EL TRASLADO A NUEVA ESPAÑA

Esta vez no quedó más remedio a Fuenleal que cumplir de inmediato la real orden y trasladarse a Nueva España. Desembarcado en Veracruz el 23 de septiembre de 1531, en vez de encaminarse directamente a la capital del reino, quiso detenerse en varios lugares para contemplar sin prevenciones la realidad del país y cuanto pudiera salirle al paso. El mismo don Sebastián se refiere a esto en carta que dirigió al emperador el 30 de abril del siguiente año de 1532:

Luego como llegé a esta Nueva España, escribí a Vuestra Majestad
cómo a veinte y tres de septiembre del año pasado me desembarqué, y
cómo antes que a esta cibdad viniese, visité los más principales pueblos
que en esta provincia hay, y luego entendí en saber lo que Vuestra
Magestad tenía proveído y no estaba cumplido...


Más de una sorpresa debió recibir al adentrarse por esos pueblos en los cuales la realidad del mundo indígena de golpe se le volvía presente. Se conserva un cantar en náhuatl en la Colección de la Biblioteca Nacional de México, dirigido a él, haciéndole salutación, con el nombre de "Presidente Oidor", compuesto al parecer para darle la bienvenida a su paso por la región de Tlaxcala. Instalado por fin en la capital, el encuentro con sus colegas Quiroga, Ceynos, Salmerón y Maldonado, llegados un año antes, le permitió enterarse con rapidez del cúmulo enorme de problemas que le aguardaban. La Nueva España vivía una época crítica, consecuencia del caos en que la habían sumido los desmanes de Nuño de Guzmán y de los otros miembros de la anterior audiencia. Había que atender a la pacificación y poblamiento de la tierra e igualmente a las incesantes demandas de quienes habían hecho la conquista. Era necesario tomar una resolución en el espinosísimo caso de Nuño de Guzmán y de Matienzo y Delgadillo. También había que tratar con Hernán Cortés, que se encontraba ya de regreso de España, en particular lo referente a los límites y número de vasallos de su marquesado. Urgía reglamentar la actividad de las órdenes religiosas y debían demarcarse las provincias y obispados y activar la urbanización y defensa, sobre todo de la capital del reino. Y como si esto fuera poco, mayor apremio tenían para Fuenleal y los otros oidores lo tocante a la suerte de los indios, los candentes temas de la encomienda y los corregimientos, los sistemas de tributación que debían implantarse y de modo especial lo que se refería al infamante uso del hierro con que se marcaba a quienes era compelidos a la situación de esclavos. Sacar adelante al nuevo reino, haciendo frente a tan arduos problemas, en un mundo de pasiones desbordadas, era la misión que traía como responsable principal quien venía a ocupar el puesto clave de presidente de la audiencia.

Y si tantos apremios y problemas debieron impresionar grandemente a don Sebastián, en modo alguno le hicieron perder ánimo. La sola lectura de sus comunicaciones al emperador, a la reina doña Juana y a las autoridades reales, muestran que, con casi inverosímil prudencia, supo graduar la importancia de las cuestiones para atenderlas siempre en el momento más oportuno. Gran satisfacción debió ser para Fuenleal recibir, unos cuantos meses después de su llegada a México, una nueva cédula de la reina, de la que no conocemos la fecha exacta, en la cual ésta le decía que tenía ya noticias de que había ocupado su puesto de presidente de la audiencia. Y a continuación, como una prueba, la más fehaciente, y diríamos que única, de la confianza que en él se tenía, añade la cédula que se le autorizaba para proveer y disponer en todo como lo creyera más conveniente, aun contrariando cualquiera otra disposición en vigor. Transcribimos en parte el texto de la real cédula, elocuente por sí mismo:

Porque en la forma que se ha tenido hasta aquí y al presente se tiene en la gobernatura desa Nueva España, y tratamiento de los naturales de ella y gratificación de los conquistadores y pobladores en ella, ha habido y hay diferentes pareceres y opiniones y, por ser esto tan importante al servicio de Dios y nuestro, y descargo de nuestra real conciencia y a la conservación de esa tierra en nuestra subjeción y Corona Real de Castilla, deseamos acertar en lo más sano y seguro a todo ello; y por estar tan lejos de ser las cosas de esa provincia tan diferentes de las de estos reinos, confiando de vuestra fidelidad y consciencia y celo que tenéis a nuestro servicio, y de la experiencia que tenéis ya desa tierra, he acordado de vos lo encomendar y cometer a vos solo. Por ende yo vos encargo y mando que, informado muy bien y certificado de la disposición y estado desa tierra y naturales y conquistadores y pobladores della, teniendo principal respeto al servicio de Dios y descargo de nuestras consciencias y conservación desa tierra y naturales della en nuestro servicio y subjectión, proveáis en todo lo que de presente o adelante se ofreciere aquello que viérades que más conviene para los dichos fines y efectos, sin embargo de cualesquier provisiones e instrucciones que por nos hasta aquí estén dadas; y pues véis la cosa de cuán grande importancia es, y que por la confianza que tengo de vuestra persona la encomiendo a vos solo y no a otro alguno, yo vos ruego y encargo mucho que, sin respeto de particularidad alguna, uséis de esta comisión en caso necesario y no en otra manera, guardando en vos el secreto que la cualidad del negocio véis que requiere, porque de se publicar tememos que nacerían mayores inconvenientes...9


9 "Cédula de la reina al obispo de Santo Domingo, presidente de la Audiencia de México" (sin fecha, aunque con una anotación que señala el año de 1532, y probablemente de principios de él), Epistolario de Nueva España, tomo XV, pp. 169-170.