Estado del país antes de la conquista.
Una sublevación.
Cédula real a favor de los indios.
Muerte del adelantado.
Sus descendientes.

Que antes [de] que los españoles ganasen aquella tierra vivían los naturales juntos en pueblos, con mucha policía, y tenían la tierra muy limpia y desmontada de malas plantas y puestos muy buenos árboles; y que su habitación era de esta manera: en medio del pueblo estaban los templos con hermosas plazas y en torno de los templos estaban las casas de los señores y de los sacerdotes, y luego la gente más principal, y así iban los más ricos y estimados más cercanos a éstas y a los fines del pueblo estaban las casas de la gente más baja. Los pozos, donde había pocos, estaban cerca de las casas de los señores y que tenían sus heredades plantadas de los árboles de vino y sembraban algodón, pimienta y maíz, y vivían en estas congregaciones por miedo de sus enemigos que los cautivaban, y que por las guerras de los españoles se desaparecieron por los montes.

Que los indios de Valladolid por sus malas costumbres o por el mal tratamiento de los españoles se conjuraron para matar a los españoles cuando se dividían a cobrar sus tributos; y que en un día mataron diecisiete españoles y cuatrocientos criados de los muertos y de los que quedaron vivos; y luego enviaron algunos brazos y pies por toda la tierra en señal de lo que habían hecho, para que se alzasen, mas no lo quisieron hacer y con esto pudo el adelantado socorrer a los españoles de Valladolid y castigar a los indios.

Que el adelantado tuvo desasosiegos con los [españoles] de Mérida y mucho mayores con la cédula del emperador con la cual privó de indios a todos los gobernadores; y fue un receptor a Yucatán y quitó al adelantado los indios y los puso en cabeza del rey, y que tras esto, la Audiencia Real de México le tomó residencia, remitiéndolo al Consejo Real de Indias, en España, donde murió lleno de días y trabajos, y dejó en Yucatán a su mujer doña Beatriz más rica que él murió, y a don Francisco de Montejo, su hijo casado en Yucatán y a su hija doña Catalina, casada con el licenciado Alonso Maldonado, Presidente de las Audiencias de Honduras y Santo Domingo, de la Isla Española, y a don Juan Montejo, español, y a don Diego, mestizo que hubo en una india.

Que este don Francisco después de que dejó el gobierno a su padre el adelantado, vivió en su casa como un vecino particular en cuanto al gobierno, aunque muy respetado de todos por haber conquistado, repartido y regido aquella tierra. Fue a Guatemala con su residencia y tornó a su casa. Tuvo por hijos a don Juan de Montejo, que casó con doña Isabel, natural de Salamanca; a doña Beatriz de Montejo, [con] su tío, primo hermano de su padre; y a doña Francisca de Montejo, que casó con don Carlos de Arellano, natural de Guadalajara; murió de larga enfermedad después de haberlos visto a todos casados.