ¡Ah!
¡Si no fuera por las revoluciones, cuántos personajes
que figuran en los primeros puestos de la república estarían
desfigurados! Con miras tan innobles, no es mucho que lo sea también su
conducta. Las inconsecuencias más monstruosas se ven en ella.
Hoy sostienen una opinión que ayer impugnaban. Hoy atacan a
un gobierno que ayer defendían. Hoy le llaman déspota
y tirano, cuando ayer lo nombraban paternal y justo. Hoy califican
de eminentes patriotas a los que ayer de sansculotes intolerables,
y al contrario. En fin, habrá muy pocos jefes de revolución
que no puedan aplicarse a sí mismos estos versos: Ce qui semble forfait dans un homme ordinaire, I doit se conformer aux moeurs de ses complices Éste es el carácter de la mayor parte de nuestros pronunciados
y de sus caudillos: la virtud y el vicio sólo son medios de
que se valen para llevar adelante su empresa: en nada reparan, nada
los detiene, salgan con su intento, consigan su fin, y que arda Troya
poco les interesa. ¿Se necesita por ejemplo la protección
del estado eclesiástico? Se besa la mano con mucha reverenda
a los señores sacerdotes, se defienden sus bienes, se les conceden
prerrogativas. ¿Interesa congraciarse con el partido antieclesiástico?
Los frailes son unos holgazanes zaragates, sus bienes son cuantiosos
y pertenecen al público, sus prerrogativas son abusos insufribles
en un gobierno liberal. ¿Qué tal? Peor está que estaba dije yo. Estoy desengañado
de que las revoluciones y los pronunciamientos no son las escuelas
en que se ha de aprender ni enseñar el patriotismo. Me meteré
en un cuerpo destinado a la diplomacia, a ver si llego a ser ministro,
y no con las armas, sino con los sabios consejos, ilustro al gobierno
y consigo fijar la felicidad en esta república. * Crebillon: Catilina. |