Que los indios recibían pesadamente el yugo de la servidumbre,
mas los españoles tenían bien repartidos los pueblos que
abrazaban la tierra, aunque no faltaba entre los indios quien los alterase,
sobre lo cual se hicieron castigos muy crueles que fueron causa de que
apocase la gente. Quemaron vivos a algunos principales de la provincia
de Cupul y ahorcaron a otros. Hízose información
contra los de Yohain, pueblo de los Cheles, y prendieron
a la gente principal y, en cepos, la metieron en una casa a la que prendieron
fuego abrasándola viva con la mayor inhumanidad del mundo, y
dice este Diego de Landa que él vio un gran árbol cerca
del pueblo en el cual un capitán ahorcó muchas mujeres
indias en sus ramas y de los pies de ellas a los niños, sus hijos.
Y en este mismo pueblo y en otro que se dice Verey, a dos leguas
de él, ahorcaron a dos indias, una doncella y la otra recién
casada, no porque tuvieran culpa sino porque eran muy hermosas y temían
que se revolviera el real de los españoles sobre ellas y para
que mirasen los indios que a los españoles no les importaban
las mujeres; de estas dos hay mucha memoria entre indios y españoles
por su gran hermosura y por la crueldad con que las mataron.
Que se alteraron los indios de la provincia de Cochua y Chectemal
y los españoles los apaciguaron de tal manera que, siendo esas
dos provincias las más pobladas y llenas de gente, quedaron las
más desventuradas de toda aquella tierra. Hicieron [en los indios]
crueldades inauditas [pues les] cortaron narices, brazos y piernas,
y a las mujeres los pechos y las echaban en lagunas hondas con calabazas
atadas a los pies; daban estocadas a los niños porque no andaban
tanto como las madres, y si los llevaban en colleras y enfermaban, o
no andaban tanto como los otros, cortábanles las cabezas por
no pararse a soltarlos. Y trajeron gran número de mujeres y hombres
cautivos para su servicio con semejantes tratamientos. Se afirma que
don Francisco de Montejo no hizo ninguna de estas crueldades ni se halló
en ellas, antes bien le parecieron muy mal, pero que no pudo [evitarlas].
Que los españoles se disculpaban con decir que siendo pocos no
podían sujetar tanta gente sin meterles miedo con castigos terribles,
y traen a ejemplo la pasada historia de los hebreos a la tierra de promisión
[en que se cometieron] grandes crueldades por mandato de Dios; y por
otra parte tenían razón los indios al defender su libertad
y confiar en los capitanes muy valientes que tenían para entre
ellos y pensaban que así serían contra los españoles.
Que cuentan de un ballestero español y de un flechero indio que
por ser muy diestros el uno y el otro se procuraban matar y no podían
cogerse descuidados; el español fingió descuidarse puesta
una rodilla en tierra y el indio le dio un flechazo en la mano que le
subió brazo arriba y le apartó las canillas una de otra;
pero al mismo tiempo soltó el español la ballesta y dio
al indio por el pecho y sintiéndose herido de muerte, porque
no dijesen que un español le había muerto, cortó
un bejuco, que es como mimbre aunque mucho más largo, y se ahorcó
con él a la vista de todos. De estas valentías hay muchos
ejemplos.
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