No se halla el bautismo en ninguna
parte de las Indias sino [sólo] en esta de Yucatán y aun
con vocablo que quiere decir nacer de nuevo u otra vez;
que es lo mismo que en la lengua latina [significa] renacer, porque
en la lengua de Yucatán zihil quiere decir nacer de
nuevo u otra vez; y no se usa sino en composición
de verbo; y así caputzihil quiere decir nacer de nuevo.
No hemos podido saber su origen sino que es cosa que han usado siempre
y a la que tenían tanta devoción que nadie la dejaba de
recibir y [le tenían tanta] reverencia, que los que tenían
pecados, si eran para saberlos cometer, habían de manifestarlos,
especialmente a los sacerdotes; y tanta fe [habían] en él
que no repetían el pecado en ninguna manera. Lo que pensaban
[que] recibían en el [bautismo] era una propia disposición
para ser buenos en sus costumbres y no ser dañados por los demonios
en las cosas temporales, y venir, mediante él y su buena vida,
a conseguir la gloria que ellos esperaban, en la cual, según
en la de Mahoma, habían de usar de manjares y bebidas. Tenían,
pues, esta costumbre para venir a hacer los bautismos, que criaban las
indias a los niños hasta la edad de tres años, y a los
varoncillos usaban siempre ponerles pegada a la cabeza, en los cabellos
de la coronilla, una contezuela blanca, y a las muchachas traíanlas
ceñidas abajo de los riñones con un cordel delgado y en
él una conchuela asida, que les venía a dar encima de
la parte honesta y de estas dos cosas era entre ellos pecado y cosa
muy fea quitarla de las muchachas antes del bautismo, el cual les daban
siempre desde la edad de tres años hasta la de doce, y nunca
se casaban antes del bautismo. Cuando había alguno que quisiese
bautizar a su hijo, iba al sacerdote y dábale parte de su intento;
el sacerdote publicaba por el pueblo el bautismo y el día en
que lo hacía ellos miraban siempre que no fuese aciago. Hecho
esto, el que hacía la fiesta, que era el que movía la
plática, elegía a su gusto un principal del pueblo para
que le ayudase en su negocio y las cosas de él. Después
tenían por costumbre elegir a otros cuatro ancianos del pueblo
que ayudasen al sacerdote en la ceremonia el día de la fiesta,
y a éstos los elegían juntamente a su gusto con el sacerdote,
y en estas elecciones los padres de todos los niños que había
de bautizar entendían siempre que de todos era la fiesta y a
estos que escogían llamábanles chaces. Tres días
antes de la fiesta ayunaban los padres de los muchachos y los oficiales,
absteniéndose de las mujeres.
El día [del bautismo] juntábanse todos en casa del que
hacía la fiesta y llevaban a todos los niños que habían
de bautizar a los cuales ponían en orden, de un lado los muchachos
y del otro las muchachas, en el patio o plaza de la casa que limpio
y sembrado de hojas frescas, tenían. A las niñas poníanles
como madrina a una mujer anciana y a los niños un hombre que
los tuviese a su cargo.
Hecho esto trataba el sacerdote de la purificación de la posada,
echando al demonio de ella. Para echarlo ponían cuatro banquillos
en las cuatro esquinas del patio en los cuales se sentaban los cuatro
chaces con un cordel asido del uno al otro, de manera que quedaban
los niños [como] acorralados en medio o dentro del cordel; después
pasando sobre el cordel, habían de entrar al circuito todos los
padres de los niños, que habían ayunado. Después,
o antes, ponían en medio otro banquillo donde el sacerdote se
sentaba con un brasero, un poco de maíz molido y un poco de incienso.
Allí venían los niños y las niñas, por orden,
y echábales el sacerdote un poco de maíz molido y del
incienso en la mano, y ello [lo echaban] en el brasero, y así
[lo] hacían todos; y acabados estos sahumerios tomaban el brasero
en que los hacían y el cordel con que los chaces los tenían
cercados y echaban en un vaso un poco de vino y dábanlo todo
a un indio [para] que lo llevase fuera del pueblo, avisándole
no bebiese ni mirase [hacia] atrás a la vuelta, y con esto decían
que el demonio quedaba echado.
Ido el indio, limpiaban el patio de las hojas de árbol que tenía,
[árbol] que se dice cihom y echaban otras de otro que
llaman copó y ponían unas esteras en tanto que
el sacerdote se vestía. Vestido, salido con un saco de plumas
coloradas y labrado de otras plumas de colores y otras plumas largas
colgando de los extremos [del saco] y una como coroza, de las mismas
plumas, en la cabeza, y debajo del saco muchos listones de algodón
[que llegaban] hasta el suelo, como colas, y con un hisopo en la mano,
hecho de un palo corto muy labrado y por barbas o pelos del hisopo ciertas
colas de una culebra [que son] como cascabeles, y con no más
ni menos gravedad que tendría un papa para coronar a un emperador,
que era cosa notable la serenidad que les causaban los aparejos. Los
chaces iban luego a los niños y ponían a todos,
en las cabezas, sendos paños blancos que sus madres traían
para ello. Preguntaban a los que eran grandecillos si habían
hecho algún pecado o tocamiento feo, y si lo habían hecho
confesábanlo y los separaban de los otros.
Hecho esto mandaba el sacerdote callar y sentar la gente y comenzaba
él a bendecir con muchas oraciones a los muchachos y a santiguarlos
con su hisopo y [todo ello] con mucha serenidad. Acabada su bendición
se sentaba y levantábase el principal que los padres de los muchachos
habían elegido para esta fiesta y con un hueso que el sacerdote
le daba iba a los muchachos y amagaba a cada uno nueve veces en la frente;
después mojábale con el agua de un vaso que llevaba en
la mano y untábales la frente y las facciones, y entre los dedos
de los pies, y de las manos, sin hablar palabra. Esta agua la hacían
de ciertas flores y de cacao mojado y desleído con agua virgen,
que ellos decían, traída de los cóncavos de los
árboles o de las piedras de los montes.
Acabada esta untura se levantaba el sacerdote y les quitaba los paños
blancos de la cabeza y otros que tenían colgados a las espaldas
en que cada uno traía atadas unas pocas plumas de unos pájaros
muy hermosos y algunos cacaos todo lo cual recogía uno de los
chaces; y luego el sacerdote cortaba a los niños, con
una navaja de piedra, la cuenta que habían traído pegada
en la cabeza; tras esto iban los demás ayudantes del sacerdote
con un manojo de flores y un humazo que los indios usan chupar y amagaban
con cada uno de ellos nueve veces a cada muchacho y después dábanles
a oler las flores y a chupar el humazo. Luego recogían los presentes
que las madres traían y daban de ellos a cada muchacho un poco
para comer allí, que de comida eran los presentes, y tomaban
un buen vaso de vino y el resto del presente ofrecíanlo a los
dioses con devotas plegarias, rogándoles recibiesen aquel don
pequeño de los muchachos y llamando a otro oficial que les ayudaba,
que llamaban cayom, dábanle [el vino] a que lo bebiese,
lo que hacía sin descansar, que se diría que es pecado.
Hecho esto se despedían primero las muchachas a las cuales iban
sus madres a quitarles el hilo con que habían andado atadas por
los riñones hasta entonces, y la conchuela que traían
en la puridad lo cual era como una licencia de poderse casar cuando
quiera que los padres quisiesen. Después despedían a los
muchachos, e idos, venían los padres al montón de las
mantillas que habían traído y repartíanlas, por
su mano, a los circunstantes y oficiales. Acababa después la
fiesta con comer y beber largo. Llamaban a esta fiesta emku,
que quiere decir bajada de Dios. El que principalmente habíala
hecho moviéndola y haciendo el gasto, después de los tres
días en que por ayuno se había abstenido, se había
de abstener nueve más y lo hacían invariablemente.
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