Francisco Xavier Clavijero |
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Investigador profundo de nuestra realidad cultural e histórica fue el humanista Francisco Xavier Clavijero. Su relativamente breve existencia, pues murió a los 56 años de edad, se caracteriza por una decidida entrega al estudio, siempre en relación con la cultura patria. Aunque no son escasas las monografías que sobre él y su obra se han escrito, sin duda el mejor camino para recordar aquí su trayectoria y pensamientos nos lo dan sus propios escritos, los trabajos que publicó y también algo de lo que de su correspondencia se conserva. Muy digna de tomarse en cuenta es asimismo la biografía que de él nos dejó quien fuera su compañero y amigo hasta los últimos días, durante su destierro en Italia, el también veracruzano y exiliado, Juan Luis Maneiro. Por un escrito del mismo Clavijero, que hasta hace poco se conservaba
inédito, sabemos que la fecha precisa de su nacimiento, en
la ciudad de Veracruz, fue no el 9 sino el 6 de septiembre
de 1731.1 Hijo de padre español,
había él de tipificar la actitud de no pocos de los
criollos del siglo
Algunos años más tarde, hacia 1743, encontramos a Clavijero en la ciudad de Puebla, enviado por sus padres para estudiar allí la gramática en el Colegio de San Jerónimo y posteriormente la filosofía en el de San Ignacio, a cargo de los jesuitas. Cuatro años después, inclinándose por la carrera eclesiástica, ingresó en el seminario angelopolitano y comenzó a estudiar el primer curso de teología. El mismo Maneiro, que tan de cerca conoció a Clavijero, nos dice, no sin cierta gracia, que "aunque entonces fue la teología su principal preocupación, sin embargo, en las horas de descanso se entregaba con empeño a estudios agradables..."3 Y a continuación aclara que por "estudios agradables" entiende sus asiduas lecturas de autores como Quevedo, Cervantes, Feijoo, el angelopolitano Parra, sor Juana Inés de la Cruz y también de cuantas obras de tema histórico podía haber a las manos, al igual que de aquellas otras, de más difícil obtención, sobre recientes descubrimientos en el campo de las ciencias naturales. Clavijero no permaneció largo tiempo en el seminario de Puebla. Tras algunas vacilaciones, se decidió al fin a abrazar la orden de los jesuitas. El 13 de febrero de 1748 ingresó en el colegio que éstos tenían en Tepotzotlán. La innegablemente sólida formación que recibían los miembros de esta orden iba a fructificar al máximo en la persona del joven estudiante. Guiado por sus maestros, pudo ahondar entonces en distintos campos del saber. Perfeccionó sus conocimientos de la lengua latina y llegó a dominar también la griega. Y otro tanto cabe decir respecto del francés, portugués, italiano, alemán e inglés, sin olvidar la lengua náhuatl o mexicana que, como él mismo lo refirió, había aprendido desde su más temprana juventud. Sus conocimientos lingüísticos, vale la pena destacarlo, le permitieron desde entonces estudiar y gustar a sus anchas de lo mejor de la literatura de no pocos autores de culturas tan distintas. Enviado a Puebla en 1751, vuelve a dedicarse allí por algún tiempo al estudio de la filosofía. Como lo refiere Maneiro, y lo han mostrado quienes se han ocupado más directamente del pensamiento filosófico de Clavijero, se consagra entonces a la lectura de autores como Duhamel, Purchot, Descartes, Gassendi, Newton y Leibniz. De esta etapa de su vida proviene el gran interés que siempre mantuvo por las corrientes del pensamiento moderno y que habrían de llevarlo más tarde a concebir la necesidad de una radical transformación en los estudios filosóficos y científicos en el ambiente novohispano de su tiempo. De vuelta en la ciudad de México para continuar el currículum
de estudios establecidos por los jesuitas, se dedica de nuevo a las
disciplinas teológicas en el Colegio de San Pedro y San Pablo.
Necesario es recordar que entonces, y también desde mucho antes,
tuvo Clavijero la fortuna de convivir con varios distinguidísimos
estudiantes de su orden. Entre éstos deben mencionarse los
que con razón han sido llamados "humanistas mexicanos
del siglo
Por entonces, aun cuando no había concluido sus estudios, se dedicó por algún tiempo a la docencia. Actuó así como prefecto de los alumnos del Colegio de San Ildefonso. Con gran pena hubo de percatarse de lo anticuado de los métodos allí vigentes en materia de educación y formación de los jóvenes. Con cautela manifestó oportunamente su parecer a los superiores y llegó a proponer las reformas que a su juicio debían introducirse. Éstas, por demás está decirlo, se inspiraban en sus muchas lecturas que definitivamente habían abierto su espíritu a la modernidad. Algún tiempo después, haciéndose excepción
con él, ya que no había recibido aún las órdenes
sacerdotales, se le encomendó la cátedra de retórica
en el Colegio Máximo de los jesuitas. Una vez más, y
no por afán de novedad sino porque se sentía obligado
a ir en contra de los que tenía por vicios inveterados, introdujo
modificaciones en los estudios a su cargo. 1 Véase "Documentos para la biografía del historiador Clavijero", publicados por Jesús Romero Flores, en Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, t. I, 1939-1940 (aparecido en 1945), p. 316. 2 Juan Luis Maneiro
y Manuel Fabri, Vidas de mexicanos ilustres del siglo 3 Ibid., p. 125. 4 Juan Luis Maneiro, op. cit., p. 135. |