4. HÉCTOR Y HÉCUBA

En las Puertas Esceas, donde crece la encina,
se agolpan las mujeres e hijas de troyanos
pidiendo a Héctor nuevas de sus hijos, hermanos,
amigos y maridos. Pero él sólo atina
a encargarles que imploren a los dioses lejanos:
¡tal duelo les aguarda!
Llegado al opulento
palacio del rey Príamo —los pórticos bruñidos,
el ala de cincuenta alcobas, con pulidos
muros de cantería, que daban aposento
a sus cincuenta hijos y a sus cincuenta esposas,
y el atrio, doce cámaras de techados y losas
donde sus castas hijas dormían con sus yernos—,
halló a su noble madre que venía buscando
a su hija Laódice, la hija más hermosa. 

Asiólo de la mano, y con afán materno:
—¿Por qué dejaste, hijo, el combate nefando?
Sin duda los aqueos de nombre aborrecido
el cerco han reducido, y tu gran corazón
te mueve a recurrir con manos implorantes,
en lo alto del Acrópolis, al augusto Cronión.
Yo el melífero vino traeré cuanto antes.
Brindarás a los dioses la sacra libación
y beberás el resto, pues vienes extenuado
de luchar por los tuyos, y en el vino hay virtud
que devuelve a los hombres la fuerza y la salud. 

Responde el magno Héctor del yelmo empenachado:
—No, madre honrada, apártame ese vino de miel,
que el valor y los ímpetus puedo dejarme en él,
y al Amo de las Nubes desparramar no debo
con las manos impuras las negras libaciones,
ni puedo presentármele mostrando estos manchones
del fango y de la sangre, que así yo no me atrevo.
Tú junta a las matronas del pueblo; las esencias
aprontad e id al ara para implorar clemencia
de Atenea, señora del saqueo. Te humillas
ante la diosa de almas crenchas, y en sus rodillas
depositas el peplo de más estimación
que tengas en tus arcas, aquel que tú prefieras,
y doce añales vacas indemnes de aguijón
le ofreces, en espera de que nuestra ciudad,
las esposas, los niños, merezcan su piedad,
y se digne librar a la sagrada Ilión
del que así nos derrota, del sangriento Tidida.
Ve, pues, al santuario de la diosa guerrera.
Me importa hablar con Paris, ya que escucharme quiera.
¡La tierra se lo trague! Zeus lo echó a la vida
para mal de troyanos, de Príamo y su casa.
Si él descendiera. al Hades, quedara redimida
y olvidada la pena que mi ánimo abrasa.


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