Como la ciudad del Cuzco era la más principal
de todo el Perú y en ella residían lo más del tiempo
los reyes, tenían en la misma ciudad muchos de los principales
del pueblo que eran entre todos los más avisados y entendidos,
para sus consejeros; porque todos afirman que, antes que intentasen
cosa ninguna y de importancia, lo comunicaban con estos tales, allegando
su parecer a los más votos; y para la gobernación de la
ciudad y que los caminos estuviesen seguros y por ninguna parte se hiciesen
ningunos insultos ni latrocinios, de los más reputados1
destos nombraban para que siempre anduviesen castigando a los que fuesen
malos; y para esto andaban siempre mucho por todas partes. De tal manera
entendían los Incas en proveer justicia que ninguno osaba hacer
desaguisado ni hurto. Esto se entiende cuanto a lo tocante a los que
andaban hechos ladrones o forzaban mujeres o conjuraban contra los reyes;
porque, en lo demás, muchas provincias hobo que tuvieron sus
guerras unos con otros y del todo no pudieron los Incas apartarlos dellas.
En el río que corre junto al Cuzco se hacía la justicia
de los que allí se prendían o de otra parte traían
presos, a donde les cortaban las cabezas y les daban muerte de otras
maneras, como a ellos les agradaba. Los motines y conjuraciones castigaban
mucho, y más que a todos [a] los que eran ladrones y tenidos
ya por tales, los hijos y mujeres de los cuales eran aviltados y tenidos
por afrentados entre ellos mismos.
En cosas naturales alcanzaron mucho estos indios, así en el movimiento
del sol como en el de la luna; y algunos indios decían había
cuatro cielos grandes y todos afirman que el asiento y silla del gran
Dios Hacedor del mundo es en los cielos. Preguntándoles yo muchas
veces si alcanzan quel Mundo se ha de acabar, se ríen; y sobre
esto saben poco, y si algo saben, es lo que Dios permite que el Demonio
les diga. A todo el Mundo llaman Pacha, conociendo la vuelta
quel sol hace y las crecientes y menguantes de la luna. Contaron el
año por ello, al cual llaman guata, y lo hacen de doce
lunas, teniendo su cuenta en ello; y usaron de unas torrecillas pequeñas,
que ahora están muchas por los collados del Cuzco algo cuidadas,2
para por la sombra que el sol hacía en ellas entender en sementeras
y en lo que ellos más sobre esto entienden. Y estos Incas miraban
mucho en el cielo y en las señales dél, lo cual también
pendía de ser ellos tan grandes agoreros. Cuando las estrellas
corren, grande es la grita que hacen y el mormullo que unos con otros
tienen.
1 Reposados.
2 O, más bien,
descuidadas o caídas.
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