Como sería de esperar, las supersticiones
del salvaje se arraciman tupidamente alrededor del tema alimenticio.
Se abstienen de comer muchos animales y plantas, muy saludables en sí,
mas por una u otra razón imaginan ser peligrosos o mortales para
el que los come. Son demasiado numerosos y familiares los ejemplos de
tales abstenciones para citarlas. Pero si el hombre vulgar, por miedos
supersticiosos, es disuadido de comer diferentes alimentos, las restricciones
de esta clase que se imponen a las personas sagradas o consideradas
tabú, tales como reyes y sacerdotes, son todavía más
numerosas y exigentes. Hace poco hemos recordado que el Flamen Dialis
tenía prohibido comer y hasta nombrar varias plantas y animales
y que la lista de carnes de los reyes egipcios quedaba limitada a la
ternera y al ganso. En la Antigüedad, muchos sacerdotes y reyes
de pueblos bárbaros se abstenían totalmente de la carne
como alimento. Los Gangas o "sacerdotes fetiches" de
la Costa de Loango tienen prohibido comer y ni siquiera ver una larga
serie de animales y peces; la consecuencia de ello es que su dieta de
carne es extremadamente limitada; con frecuencia viven sólo de
hierbas y raíces, aunque pueden beber sangre fresca. El heredero
del trono de Loango tiene prohibido desde su infancia comer puerco;
desde su más temprana niñez tiene vedado comer en compañía
nuez de cola. En la pubertad, un sacerdote le enseña a no comer
más aves que las que él mismo mate y cocine, y así
un número de tabúes que van aumentando al compás
de los años. En Fernando Poo, al rey, después de su entronización,
le estaba prohibido comer taro (Arum acaule), antílope,
ciervo y puercoespín, que eran alimentos corrientes de la gente.
El jefe supremo de los massai no puede comer más que miel, leche
e hígados de cabra asados, pues si participa de cualquier otra
comida perderá su virtud de adivino y de confeccionador de encantamientos.
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