LOS QUEHACERES DE BOTURINI EN MÉXICO
(1736-1743)

Llegó don Lorenzo a Veracruz y de allí pasó a la capital en marzo de 1736. Pronto se puso en contacto con el canónigo Codallos. Establecido en un cuarto que alquiló en la calle de la Estampa de la Concepción, hoy Del Cincuenta y Siete. Precisamente en el número 23 de la misma, en sus visitas al canónigo pudo enterarse de la que llamó "Reina de los Ángeles, Señora y Patrona Nuestra de Guadalupe".

Como fascinado por lo que escuchó acerca de ella, escribió: "Me sentí impulsado de un superior tierno impulso para investigar el prodigioso milagro de las apariciones de nuestra patrona de Guadalupe". Poco después de su llegada a México, estalló la peste del gran matlazáhuatl que cobró las vidas de miles de personas. El virrey, el arzobispo y la ciudad entera, buscando remedio a tanto mal, decidieron jurar por patrona a la Guadalupana. Boturini compartió la opinión de que gracias a ella la peste empezó a ceder.

Desde entonces dedicó su tiempo y afanes a la búsqueda de testimonios documentales en apoyo de las milagrosas apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe. Más de seis años consagró a esto, recorriendo muchos lugares y allegando viejos papeles, muchos en lengua indígena. En sus ires y venires llegó a ser teniente de alcalde en Tlaxcala. En los documentos que fue reuniendo, si bien había algunos relacionados con la Virgen de Guadalupe, los más versaban sobre la historia antigua de México y sus tradiciones.

Paso riesgoso fue el que dio luego don Lorenzo cuando se metió a promover la coronación de la Madre Nuestra de Guadalupe. En tal quehacer se hallaba recolectando limosnas y reuniendo viejos papeles cuando, en octubre de 1742, llegó a México como virrey el conde de Fuenclara. Enterado de lo que hacía Boturini, tuvo su actuación como delictuosa y lo hizo detener. Considerándolo extranjero que, sin licencia, se había adentrado en México y reunía limosnas y documentos, lo hizo comparecer ante el alcalde del Crimen y juez de Provincia, El proceso llevó a Boturini a prisión, donde estuvo casi nueve meses, así como al secuestro y embargo de todos sus papeles. A la postre decidió el juez su deportación a España en octubre de 1743, con lo que concluyó su estancia en México.

Fortuna grande para don Lorenzo fue que el navío en que era llevado a España cayera en manos de corsarios ingleses que lo condujeron a Gibraltar. De allí pudo salir y, libre ya, se dirigió a Cádiz y después a Madrid. En dicha ciudad se apersonó con don Fernando Triviño, marqués de la Ensenada, con quien, según vimos, había establecido amistad. Éste se convirtió entonces en su protector, lo que hizo posible que Boturini escribiera, al menos en parte, las obras que tenía proyectadas.