COPIOSAS PUBLICACIONES

Trabajador incansable, publicó varias obras fundamentales. Entre ellas están su Épica náhuatl (Biblioteca del Estudiante Universitario, 1945); numerosos textos de los informantes indígenas de Sahagún, aparecidos en forma no interrumpida en la revista TIalocan, desde el año de 1943, hasta el de 1957. Pero, entre todos estos trabajos destaca sin duda la monumental Historia de la literatura náhuatl, publicada por la Editorial Porrúa, en dos gruesos volúmenes (1953-1954). Magistralmente estudia en ella Garibay los diversos aspectos de la producción literaria de los antiguos mexicanos: la poesía religiosa y lírica, los himnos épicos, la poesía dramática, las diversas formas de prosa, entre las que descuellan los huehuehtlahtolli o pláticas de los ancianos, los textos históricos e imaginativos, sin descuidar la producción en la misma lengua náhuatl, después de la Conquista, hasta el año de 1750. Todo esto presentado con sentido humanista, con apoyo en fuentes de primerísima mano y sirviéndose de las traducciones preparadas por él mismo.

La publicación de estas obras vino a desvanecer ya por completo la vieja objeción, hecha desde el siglo XVI a fray Bernardino de Sahagún. Sostenían algunos que los textos y composiciones atribuidas a los antiguos mexicanos eran en realidad invenciones, si se quiere de gran valor literario, pero invenciones al fin. La respuesta del padre Garibay fue mostrar los documentos mismos y hacer ver la fidelidad de sus traducciones de los textos indígenas. Con una sonrisa burlona, acompañada de un chispazo de sus ojos de mirada profunda, comentaba Garibay estas objeciones con las siguientes palabras. "Ojalá que yo hubiera inventado estas composiciones; desgraciadamente sólo las he traducido".

Para Garibay traducir, analizar y comentar un texto jamás fue mera empresa de erudito ni ecuánime exhumación de antigüedades. En verdad creía y tenía su corazón puesto —como hombre abierto a todos los rumbos de la cultura— en el logos griego, verbum de los romanos o tlahtolli, la palabra, de los pueblos nahuas. Pero su palabra y logos fue siempre mucho más que razón pura, elucidación literaria o mero discurrir para hacerse acreedor a títulos de científico y sensato. Era la suya un alma atormentada. Él mismo levantó alguna vez un poco el velo de su propio misterio; así, cuando ingresó en la Academia Mexicana de la Lengua, al hablar de la verdad de la ficción en torno a las andanzas de Quijano el bueno, expresó:

 No suenen iconoclastas mis reflexiones. La negación de la primacía de una facultad, que en un momento de evasión puso Aristóteles como constitutivo de la esencial humanidad, no es sino el reconocimiento, amargo, si se quiere, de la realidad de la vida. No es el hombre un zoón logikón, animal racional: es un zoón fantastikón, animal imaginativo...
¿Seguir, quizá, las normas del Canónigo? Razón, pura razón, razón estéril, aunque razón sensata. Puede ser una meta a qué aspirar: nunca será camino que recorrer. El menos racional de los seres es el hombre...
No estoy con mi colega, el Canónigo de Toledo, y desdeño sus rígidas limitaciones.
Yo, que siempre he soñado, que alguna vez he combatido, que jamás ceso de estar anhelante de la inasible belleza, de la remota verdad, apenas entrevista; yo, señores académicos, anhelo estar siempre al lado de don Quijote...2


Por eso, de él mismo, diré lo que escribió a propósito de Platón y del autor del Eclesiastés: "Era más poeta que razonador, lo cual es un elogio".3 Anheloso de la remota verdad, encontraba en el mundo de los clásicos la ocasión propicia de hacer de los textos pretextos para pensar y sentir más hondo. Pulir traducciones era para él repensar y revivir en su ser el atisbo ajeno, comulgar como poeta con lo que otros rostros y corazones dejaron dicho, aquí y allá, sobre el antiguo y siempre renovado misterio del existir humano en la Tierra.

Su logos; palabra y verdad, lejos estuvo de ser un eco. La versión y el comentario de sus antiguos textos traían consigo el hálito de su alma de poeta. Desde su preciada soledad hablaba, convertido en nueva manera de profeta, para hacer revelación contemporánea de antiguas palabras, plenitud de vida. La sabiduría de Israel, Grecia, Roma, Hispania y Anáhuac afloraron así una vez más, con la fuerza del mensaje universal en la circunstancia de los hombres de aquí y de ahora. Olvidar todo esto sería no comprender la obra del padre Garibay. Y casi tantas muestras podría dar de lo que he dicho, cuantas fueron las páginas que nos dejó.

1 Esquilo, Trilog�a de Orestes, versi�n m�trica, introducci�n y notas por �ngel Mar�a Garibay, Bajo el Signo de �bside, M�xico, 1939, p. 66.

2 Rea1idad de la ficción, discurso de recepción en la Academia Mexicana de la Lengua, Bajo el Signo de Ábside, México, 1954, pp., 20 y 22.

3 Sabiduría de Israel, tres obras de la cultura judía, Porrúa, México, 1966, p. 14.