Nezahualcóyotl, poesía
y pensamiento (1402-1472)

Varios son los códices, y también las antiguas crónicas y los poemas en idioma náhuatl, en los que la figura de Nezahualcóyotl de diversas formas se nos vuelve presente.1 Por una parte están las palabras, testimonio de admiración, acerca de su casi proverbial sabiduría como forjador de cantos, como maestro versado en todas las artes y como profundo conocedor de las cosas ocultas. Por otra, se reiteran también los relatos, en los que se da cabida incluso a presagios y portentos en torno a lo que llego a ser su actuación.

Así, por ejemplo, en las colecciones de antiguos cantares una y otra vez afloran alabanzas, como ésta de un poeta anónimo de la región culhuacana que, dirigiéndose al sabio señor de Tetzcoco, dejó dicho:

Sobre la estera de flores
pintas tu canto, tu palabra,
príncipe Nezahualcóyotl.
En los libros de pinturas está tu corazón,
con flores de todos colores
pintas tu canto, tu palabra,
príncipe Nezahualcóyotl.2


Un elogio que rivaliza con la anterior afirmación de que el corazón de Nezahualcóyotl da vida a los libros de pinturas lo hallamos en otro breve canto que apunta a la más honda raíz de la sabiduría que llevaban consigo sus palabras:



Dentro de ti vive,
dentro de ti forja un libro de pinturas,
inventa, el Dador de la vida,
¡príncipe chichimeca, Nezahualcóyotl!3


Si nos fijamos ahora en algunas de las crónicas indígenas, los presagios sobre lo que habría de alcanzar el príncipe tetzcocano, repetidas veces nos salen al paso. De los Anales de Cuauhtitlán tomamos, como una muestra, el relato de lo que aconteció a Nezahualcóyotl cuando todavía era muy joven, poco después de la muerte de su padre, perpetrada por las gentes de Azcapotzalco. Lo que en estos anales se consigna, siendo legendario y portentoso, es sin duda reflejo de la nunca disminuida admiración de que fue objeto Nezahualcóyotl en el mundo de Anáhuac.



Así se entretenía jugando Nezahualcóyotl,
pero, una vez, se cayó en el agua.
Y dicen que de allí lo sacaron
los hombre-búhos, los magos;
vinieron a tomarlo, lo llevaron
allá, al Poyauhtécatl,
al Monte del Señor de la niebla.
Allí fue él a hacer penitencia y merecimiento.
Estando allí, según se dice,
lo ungieron con agua divina,
con el calor del fuego.
Y así le ordenaron, le dijeron:
tú, tú serás,
a ti te ordenamos, éste es tu encargo,
así, para ti, en tu mano,
habrá de quedar la ciudad.
Enseguida los magos lo regresaron
al lugar de donde lo habían traído,
De donde lo habían tomado...4


Ser llevado por los magos para que hiciera merecimiento en el Poyauhtécatl y ser luego ungido con el agua divina y con el calor del fuego, símbolo de la guerra, fue presagio, al que de inmediato siguió nueva palabra profética en relación con Tetzcoco, dominado entonces por los tecpanecas: "así, para ti en tu mano, habrá de quedar la ciudad".

Otro relato, de contenido a fin, nos lo ofrecen también los Anales de Cuauhtitlán. Es ésta la tradición de un prenuncio: el sueño que tuvo Tezozomoctli de Azcapotzalco, el anciano usurpador de la herencia de Nezahualcoyótl. Hondamente perturbado por la visión que había tenido en su sueño, manifestó Tezozomoctli:


En verdad tuve un sueño no bueno:
un águila se irguió sobre mí,
un ocelote se irguió sobre mí,
un cuetlaxtli se irguió sobre mí,
el señor amarillo sobre mí se quedó.
Mucho me ha atemorizado mi sueño.
Por ello digo:
¡No sea que Nezahualcóyotl me haga perecer!5

Así, a los elogios expresados en los antiguos cantares, reconocimiento de la sabiduría del príncipe tetzcocano se sumaron también los presagios, los portentos y las leyendas consignadas por la tradición prehispánica que quedó al fin en las crónicas. Tan celebrada y admirada en extremo, como lo fue la figura de Nezahualcóyotl entre los antiguos mexicanos, también había de atraerse más tarde la atención de otros muchos a lo largo de las centurias coloniales y después, durante el periodo independiente, hasta la época actual.

Sin embargo, en las múltiples referencias a su vida y pensamiento, y aun en algunas modernas biografías acerca de él, debemos reconocer que han proliferado las fantasías y las afirmaciones que, en el mejor de los casos, han de tenerse por hipotéticas.6 En este sentido podría decirse de tales interpretaciones que, lejos de tomar en cuenta con mirada crítica los viejos cantares y los relatos de las crónicas nativas, han caído en ponderaciones, cuya única consecuencia ha sido oscurecer la significación que tuvieron el rostro y el corazón de Nezahualcóyotl.

Un solo ejemplo aduciré, extremo por cierto, de lo que se ha llegado a atribuir al tetzcocano en materia de composiciones poéticas. Me refiero a un poema incluido por José Joaquín Granados y Gálvez en sus Tardes americanas, obra impresa en México en 1778. En ese poema, citado repetidas veces, aparece Nezahualcóyotl hablando de las "bóvedas de pestilentes polvos", de la "redondez de la Tierra que es un sepulcro", de las "púrpuras" y de "las caducas pompas de este mundo..." Obviamente Nezahualcóyotl no pudo servirse de metáforas semejantes, por completo extrañas al pensamiento de los antiguos mexicanos.

Las ideas de Nezahualcóyotl conservadas en las colecciones de cantares de origen prehispánico son en realidad muy distintas y mucho más profundas que las de quienes forjaron en su honor tan burdas falsificaciones. Intentaremos aquí acercarnos a su pensamiento sobre la base de las fuentes que se conservan. Podrá así comprenderse cómo en realidad el señor de Tetzcoco, con plena conciencia de un legado espiritual milenario, pudo desarrollar formas de pensar que, si guardan obvia semejanza con las de otros tlamatinime, muestran también matices y enfoques distintos, consecuencia de su propia intuición.

Convergían de hecho en Nezahualcóyotl dos distintas corrientes de tradición, la de los antiguos grupos chichimecas venidos del norte y la que se derivaba de la cultura tolteca con las enseñanzas y doctrinas atribuidas a Quetzalcóatl. Sabido es que, por obra de los ancestros de Nezahualcóyotl, algunas instituciones toltecas, entre ellas el arte de la escritura y las antiguas doctrinas y prácticas religiosas, habían alcanzado nuevo florecimiento en Tetzcoco. Desde los días de su infancia se vio influido Nezahualcóyotl por ese resurgimiento de la cultura tolteca ya que, según lo refiere Ixtlilxóchitl, tuvo entre los ayos "que convenían a su buena crianza y doctrina a uno..." llamado "Huitzilihuitzin, que era a su modo en aquel tiempo gran filósofo..." 7

Y no es que hubieran desaparecido por completo los mitos, tradiciones y prácticas de origen chichimeca. Claras supervivencias de ello se descubren en los textos, pero dando ya lugar a diversas maneras de sincretismo cultural y religioso. Así, los mexicas que, como los tetzcocanos, estaban en proceso de asimilar las instituciones de origen tolteca, llegarían más tarde a transformarlas en función de sus propias ideas y ambiciones, hasta convertirse a sí mismos en el "pueblo del Sol" con una nueva visión místico-guerrera del mundo, raíz de su extraordinaria pujanza como conquistadores dentro del ámbito del México antiguo.

Distinto fue el sesgo que tuvo la fusión de elementos culturales toltecas y chichimecas en el pensamiento y en la acción de Nezahualcóyotl y de otros tlamatinime. Las doctrinas atribuidas a Quetzalcóatl serían para ellos punto de partida de reflexiones de hondo sentido espiritualista acerca de los antiguos temas de Tloque Nahuaque, el "dueño del cerca y del junto", los rostros y corazones humanos, la superación personal de la muerte y la posibilidad de decir palabras verdaderas en un mundo en el que todo cambia y perece. Dentro de este contexto, el pensamiento de Nezahualcóyotl, mejor que el de otros contemporáneos suyos, habría de desarrollarse guiado por su intuición, hasta llegar a formular una de las más hondas versiones de lo que hemos llamado filosofía náhuatl.

 En vez de detenemos aquí en relatar anécdotas acerca de la vida de Nezahualcóyotl, preferimos concentrar la atención en lo que parece haber sido la trayectoria, los temas y problemas, de ese su pensar filosófico. Diremos sólo que, para el estudio de su vida, son fuentes principales varios códices tetzcocanos y mexicas, los Anales de Cuauhtitlán, las obras de los historiadores Ixtlilxóchitl y Pomar, así como, con carácter de secundarias, las relaciones e historias de fray Juan de Torquemada y de Chimalpain Cuauhtlehuanitzin. Lo que podemos conocer de su pensamiento y creación poética se conserva en las mismas colecciones de cantares prehispánicos de las que provienen los textos de otros muchos forjadores de cantos.


1 Fuentes principales son el Códice Xólotl, el Mapa Quinatzin, el Mapa de Tepechpan, el Códice en Cruz, la Relación de Tetzcoco de Juan Bautista Pomar, los Anales de Cuauhtitlán, las Relaciones e Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. De todos estos testimonios de la tradición indígena existen varias ediciones.

2 Ms. Romances de los señores de la Nueva España, fol. 18 v.

3 Ibid., fol.34r.

4 Anales de Cuauhtitlán, fol. 36.

5 Anales de Cuauhtitlán, fol. 38.

6 Entre las biografías de Nezahualcóyotl —libres básicamente de fantasías—, citaremos tan sólo dos: José María Vigil, Nezahualcóyotl, el rey poeta (nueva edición), Biblioteca Mínima Mexicana, Ediciones de Andrea, México, 1957; José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, su vida y obra, FCE, México, 1972.

7 Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas, 2 vols., México 1882, t. II, p. 82.