DEL SITIO Y PUESTO DE LAS NACIONES Y PUEBLOS
DE QUE SE ESCRIBE EN ESTE LIBRO

ESCRITO dejo atrás que ha sido singularísimo beneficio de la divina clemencia el que ha hecho a la provincia de Sinaloa, que desde que se comenzó a predicar en ella el santo Evangelio ha proseguido con su curso, sin parar, por todas las naciones que se van descubriendo, y las que ahora se siguen, sin volver atrás por tiempo de sesenta años, de suerte que no ha habido ninguno dellos en que seis o ocho no se hayan bautizado y algunos a diez mil almas; y por los libros de bautismos, y cuenta que dan los padres misioneros a sus superiores, se hallan bautizadas como trescientas mil de párvulos y adultos. Las naciones de que tengo de tratar en este libro, si bien son las ultimas que han recibido el santo Evangelio; pero no las últimas desta provincia: porque en sus fronteras se sigue otras gentiles, que será Dios servido de ir recogiendo al rebaño de su Iglesia. Las de cuya conversión aquí se trata, están pobladas a la banda del norte, entre faldas de serranías, y a orillas, no de ríos caudalosos, sino de cuatro arroyos, que por ellas corren, y vienen a estar de treinta y dos y treinta y tres grados en altura del norte, declinando unos al oriente y otros al occidente. Y así, aquí son ya más templados los calores de lo que habemos escrito de los demás puestos desta provincia. Estas naciones, con sus pueblos principales, de las cuales se nombran una de Nebomes Altos y otra Nebomes Bajos, y en los Altos los pueblos que llaman Mobas, Onavas, y Nures; en los Bajos, Comoripa, Tecoripa y Zuaque, ésta es diferente nación de la que también tiene ese nombre, y de la cual se escribió a lo largo en el Libro Tercero, y dista de estotra ochenta leguas. Síguense luego las naciones de aibinos, sisibotaris, batucos, hures y los últimos los sonoras, que vienen a estar distantes de la villa de Sinaloa ciento y treinta leguas, y del principio della ciento y cuarenta. Destas naciones reducidas a unos veinte pueblos, y a cuatro partidos, cuidan cuatro o cinco padres ministros de doctrina. En ellas están reducidos tres mil y quinientos vecinos, o familias, de cuatro lenguas principales, y diferentes de las demás de Sinaloa: dificultad que van venciendo estos celosísimos padres, haciéndose niños por gloria del nombre de Cristo, y darlo a conocer en estas lenguas. Y porque quede aquí declarada la grande mies, que por esta parte de nuevo mundo va descubriendo a los hijos de la Compañía la divina bondad, y llegar ya esta historia a tratar de las últimas naciones que tienen reducidas al cristianismo; no dejaré de nombrar aquí las otras que se siguen, y ha puesto a la vista a los que Dios escogiere para esta gloriosa conquista, y la lleven adelante, cuando estuvieren de sazón estas gentilidades, para que se oiga en ellas la alegre nueva del santo Evangelio. Porque los hures confinan por un lado con los que llaman nacameris y nacosuras: a éstos se siguen los himeris, nación ferocísima y bárbara que no ha querido tener trato, ni amistad con sus vecinas, y muy temida de las demás; es muy copiosa, y extendida, según se ha podido entender, y a orillas de un tan caudaloso río, como el de Hiaqui, que a la parte del occidente desemboca en el mar, a cuarenta leguas de distancia de llanadas, en que hay noticias de gran gentío de otra nación, que llaman Heris: es sobremanera bozal, sin pueblos, sin casas, ni sementeras. No tienen ríos, ni arroyos, y beben de algunas lagunillas y charcos de agua; susténtanse de caza; aunque al tiempo de cosecha de maíz, con cueros de venados, y sal, que recogen de la mar, van a rescatarlo a otras naciones. Los más cercanos destos a la mar también se sustentan de pescado: y dentro de la misma mar, en isla, se dice que habitan otros de la misma nación, cuya lengua se tiene por dificilísima sobremanera. La nación de los batucos, caminando al norte, tiene también por confinantes muchas naciones de gentiles amigos cumupas, buasdabas, bapispes; y declinando al oriente, a los sunas. Adelante de éstos, por esa parte se extiende la tierra hasta el Nuevo México, donde años ha que entraron los padres de la sagrada orden de san Francisco. A oriente de los sisibotaris se siguen otros gentiles serranos, que viven en picachos. Y últimamente, con la nación de los sonoras, confinan otras bárbaras.

Éstas son las varias naciones que Dios ha puesto en frontera a los hijos de la Compañía, a las cuales de lleno competen las calidades de aquellas a que enviaba Dios a predicar por boca de su profeta Isaías, a ángeles veloces: Ite Angeli veloces ad gentem convulsam, & dilaceratam ad populum terribilem. Calidades y fierezas, que con mucha propiedad competen a estas naciones; y con ser tales, anuncia que les había de enviar obreros tan diligentes, como veloces, y alados ángeles, y quería que se les predicase la divina palabra del Evangelio de Cristo, de quien tenía profetizado el santo rey David, que su dominio e imperio correría y se extendería, a mari vsque ad mare, & a flumine vsque ad terminos Orbis terrarum. Lo cual, como escribió el grande Agustino, no se verificó en el tiempo del reino de Salomón, aunque de él es intitulado el salmo; porque se guardaba eso para el tiempo del reino de Cristo, a quien tenía hecha promesa su eterno Padre, que pondría todas las gentes del mundo a sus pies, cuyo cumplimiento va Dios ejecutando en los tiempos que dispone su divina providencia; y pues ésta, por su bondad, se ha servido de los hijos de la Compañía, para extender este divino imperio por las naciones, de que atrás queda escrito; prendas les ha dado de que hallarán su favor, y amparo, para reducir las que quedan, y tan cerca ya tienen, y rendir al suave yugo de Cristo las demás de que he hecho mención en este capítulo. En los que se siguen escribiré de las que están ya convertidas, diciendo de cada una lo particular y propio que se ofreciere; entendiéndose que en lo demás concuerdan con lo general que de las otras naciones queda escrito acerca de su gentilismo. Y advirtiendo lo que atrás dejé apuntado, porque deseo ser puntual en lo que escribo, que las que llamo naciones no se ha de entender que son tan populosas como las que se diferencian en nuestra Europa; porque estas bárbaras son mucho menores de gente, pero muchas en número, y las más en lengua, y todas en no tener comercio, sino continuas guerras, unas con otras, y división de tierras, y puestos que cada una reconoce.