EL EXILIO. SU OBRA DE HISTORIADOR

No siendo nuestro propósito hacer pormenorizada biografía de Clavijero, sino recordar lo más sobresaliente de su personalidad y obra, brevemente nos fijaremos en lo que fueron los últimos 20 años de su vida, exiliado ya en Italia, tras la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles en 1767.

De sobra está repetir que la forzada interrupción de sus actividades como maestro, y a la sazón lo era en el Colegio de Guadalajara, y en seguida su violenta salida de México debieron serle en extremo dolorosas.

Establecido primeramente en Ferrara y por fin en Bolonia, a pesar de penurias y toda clase de privaciones, paradójicamente, como muchos de sus compañeros de destierro, pudo abstraerse, ahora ya sin contradicciones, y dedicarse por entero a su siempre anhelada investigación. Instado por sus amigos, como si le hiciera falta mayor incentivo, se determinó al fin a preparar su obra histórica, toda ella en relación con México. Mantenía vivo el recuerdo de cuantos textos, códices y documentos había estudiado. Sin embargo, ahora se encontraba desprovisto de ellos y aun de las obras impresas de los primeros cronistas españoles que tan necesarias le eran. Un libro, de muy distinta índole, caería pronto en sus manos, lamentable producción de cierto autor prusiano de nombre Cornelius Paw, y titulado Investigaciones filosóficas sobre los americanos. Éste habría de ser el acicate definitivo, ya que, al leerlo, pudo darse cuenta Clavijero de la radical ignorancia de su autor, que reflejaba el casi universal desconocimiento que prevalecía en Europa sobre la cultura y naturaleza del Nuevo Mundo.

Éste fue el último impulso para que, hechas a un lado las dificultades, se dispusiera Clavijero a tomar la defensa de la verdad y a componer la historia de los mexicanos.10


A base de sacrificios personales y también de la generosidad de sus amigos, se dedicó entonces a recoger cuanto libro y papel, impreso o manuscrito, pudo hallar relacionado en alguna forma con su asunto. For correspondencia obtuvo asimismo información acerca de los documentos mexicanos que se conservaban en Roma, Florencia, Génova, Milán y Venecia, tras haber consultado los que existían en lugares más cercanos como Bolonia, Ferrara y Módena.

Varios años hubo de consagrar a esta empresa y posteriormente a disponer sus materiales y redactar su obra. Al fin, y sin duda con gran gozo, pudo comunicar a sus compañeros de exilio que había dado término a los 10 libros de su Historia antigua de México. Era ésta no ya sólo enumeración de acontecimientos, sino clara y brillante síntesis acerca de las instituciones que habían integrado la realidad cultural del México prehispánico. En ella, con el sentido que puede tener de la historia una mente filosófica, había recreado una imagen de las antigüedades indígenas que, si bien rebosaba mexicanismo, era igualmente ejemplo de presentación al modo moderno, con criterio abierto y propósitos de significación universal. Originalmente la obra había sido escrita en castellano. Clavijero dudó sobre si debía darla a la prensa en esta lengua o si más bien convendría traducirla al italiano o al francés, tomando en cuenta mayores posibilidades de difusión, Al fin se decidió a ponerla él mismo en italiano, no sin consultar repetidas veces a estudiosos hablantes nativos de esta lengua para suprimir cualquier error. Publicada en Cesena en 1780, tuvo su autor la merecida satisfacción de ver el grande interés con que fue recibida. Éste habría de acrecentarse mucho más, años después, al ser publicada la Historia... en inglés y en alemán.11.

De las muchas valoraciones que se han hecho de la Historia antigua de México que escribió Clavijero, aludiremos al menos a un trabajo de Luis Villoro, que ve en esta obra el más logrado intento de comprender a "lo indígena manifestado por la razón universal".

Clavijero —dice Villoro—, constituye lo indígena en ejemplar clásico. Y lo logra, no mirándolo en su facticidad individual, sino proyectando su acto a la universalidad de lo humano. Ve en él al hombre y no al individuo; sus actos heroicos rebasan el estrecho límite de su situación para alcanzar lo normativo; así pone él en el indio universalidad y trascendencia. En esto radica su humanismo; por eso cobran sus personajes perfiles grandiosos que despiertan en nosotros el respeto moral...12


Obra de acendrado mexicanismo, fuente de copiosa información y a la vez testimonio del criollo expulsado de su tierra y que encuentra en lo indígena una de sus raíces culturales más hondas, todo esto y mucho más es la Historia antigua... de Clavijero. Aún ahora, cuando se tiene mayor información acerca del pasado prehispánico gracias a la arqueología y a las modernas investigaciones sobre más abundantes testimonios documentales, el trabajo de Clavijero conserva en mucho su vigencia y debe ser leído como la clásica presentación del México antiguo en el Siglo de las Luces.

Pero esta Historia... no fue lo único que pudo disponer para la imprenta el incansable Clavijero. Además de ella escribió varias "disertaciones" sobre diversos aspectos de la realidad histórica y del medio ambiente en que florecieron las culturas mexicanas. Interesante es notar que, en más de una de sus disertaciones, refuta Clavijero con abundancia de argumentos, no ya sólo los infundios concebidos por el prusiano Comelius Paw, sino también las inexactitudes de otros autores como el célebre Buffon o el inglés Robertson. Manteniéndose siempre ocupado en asuntos que se referían al pasado y al presente de su patria, publicó también en lengua italiana una historia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe.13 Sobre la base firme de su conocimiento del náhuatl, elaboró asimismo por esos años una gramática y diccionario de dicha lengua. Este trabajo suyo, conservado en la Biblioteca del Archigimnasio de la ciudad de Bolonia, ha sido ya publicado.14 Y si la muerte habría de sorprenderlo entregado a otros estudios más, como aquél acerca de los tlaxcaltecas que, ya durante la Colonia, se establecieron en las provincias septentrionales de la Nueva España, al menos tuvo tiempo para concluir la que bien podemos llamar segunda en importancia de sus obras, o sea, su Historia de la California, esa porción de México tan ligada a las empresas jesuíticas y respecto de la cual había experimentado siempre muy grande interés.

En la Historia antigua de México su intención había sido presentar al mundo una imagen de lo que habían llegado a ser las culturas indígenas. En su obra sobre California había propósitos muy dignos de ser valorados. Por una parte se trataba de una de las regiones más apartadas del corazón de la Nueva España. En la lejana península, y en una especie de inverosímil contraste respecto de los pueblos de la región central de México vivían grupos humanos con formas de cultura que parecían en extremo primitivas. El señuelo de la abundancia de perlas había atraído allí a incontables aventureros. El mismo Hernán Cortés y otros muchos presuntos conquistadores habían fracasado, durante más de siglo y medio, en repetidos intentos de colonizar esas tierras. Todo esto era de grande interés pero el punto central que cautivaba la atención de Clavijero era precisamente la actitud y la obra de quienes al fin habían logrado lo que parecía imposible. Sus antiguos hermanos de religión, los jesuitas, entre ellos figuras tan extraordinarias como Salvatierra, Kino, Ugarte y Píccolo, habían emprendido la transformación pacífica de ese país de hombres menesterosos. Empresa privada, con escasísima intervención de la Corona, había sido en rigor la colonización de California. Lejos de valerse de las armas, originalmente con seis soldados, y siempre con muy pocos a modo de protección y símbolo, la ocupación de California tipificaba para Clavijero una utopía hecha realidad, hasta donde esto es posible, por medio de una conquista sin sangre. Sabía él que los jesuitas habían sido acusados de haberse constituido en amos y señores del supuesto imperio de una California rica en perlas y toda suerte de tesoros. Por todo ello, no sólo se sintió inclinado, sino que casi creyó tener la obligación de escribir esta historia de verdad extraordinaria.

Con la misma honradez científica con la que se había ocupado del México antiguo, también ahora manifestó claramente sus propósitos y limitaciones. "Siendo muy fácil que se equivoque el autor que escribe la historia del país en que no ha estado —nos dice en su prólogo—, he hecho que revisen esta obra dos personas de las más prácticas en aquel país, y la experiencia me ha manifestado que esta diligencia no ha sido superflua..."

En cuatro libros distribuyó Clavijero su obra californiana. El primero es un resumen de la historia natural de la península e igualmente un ensayo de etnología sobre las culturas de sus antiguos habitantes. Materia del segundo es la relación de los principales intentos de colonizar California, a partir de Hernán Cortés, hasta la expedición de Atondo en 1683 en compañía, entre otros, de Eusebio Francisco Kino. En el libro tercero Clavijero hace la historia de la fundación de las misiones. Allí analiza los distintos procesos que al final se tradujeron en la aculturación de los nativos. El último y cuarto libro versa sobre la expansión de la obra de los jesuitas en la península. Fijándose en los escasos recursos con que habían contado éstos, menciona luego con manifiesto pesar su expulsión y deja entrever su esperanza de que otros puedan continuar la obra que con tanto esfuerzo había comenzado a enraizarse.

Nueva prueba de su modernidad de pensamiento, y de su interés por formular sugerencias dirigidas a mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas mexicanos, la tenemos asimismo en algunas de las reflexiones expresadas por Clavijero en su Historia de la Baja California y en otros opúsculos que escribió durante esos años. En lo que a California se refiere, daremos un solo ejemplo. Muestra éste la conciencia que tuvo de las posibilidades de explotar los recursos del mar en ese territorio con más de 3 000 kilómetros de costas. Larga es la lista en la que enumera los peces que abundan en los litorales del Pacífico y en los del Mar de Cortés. La riqueza que allí existe debía llevar a la creación de grandes empresas pesqueras. Así podrían aprovecharse las que tan acertadamente llama "minas marítimas".

Los otros opúsculos o ensayos que preparó entonces dejan percibir un parecido criterio eminentemente práctico. Bajo el título de "Frutos en que comercia o puede comerciar la Nueva España" hace una enumeración de las que hoy llamamos diversas formas de recursos, renovables y no renovables. Y en su "Proyectos útiles para adelantar el comercio de la Nueva España" toca asuntos de tanta importancia como el fomento de una marina propia, el restablecimiento del comercio con la América del Sur, la asignación de premios a los inventores de máquinas u otras cosas útiles al público e insiste asimismo en la necesidad de crear, tomando en cuenta el interés propio de la Nueva España, distintas industrias, de las que da dos ejemplos, el arte de hacer moldes para la imprenta y las fábricas de papel, capaces de surtir la creciente demanda de la ciudad de México y de otros centros del país.15

Las obras que hasta aquí se han mencionado, aunque son sin duda las más importantes en la producción de Clavijero, en modo alguno constituyen la bibliografía completa del mismo. Pueden recordarse al menos las traducciones que llegó a imprimir antes en México, de una vida de san Juan Nepomuceno y de dos cartas de san Francisco de Sales.16 Y a todo esto debe añadirse lo que ha quedado de su rico epistolario, en el que se conservan comunicaciones dirigidas a célebres investigadores europeos y del Nuevo Mundo.

Al varias veces citado Juan Luis Maneiro hemos de acudir para conocer lo que fueron los últimos meses en la vida de Clavijero. Algún tiempo antes de su muerte, y en medio de los padecimientos de las enfermedades que comenzaron a aquejarlo, tuvo al menos la satisfacción de recibir una carta del rector de la Universidad de México en la que le comunicaba éste que había llegado a sus manos el ejemplar de la Historia antigua de México, obra dedicada a esa institución. El rector, tras expresarle su agradecimiento,

le declaraba abiertamente, en nombre de todos los doctores, que la Universidad de México consideraba como un honor haber engendrado tal discípulo que, conducido a otras tierras, se había ganado, entre gentes cultísirnas, renombre de sabio por su universal erudición y por su vastísima doctrina...


Postrera satisfacción fue ésta para quien a lo largo de su relativamente breve vida, en la patria y en el exilio, había hecho sobre todo dedicación de sí mismo a la cultura mexicana como filósofo científico, historiador y literato, abierto a la vez a la modernidad y a los valores genuinos de todos los tiempos.

Francisco Xavier Clavijero murió en Bolonia a las cuatro de la tarde del 2 de abril de 1787. Su temprana muerte, ya que vivió sin haber cumplido los cincuenta y seis años de edad, le impidió, entre otras cosas, alcanzar a ver impresa su Historia de California, que no sería publicada sino dos años más tarde en la ciudad de Venecia.

Los restos del gran humanista mexicano fueron enterrados en la iglesia de Santa Lucía, que había pertenecido antes a los jesuitas, en la ciudad de Bolonia. Repetidas iniciativas de instituciones y personas interesadas en traerlos a México no alcanzaron su propósito. Tan sólo años más tarde, y gracias a la intervención del gobierno de la República y también del de su nativo Veracruz, la ya antigua idea se ha convertido en realidad. El 5 de agosto de 1970 los restos de Clavijero traídos de Bolonia, llegaron a su patria chica, la ciudad de Veracruz. De allí pasaron a descansar en la Rotonda de los Hombres Ilustres, en la ciudad de México. El maestro e investigador que tanto amó a esta tierra recibió así merecido homenaje de la nación a cuya cultura consagró su existencia. Más que nunca ahora se hacen verdad las palabras con que Maneiro terminó su biografía: "La sincera posteridad juzgará, por las obras que dejó, cuán grande haya sido Clavijero".

10 Juan Luis Maneiro, op. cit, p. 158. 

11 Las primeras ediciones que de este libro se hicieron en castellano fueron todas traducción del texto italiano. No fue sino hasta 1945 cuando se publicó por vez primera esta obra en su redacción original en nuestra lengua. Véase Historia Antigua de México, prólogo de Mariano Cuevas, México, 4 vols., Porrúa, 1945. (Incluida asimismo en el tomo 29 de la colección "Sepan cuantos...", México, Porrúa, 1964.)

12 Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México, El Colegio de México, México, 1950, p. 129.

13 El titulo de ese opúsculo es Breve ragguaglio della prodigiosa e rinomata immagine della Madonna di Guadalupe del Messico, Cesena, 1782.

14 Está incluido en la colección Messofanti, de la citada biblioteca, con la signatura "cartilla XII, núm. 10".
Debe notarse expresamente que en este manuscrito se atiende también a algunos aspectos de la lengua otomí, acerca de la cual llegó a tener asimismo Clavijero algunos conocimientos.

15 Estos opúsculos de Clavijero, a los que debe añadirse una "Breve descripción de la provincia de México de la Companía de Jesús en 1767", por largo tiempo permanecieron inéditos. Fueron al fin publicados por Mariano Cuevas en Tesoros documentales de México, siglo XVIII, México, 1944, pp. 311-398.

16 Rafael García Granados, con motivo del segundo centenario del nacimiento de Clavijero, publicó una bibliografía en la que se registraron las principales obras escritas por éste y asimismo un buen número de trabajos en relación con su obra.: "Clavijero, estudio bibliográfico", Filias y fobias, opúsculos históricos, Editorial Polis, México, 1937, pp. 279-309.