Llegada de los frailes franciscanos españoles a Yucatán.
Protección que dispersaron a los indígenas.
Sus luchas con los encomenderos.

Que fray Jacobo de Testera, franciscano, pasó a Yucatán y comenzó la adoctrinación de los hijos de los indios, y que los soldados españoles querían servirse tanto de los mozos que no les quedaba tiempo para aprender la doctrina; y que por otra parte disgustaban a los frailes cuando los reprendían del mal que les hacían a los indios y que por esto, fray Jacobo se tornó a México donde murió. Después fray Toribio Motolinia envió desde Guatemala frailes, y de México fray Martín de Hojacastro envió más y todos tomaron su asiento en Campeche y Mérida con favor del adelantado y de su hijo don Francisco, los cuales [frailes] edificaron un monasterio en Mérida, como está dicho, y procuraron saber la lengua, lo cual era dificultoso.

El que más supo fue fray Luis de Villalpando, que comenzó a saberla por señas y pedrezuelas y la redujo a una manera de arte y escribió una doctrina cristiana en aquella lengua, aunque había muchos estorbos de parte de los españoles que eran absolutos señores y querían que se hiciese todo enderezado a su ganancia y tributos; y de parte de los indios que procuraban estarse en sus idolatrías y borracheras, principalmente era gran trabajo por estar tan derramados por los montes.

Que los españoles tomaban pesar de ver que los frailes hiciesen monasterios y ahuyentaban a los hijos de los indios de sus repartimientos, para que no viniesen a la doctrina; y quemaron dos veces el monasterio de Valladolid con su iglesia, que era de madera y paja; tanto que fue necesario a los frailes irse a vivir entre los indios; y cuando se alzaron los indios de aquella provincia escribieron al virrey don Antonio [de Mendoza] que se habían alzado por amor a los frailes y el virrey hizo diligencia y averiguó que al tiempo que se alzaron aún no eran llegados los frailes a aquella provincia; [aun los encomenderos] velaban de noche a los frailes con escándalo de los indios y hacían inquisición de sus vidas y les quitaban las limosnas.

Que los frailes viendo este peligro enviaron al muy singular juez Cerrato, Presidente de Guatemala, un religioso que le diese cuenta de lo que pasaba, y visto el desorden y mala cristiandad de los españoles que se llevaban absolutamente los tributos y cuanto podían sin orden del rey [y obligaban a los indios] al servicio personal en todo género de trabajo, basta alquilarlos para llevar cargas, proveyó cierta tasación, harto larga aunque pasadera, en que señalaba qué cosas eran del indio después de pagado el tributo a su encomendero, y que no fuese todo absolutamente del español. [Los encomenderos] suplicaron de esto y con temor de la tasa sacaban a los indios más que hasta allí, y entonces los frailes tornaron a la Audiencia y reclamaron en España e hicieron tanto que la Audiencia de Guatemala envió a un Oídor, el cual tasó la tierra y quitó el servicio personal e hizo casar a algunos, quitándoles las casas que tenían llenas de mujeres. Éste fue el licenciado Tomás López natural de Tendilla, y ello causó que aborreciesen mucho más a los frailes, haciéndoles libelos infamatorios y cesando de oír sus misas.

Que este aborrecimiento causó que los indios estuviesen muy bien con los frailes considerando los trabajos que tomaban sin interés ninguno para darles libertad, tanto que ninguna cosa hacían sin dar parte a los frailes y tomar su consejo, y esto dio causa a los españoles para que por envidia dijesen que los frailes habían hecho esto para gobernar las Indias y gozar de lo que a ellos se había quitado.