En este capítulo quiero escribir lo que toca
a los indios que llaman mitimaes, pues en el Perú tantas cosas
dellos se cuentan y tanto por los Incas fueron honrados y previlegiados
y tenidos, después de los orejones, por los más nobles
de las provincias; y esto digo porque en la Historia que llaman
de Indias está escripto por el autor que estos mitimaes
eran esclavos de Huaina Capac. En estos descuidos caen todos los que
escriben por relación y cartapacios, sin ver ni saber la tierra
de donde escriben, para poder afirmar la verdad.
En la mayor parte de las provincias del Perú, o en todas ellas,
había y aún hay de estos mitimaes y tenemos entendido
que hubo tres maneras o suertes de ellos; lo cual convino grandemente
para la sustentación1
dél y para su conservación y aún para su población;
y entendido cómo y de qué manera estaban puestos estos
mitimaes y lo que hacían y entendían, conocerán
los lectores cómo supieron los Incas acertar en todo para la
gobernación de tantas tierras y provincias como mandaron.
Mitimaes llaman a los que son traspuestos de una tierra en otra;
y la primera manera o suerte de mitimaes mandada poner por los Incas
era que, después que por ellos había sido conquistada
alguna provincia o traída nuevamente a su servicio, tuvieron
tal orden para tenella segura y para que con brevedad los naturales
y vecinos della supiesen cómo la habían de servir y de
tener y para [que] desde luego entendiesen lo demás que entendían
y sabían sus vasallos de muchos tiempos, y para que estuviesen
pacíficos y quietos y no todas veces tuviesen aparejo de se rebelar
y, si por caso se tratase dello, hubiese quien lo estorbase - trasmutaban
de las tales provincias la cantidad de gente que de ella parecía
convenir que saliese; a los cuales mandaban pasar a poblar otra tierra
del temple y manera de donde salían, si fría, si caliente
caliente; en donde les daban las tierras y campos y casas tanto y más
como dejaron; y de las tierras y provincias que de tiempo largo tenían
pacíficas y amigables y que habían conoscido voluntad
para su servicio, mandaban salir otros tantos o más y entremetellos
en las tierras nuevamente ganadas y entre los indios que acababan de
sojuzgar, para que dependiesen dellos las cosas arriba dichas y los
impusiesen en su buena orden y policía, para que, mediante este
salir de unos y entrar de otros, estuviese todo seguro con los gobernadores
y delegados que se ponían, según y como digimos en los
capítulos de atrás.
Y conosciendo los Incas cuánto se siente por todas las naciones
dejar sus patrias y naturalezas propias, porque con buen ánimo
tomasen aquél destierro, es averiguado que honraban a éstos
tales que se mudaban y que a muchos dieron brazaletes de oro y de plata
y ropas de lana y de pluma y mugeres y eran privilegiados en otras muchas
cosas; y así, entre ellos había espías que siempre
andaban escuchando lo que los naturales hablaban e intentaban, de lo
cual daban aviso a los delegados o con prisa grande iban al Cuzco a
informar dello al Inca. Con esto todo estaba seguro y los mitimaes temían
a los naturales y los naturales a los mitimaes y todos entendían
en obedecer y servir llanamente. Y si en los unos o en los otros había
motines o tramas o juntas, hacíanse grandes castigos; porque
los Incas, algunos dellos fueron vengativos y castigaban sin templanza
y con gran crueldad.
Para este efecto estaban puestos los unos mitimaes, de los cuales sacaban
muchos para ovejeros y rabadanes de los ganados de los Incas y del sol
y otros para roperos y otros para plateros y otros para canteros y para
labradores y para debujar y esculpir y hacer bultos; en fin, para lo
que mas le[s] mandaban y dellos requerían servir. Y también
mandaban que de los pueblos fuesen a ser mitimaes a las montañas
de los Andes, a sembrar maíz y criar la coca y beneficiar los
árboles de fruta y proveer de la2
que faltaba en los pueblos donde con los fríos y con las nieves
no se pueden dar ni sembrar estas cosas.
Para el segundo efecto que los mitimaes se pusieron fue porque los indios
de las fronteras de los Andes, como son Chunchos y Moxos Cheriguanaes,
que los más dellos tienen sus tierras a la parte de Levante a
la decaída de las sierras y son gentes bárbaras y muy
belicosas y que muchos dellos comen carne humana y que muchas veces
salieron a dar guerra a los naturales de acá y les destruyan
sus campos y pueblos, llevando presos los que dellos podían;
para remedio desto había en muchas partes capitanías y
guarniciones ordinarias, en las cuales estaban algunos orejones. Y porque
la fuerza de la guerra no estuviese en una nación, ni presto
supiesen concertarse para alguna rebelión o conjuración,
sacaban para soldados destas capitanías mitimaes de las partes
y provincias que convenían, los cuales eran llevados a donde
digo y tenían sus fuertes, que son pucaraes, para defenderse
si tuviesen necesidad; y proveían de mantenimiento a esta gente
de guerra del maíz y otras cosas de comida que los comarcanos
proveían de sus tributos y derramas que les eran echadas; y la
paga que se les hacía era, en algunos tiempos, mandalles dar
algunas ropas de lana y plumas o brazaletes de oro y de plata a los
que se mostraban más valientes; y también les daban mujeres
de las muchas que en cada provincia estaban guardadas en nombre del
Inca; y como todas las más eran hermosas, teníanlas y
estimábanlas en mucho. Sin esto les daban otras cosas de poco
valor, lo cual tenían cargo de proveer los gobernadores de las
provincias, porque tenían mando y poder sobre los capitanes a
quien estos mitimaes obedecían. Y sin las partes dichas, tenían
algunas destas guarniciones en las fronteras de los Chachapoyas y Bracamoros
y en el Quito y en Caranque, que es adelante del Quito, al Norte, junto
a la provincia que llaman de Popayán, y en otras partes donde
seria menester, así en Chile como en los llanos y sierras.
La otra manera de poner mitimaes era más extraña; porque,
aunque esotras son grandes, no es novedad poner capitanes y gente de
guarnición en fronteras, puesto que hasta agora no ha faltado
quien así lo haya acertado a hacer; y era que, si por caso, andando
conquistando la tierra de sierras o valles o campaña o en ladera
aparejada para labranza y crianza, y que fuese de buen temple y fértil,
que estuviese desierta y despoblada, que fuese como he dicho y teniendo
las partes que he puesto, luego con mucha presteza mandaban que de las
provincias comarcanas que tuviesen el mismo temple que aquellas para
la sanidad de los pobladores, que viniesen tantos que bastasen a poblarlas,
a los cuales luego repartían los campos, proveyéndolos
de ganados y mantenimientos todo lo que habían menester, hasta
tener fruto de sus cosechas; y tan buenas obras se hacían a éstos
tales y tanta diligencia en ello mandaba poner el rey que en breve tiempo
estaba poblado y labrado y tal que era gran contento verlo. Y desta
manera se poblaron muchos valles en los llanos y pueblos en la serranía
de los que los Incas veían, como de los que por relación
sabían haber en otras partes; y a estos nuevos pobladores por
algunos años no les pedían tributo ni ellos lo daban,
antes eran proveídos de mujeres y coca y mantenimientos, para
que con mejor voluntad entendieren en sus poblaciones.
Y desta manera había en estos reinos, en los tiempos de los Incas,
muy poca tierra que pareciese fértil que estuviese desierta,
sino todo tan poblado como saben los primeros chripstianos que en este
reino entraron. Que por cierto no es pequeño dolor contemplar
que, siendo aquellos Incas gentiles e idólatras, tuviesen tan
buena orden para saber gobernar y conservar tierras tan largas, y nosotros,
siendo chripstianos, hayamos destruido tantos reinos; porque, por donde
quiera que han pasado chripstianos conquistando y descubriendo, otra
cosa no parece sino que con fuego se va todo gastando. Y hase de entender
que la ciudad del Cuzco también estaba llena de gentes estranjeras,
todo de industria; porque habiendo muchos linages de hombres, no se
conformasen para levantamiento ni otra cosa que fuese deservicio del
rey; y [d]esto[s] hoy día están en el Cuzco Chachapoyas
y Cañares y de otras partes, de los que han quedado de los que
allí se pusieron.
Tiénese por muy cierto de los mitimaes, que [se] usaron desde
Inca Yupanque, el que puso las postas, y el primero que entendió
[en] engrandecer el templo de Curicancha, como se dirá en su
lugar; y aunque otros algunos indios dicen que fueron puestos estos
mitimaes desde el tiempo de Viracocha Inca, padre de Inca Yupanqui,
podrálo creer quien quisiere, que yo hice tanta averiguación
sobre ello que torno [a] afirmar haberlo inventado Inca Yupanqui; y
así lo creo y tengo para mí. Y, con tanto, pasemos adelante.
1 Sustancia.
2 Con la.
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