Que las indias de Yucatán son en general de mejor
disposición que las españolas y más grandes y bien
hechas, que no son de tantos riñones como las negras. Précianse
de hermosas las que lo son y a una mano no son feas; no son blancas
sino de color moreno causado más por el sol y del continuo bañarse,
que de su natural. No se adoban los rostros como nuestra nación,
que eso lo tienen por liviandad. Tenían por costumbre aserrarse
los dientes dejándolos como dientes de sierra y esto tenían
por galantería y hacían este oficio unas viejas limándolos
con ciertas piedras y agua.
Agujerábanse las narices por la ternilla que divide las ventanas
por enmedio; para ponerse en el agujero una piedra de ámbar y
teníanlo por gala. Horadábanse las orejas para ponerse
zarcillos al modo de sus maridos; labrábanse el cuerpo de la
cintura para arriba salvo los pechos por el criar, de labores
más delicadas y hermosas que los hombres. Bañábanse
muy a menudo con agua fría, como los hombres, y no lo hacían
con sobrada honestidad porque acaecía desnudarse en cueros en
el pozo donde iban por agua para ello. Acostumbraban, además,
bañarse con agua caliente y fuego y de éste poco, y más
por causa de salud que por limpieza.
Acostumbraban untarse, como sus maridos, con cierto ungüento colorado,
y las que tenían posibilidad, echábanse cierta confección
de una goma olorosa y muy pegajosa que creo que es liquidámbar
que en su lengua llaman iztah-te y con esta confección
untaban cierto ladrillo como de jabón que tenían labrado
de galanas labores y con aquel se untaban los pechos y brazos y espaldas
y quedaban galanas y olorosas según les parecía; y durábales
mucho sin quitarse según era bueno el ungüento.
Traían cabellos muy largos y hacían y hacen de ellos muy
galán tocado partido en dos partes y trenzábanselos para
otro modo de tocado. A las mozas por casar, suelen las madres curiosas
curárselos con tanto cuidado que he visto muchas indias de tan
curiosos cabellos como curiosas españolas. A las muchachas hasta
que son grandecitas se los trenzan en cuatro cuernos y en dos, que les
parecen muy bien.
Las indias de la costa y de las provincias de Bacalar y Campeche son
muy honestas en su traje, porque allende de la cobertura que traían
de la mitad para abajo, se cubrían los pechos atándoselos
por debajo de los sobacos con una manta doblada; todas las demás
no traían de vestidura más que un como saco largo y ancho,
abierto por ambas partes y metidas en él hasta los cuadriles
donde se los apretaban con el mismo anchor y no tenían más
vestidura salvo que la manta con que siempre duermen [manta] que, cuando
iban en camino, usaban llevar cubierta, doblada o enrollada, y así
andaban.
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