Yucatán es una tierra la de menos
tierra que yo he visto, porque toda ella es una viva laja, y tiene a
maravilla poca tierra, tanto que habrá pocas partes donde se
pueda cavar un estado sin dar en grandes bancos de lajas muy grandes.
La piedra no es muy buena para labores delicadas, porque es dura y tosca;
empero, tal cual es, ha sido para que de ella hayan hecho la muchedumbre
de edificios que en aquella tierra hay; es muy buena para cal, de que
hay mucha, y es cosa maravillosa que sea tanta la fertilidad de esta
tierra sobre las piedras y entre ellas.
Todo lo que en ella hay y se da, se da mejor y más abundantemente
entre las piedras que en la tierra, porque sobre la tierra que acierta
a haber en algunas partes ni se dan árboles ni los hay, ni los
indios en ella siembran sus simientes, ni hay sino yerbas; y entre las
piedras y sobre ellas siembran y se dan todas sus semillas y se crían
todos los árboles, y algunos tan grandes y hermosos que maravilla
son de ver; la causa de esto creo que es haber más humedad y
conservarse más en las piedras que en la tierra.
En esta tierra no se ha hallado hasta ahora ningún género
de metal que ella de suyo tenga, y espanta [que] no habiendo con qué,
se hayan labrado tantos edificios porque no dan los indios razón
de las herramientas con que se labraron; pero ya que les faltaron metales,
proveyólos Dios de una sierra de [puro] pedernal contigua a la
sierra que según dije en el primer capítulo, atraviesa
la tierra, y de la cual sacaron piedras de que hacían los hierros
de las lanzas para la guerra y los navajones para los sacrificios (de
los cuales tenían buen recaudo los sacerdotes); hacían
los hierros para las saetas y aun los hacen, y así les servía
el pedernal de metal. Tenían cierto azófar blanco con
alguna poca mezcla de oro, de que hacían las hachuelas de fundición
y unos cascabelazos con que bailaban y una cierta manera de escoplillos
con que hacían los ídolos y agujeraban las cerbatanas
como esta figura del margen,* que
mucho usan la cerbatana y bien la tiran. Este azófar y otras
planchas o láminas más duras, las traían a rescatar
los de Tabasco por las cosas [de Yucatán, que eran] para los
ídolos, y no había entre ellos algún otro género
de metal.
Según el sabio, una de las cosas a la vida del hombre más
necesaria es el agua, y es tanto que sin ella ni la tierra produce sus
frutos ni los hombres se pueden sustentar, y con haber faltado en Yucatán
la abundancia de ríos que sus tierras vecinas tienen en mucha
abundancia, porque sólo dos tienen, y el uno es el río
de Lagartos que sale por un cabo de la tierra a la mar, y el otro el
de Champotón, ambos salobres y de malas aguas, la proveyó
Dios de muchas y muy lindas aguas, unas por industria y otras proveídas
de naturaleza.
La naturaleza obró en esta tierra tan diferentemente en lo de
los ríos y fuentes, que los ríos y las fuentes que en
todo el mundo corren sobre la tierra en ésta van y corren todos
por sus meatos secretos por debajo de ella. Lo cual nos ha enseñado
que casi toda la costa está llena de fuentes de agua dulce que
nacen dentro en la mar y se puede de ellas, en muchas partes, coger
agua (como me ha acaecido a mí) cuando de la menguante de la
agua queda la orilla algo seca. En la tierra proveyó Dios de
unas quebradas que los indios llaman zenotes, que llegan de peña
tajada hasta el agua, en algunos de los cuales hay muy furiosas corrientes
y acaece llevarse el ganado que cae en ellos y todas estas [corrientes]
salen a la mar de que se hacen las fuentes dichas.
Estos zenotes son de muy lindas aguas y muy de ver, que hay algunos
de peña tajada hasta el agua y otros con algunas bocas que les
creó Dios, que causaron algunos accidentes de rayos que suelen
caer muchas veces, o de otra cosa; y por dentro con lindas bóvedas
de peña fina y en la superficie sus árboles, de manera
que en lo de arriba es monte y bajo zenotes, y hay algunos [en]
que puede caber y andar una carabela y otros más o menos. Los
que éstos alcanzaban bebían de ellos; lo que no, hacían
pozos; y como les había faltado herramienta para labrarlos, eran
muy ruines. Pero ya no sólo les hemos dado industria para hacer
buenos pozos sino muy lindas norias con estanques de donde, como en
fuentes, toman el agua.
Hay también lagunas y todas son de agua salobre y ruin para beber
y no son corrientes como zenotes. Tiene una cosa esta tierra
en toda ella maravillosa en esto de los pozos; y es que en todas las
partes de ella que se cave, salen muy buenas aguas de manantiales y
algunas tan hermosas que se sume una lanza por ellas y en todas las
partes que se han cavado se ha hallado medio estado antes del agua,
un banco de conchas y caracolillos de la mar, de tantas diferencias
y colores, grandes y chicos, como los que están a la orilla de
la mar y la arena ya convertida en dura peña blanca. En Maní,
pueblo del rey, cavamos un pozo grande para hacer una noria a los indios
y al cabo de haber cavado siete u ocho estados en una peña fina,
hallamos un sepulcro de siete buenos pies de largo, lleno de tierra
bermeja muy fresca, y de huesos humanos, y todos estaban ya casi convertidos
en piedra; faltaban dos o tres estados por llegar al agua y antes de
ella había una bóveda hueca que creó Dios de manera
que estaba el sepulcro metido dentro de la peña, y se podía
andar por debajo hasta donde [estaba] el agua; no pudimos entender como
fuese esto si no es que digamos que aquel sepulcro se abrió allí
por la parte de dentro, y después, con la humedad de la cueva
y el mucho tiempo, vino a congelarse la peña y crecer y así
cerrarse aquello.
Además de los dos ríos que he dicho hay en esta tierra,
tiene una fuente a tres leguas de la mar, cerca de Campeche, y es salobre
y no hay en toda la tierra otra ni otras aguas. Los indios de hacia
la sierra, por tener los pozos muy hondos, suelen en tiempo de las aguas
hacer para sus casas concavidades en las peñas y allí
recoger agua de la llovediza: porque en su tiempo llueven grandes y
muy recios aguaceros y algunas veces con muchos truenos y relámpagos;
los pozos todos y en especial los cercanos al mar crecen y menguan cada
día a la hora que crece y mengua el mar, lo cual muestra más
claro ser todas las aguas de ríos que corren debajo de la tierra
hacia el mar.
Hay una ciénaga en Yucatán digna de memoria que tiene
más de setenta leguas de largo y es salina toda ella; comienza
desde la costa de Ekah, que es cerca de la Isla Mujeres, y síguese
muy junto a la costa del mar entre la misma costa y los montes, hasta
cerca de Campeche; no es honda porque no le da lugar el no haber tierra,
pero es mala de pasar yendo de los pueblos, por los árboles que
tiene y mucho lodo. Esta ciénaga es tan salina que Dios ha criado
allí de la mejor sal que yo he visto en mi vida, porque molida
es muy blanca y para sal dicen los que lo saben es tan buena, que sala
más medio celemín de ella, que uno de otras partes. Cría
la sal Nuestro Señor en esta ciénaga del agua llovediza
y no del mar, que no le entra, porque entre el mar y la ciénaga
va una costa de tierra a lo largo todo lo que dura ella, que la divide
del mar. En tiempo, pues, de aguas, se hincha esta ciénaga y
se cuaja la sal dentro de la misma agua, en terrones grandes y pequeños
que no parecen sino pedazos de azúcar cande. Después de
pasadas las aguas cuatro meses o cinco, y ya que la laguna está
algo enjuta, tenían los indios antiguamente costumbre de ir a
sacar sal, la cual sacan cogiendo aquellos terrones dentro del agua
y sacándolos a enjugar fuera. Tenían para esto sus lugares
señalados en la propia laguna, que eran los más fértiles
de sal y de menos lodo y agua, y acostumbraban a no hacer esta cosecha
de la sal sin licencia de los señores, que en estos lugares de
ella tenían, por su cercanía, más acción;
a los cuales todos los que por sal venían, hacían algún
servizuelo o de la propia sal o de las cosas de sus tierras; y porque
probó esto un principal llamado Francisco Euart, natural del
pueblo de Caucel y probó [además] que el régimen
de la ciudad de Mayapán había puesto a sus antepasados
en la costa, con cargo de ella y del repartimiento de la sal, la Audiencia
de Guatemala les mandó, a los que a sus comarcas la fuesen a
coger, dar ahora lo mismo. Cógese ya mucha en el tiempo de ella
para llevar a México y a Honduras y a la Habana. Cría
esta ciénaga, en algunas partes de ella, muy hermosos pescados
y aunque no grandes, de muy buen sabor.
*No está el dibujo en el manuscrito.
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