Montejo deja Yucatán con su gente y va a México.
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Que el adelantado Montejo no pobló a propósito
de quien tiene enemigos porque estaba muy lejos del mar para tener entrada
y salida a México y para las cosas de España; y que a
los indios, pareciéndoles cosa dura servir a extranjeros [allí]
donde ellos eran señores, comenzaron a ofenderle por todas partes;
y aunque él se defendía con sus caballos y gente, y les
mataba muchos, los indios se reforzaban cada día de manera que
les vino a faltar la comida. Que al fin una noche dejaron la ciudad
poniendo a un perro atado al badajo de la campana y un poco de pan apartado
para que no lo pudiese alcanzar, y el mismo día cansaron a los
indios con escaramuzas para que no los siguiesen y el perro repicaba
la campana para alcanzar el pan lo cual maravilló mucho a los
indios pensando que querían salir por ellos; mas después
de sabido quedaron corridos de la burla y acordaron seguir a los españoles
por muchas partes porque no sabían el camino que llevaban. La
gente que fue por aquel camino alcanzó a los españoles
dándoles mucha grita, como a gente que huía, por lo cual
seis de a caballo los esperaron en un raso y alancearon a muchos de
ellos. Uno de los indios asió a un caballo por la pierna y le
derribó como si fuese un carnero. Los españoles llegaron
a Zilán que era muy hermoso pueblo cuyo señor era
un mancebo de los Cheles, ya cristiano y amigo de los españoles,
quien los trato muy bien. Zilán estaba muy cerca de Ticokh
la que, con todos los pueblos de aquella costa, estaba [sometida] a
la obediencia de los Cheles, y así les dejaron estar seguros
algunos meses. |