Todo lo que pudiera decir de particulares
casos de edificación y singulares sucesos de gentiles convertidos
a la hora de la muerte, bautismos de enfermos, que con la gracia dellos
se salvaron, y otros casos semejantes, y frecuentes en estas primeras
conversiones, como atrás se han contado, con los frutos grandes
y preciosos que dellas se han cogido. Todo esto se colegirá de
una carta que copiaré aquí, por ser de persona muy religiosa
y grave, que asegura toda la puntualidad y verdad de lo que en ella
se refiere. El que la escribió es el padre Luis de Bonifaz, provincial
de la provincia de Nueva España, y siéndolo murió
santamente; a quien fueron y serán siempre deudoras las misiones
de Sinaloa, de veinte y cuatro años de vida que en ellas gastó,
los más dellos predicando el santo Evangelio, con eminencia de
lengua de los indios que administró: y otros algunos años
gobernando, y visitando con grande caudal de letras, y prudencia, no
sólo las misiones de Sinaloa, sino también las otras principales,
y cabeceras de que después proseguirá la historia. El
cual acabando de visitar todos los partidos y pueblos dellas, y dando
cuenta al padre provincial, que entonces le había encargado ese
oficio, del estado destas misiones, le escribió la carta siguiente.
En la cual se ha de advertir que, aunque habla de todas las misiones
de Sinaloa: pero más en particular destas de la tierra adentro,
y últimas della, en que ahora estamos, y tiene gran parte la
nación de los sonoras, de que se escribe en este capítulo;
y dice así: "Hoy está tan lúcida esta cristiandad,
que es para dar muchas gracias a nuestro Señor: y por acabar
yo ahora de hacer la visita de los ríos, puedo como testigo de
vista, y como quien lo ha examinado y experimentado y mirado con cuidado,
afirmar que es una de las cosas más gloriosas, y uno de los mejores
empleos que la Compañía tiene. Noté en todos los
padres cuán del todo estaban dados a su ministerio. Todos predicaron
en sus lenguas con gran expedición, a dos y tres sermones, y
los oyentes, levantados los ojos, y atentos al predicador, todo el tiempo
que duraba el sermón. Sin éste, otro ejercicio de la doctrina
cristiana, muy de envidiar, aun para las ciudades de los españoles
muy antiguas. Porque a las preguntas de la doctrina cristiana, respondían
niños, viejos, hombres y mujeres, y de todas edades, salteándoselas,
y por diferentes palabras de las que están en el catecismo, y
respondían a ellas con mucha presteza, y sin turbarse. Y no sólo
a estas preguntas, sino a otras muchas, de cosas que no están
en el catecismo, sino de las que se les predican: esto es, de los lugares
que hay debajo de la tierra, dedicados para castigo de pecados; del
fin para que sirven las imágenes en los templos; de lo que ha
de hacer el enfermo que se halla en pecado, y no tiene copia de confesor;
caso que les sucede muchas veces a estas gentes, que andan por montes
y marinas; algunas cosas de la resurrección de los muertos y
día del juicio; y otras a este modo. Que por saber yo algunas
destas lenguas, pude ser testigo de lo bien que respondían; y
esto en especial en algunas gentes que yo conocí que nunca vivieron
en poblaciones, sino por esos campos. Y añado, que algún
viejo de más de cien años hubo entre éstos, que
respondía a las preguntas como un mozo muy enseñado. Entre
los niños se señaló uno, en que viniéndolo
a ver otro muchacho pariente suyo gentil, que venía para ser
bautizado con sus padres, que también eran gentiles; el niño
cogió aparte al de su edad, y lo estuvo catequizando, y enseñando
los misterios de la fe, de suerte que cuando llegó a bautizarse
el catequizado, estaba tan bien en los misterios de nuestra santa fe,
como si hubiera sido antiguo cristiano, y enseñado: cosa que
causó admiración en los presentes, y de ver aquella capacidad
en la edad del catequista y del catequizado.
"De todo este género de gente se llenaban las iglesias,
que son bien capaces, bien aderezadas y adornadas con varias pinturas
de los misterios de la fe. No sólo son enseñados en ella
los niños, como queda dicho, sino también en la buena
crianza, en que son de ver cuando pasando por delante de imagen, o del
padre, hacen su reverencia al modo de españoles. Y en algunos
partidos se ha introducido que estos niños canten en canciones
particulares, compuestas en su lengua, cosas de la fe, y ésas
suelen cantar por los barrios. De lo cual se han seguido dos buenos
efectos: el uno, que la gente grande se ha aplicado a aprender las coplas
de los niños: y otro, que han olvidado las gentílicas
que tenían. Toda la gente, hombres y mujeres, traen su rosario
al cuello, de suerte que, en tanta muchedumbre, no me parece vi uno
que no le trujese. Y en razón desta devoción diré
dos cosas, que aunque parezcan menudas, no lo son para esta edad. La
una, que diciendo yo un día misa en un pueblo destos, hallé
sobre el altar gran copia de rosarios para que los bendijese, y habiéndolos
bendecido, tuve deseo de ver cuyos eran: y acabada la misa, vinieron
esta muchedumbre de niños y niñas a reconocer sus rosarios,
y llegaron con gran silencio, y cada uno reconoció y se llevó
el suyo. Experimentan con él el socorro divino en ocasiones de
enfermedad. Particular fue que, estando un niño casi al fin de
la vida, con ponerse sobre el cuerpo el santo rosario, como lo pidió
su buena madre con mucha fe y devoción, cobró salud entera.
Llevando un día a enterrar un niño, iba mucho acompañamiento
de niños y niñas, todos con sus rosarios en las manos
rezando. En los mayores está también muy recibida esta
devoción: y en algunos pueblos está asentado que tocando
la oración, y habiéndola rezado, se ponen todas las familias
a las puertas de sus casas, y de rodillas, voz en cuello, rezan el rosario,
que parece todo el pueblo un oratorio. Y en ausencia de los padres ministros
dicen que hacen lo mismo, y que en sus sementeras, y aun por los caminos
lo rezan, y en sus enfermedades llaman a la santísima Virgen
con mucho afecto: de suerte que me dijeron algunos padres nuestros religiosos
que les movía devoción cuando iban a visitar estos pueblos.
También es muestra de fe la que tienen con la misa. Porque ningún
día de entre semana faltan a ella, como si fuese domingo. Estando
yo con un padre, llegó un indio viejo, y al uso de la pobreza
de la tierra, no tenía sobre sí hilo de ropa más
que lo que pide la honestidad natural, y pidió al padre que le
dijese una misa cantada, por su hija difunta. Puédenlo hacer
por pobres que sean, porque saben que los nuestros no pueden admitir
estipendio por ellas. Lo mismo noté en otro pueblo, y afirmáronme
los padres que a estas misas traen ofrendas todos los parientes, de
su pobreza de maíz, y otras legumbres, para que se dé
a los pobres, como lo hacen los fiscales. En uno destos pueblos (que
por ser el más remoto, y más recién asentado, servirá
de ejemplo para los demás), me hallé un sábado
a la salve, y vi más de cuarenta personas de todas edades, que
se disciplinaban; y afirmóme el padre que no los había
prevenido, sino que aquella buena costumbre la tienen ya tan bien recibida,
que ellos de suyo acuden a ella sin ser llamados. Las disciplinas de
semana santa son muy copiosas de gente y de sangre. Un padre en particular
me escribió que tuvo este año de disciplina más
de mil y quinientas personas, y que iban con grande modestia y silencio,
que era muy de ver: y en la cuaresma, en algunas partes, se han hecho
en toda ella disciplina de espaldas tres días en la semana, cantándoles
el miserere a canto de Órgano. La misma devoción está
introducida con las ánimas del purgatorio, que todos en oyendo
tocar a las ánimas, de rodillas, y en voz alta, que se oye en
todo el pueblo, rezan diez avemarías y un Paternoster. Avísanme,
ni más ni menos los padres, las muchas confesiones generales
que han hecho estos dos años los indios, aprovechándose
de lo que se les enseña y repite, de la necesidad de la Integridad
de la confesión, y dolor de pecados. Y aun algunos dan en que
entender con escrúpulos, y no pocas han traído las preseas
de varones, que habían recibido, para apartarlas de sí.
En las fiestas principales del año, y de la santísima
Virgen, y de otros santos, suelen confesar y comulgar; y hay vez que
llegan a doscientas personas. La extremaunción, a que tenían
gran horror, por entender que era pronóstico cierto de la muerte,
la piden ya desengañados los enfermos, y con instancia; porque
ha sido nuestro Señor servido de dar salud a muchos oleados y
desahuciados, y sin esperanza de vivir. Estando en esta visita, llamaron
a un padre para un enfermo que se había confesado, y estaba en
otros pueblos; y aunque cuando llegó el padre tenía ya
el enfermo perdida la vista, le dijo: En hora buena vengas, padre mío,
que ahora moriré con consuelo, porque moriré recibidos
los óleos; reconcilióse, y luego en acabando de recibirlos,
se lo llevó nuestro Señor. Otro indio adoleció
de muerte, y recibidos los santos sacramentos, se sentó, y tomando
el rosario en la mano, comenzó a hacer muy tiernos coloquios
con nuestro Señor, haciendo muy fervorosos actos de contrición:
y rezado el rosario de nuestra Señora, expiró, dejando
grandes prendas de su salvación. Y en nación donde era
grande el número de hechiceros, sus antiguos médicos y
curanderos, y en ellos tenían puesta su confianza, pareciéndoles
que no podían vivir sin su socorro; ya desprecian el llamarlos,
de suerte que ni aun el nombre de hechicero gustan de oír. Convirtiendo
eso en venir en sus dolencias a la iglesia, a recibir la bendición
del padre, y que les diga un Evangelio. En todas estas partes están
los seminarios de los niños muy bien puestos, y con música
de voces e instrumentos, con que se cantan las misas con gran solemnidad,
porque salen en todo muy diestros los seminaristas. Vanse fundando muchas
casas, todas de adobes, donde no solían ser sino de petates,
esteras; y algunos de los que las hacen de adobes, aun de esteras, no
las solían tener, sino sólo por vivienda el campo".
Hasta aquí la carta del muy religioso, prudente y vigilante prelado
y visitador de las misiones, que como testigo de vista de las cosas,
y que siempre fue muy cuidadoso y atentado en hablar dellas, refiere
el lucimiento de cristiandad, que en estas naciones nuevamente convertidas
florecía. Y es cierto, que se debe entender, y pasa así
en todas las cristiandades de naciones de Sinaloa, que son muy uniformes
en los ejercicios de cristiandad, en que las imponen los padres, y ellas
de suyo: y entre sí tienen tal emulación en imitar lo
loable, que en las otras ven, que procuran no quedar atrás la
una de la otra. Y la nación de los sonoras ha sido de las que
con mayor fervor pretendió recibir nuestra santa fe, y así
en ella halló la doctrina del Evangelio, disposición para
dar los abundantes frutos que se han escrito della. Y finalmente edificaron
muy lindas iglesias, compusieron y formaron tres pueblos, en que hay
como mil vecinos y familias, que se gobiernan con mucha paz, estando
en frontera y vecindad de gentiles, que se siguen, por ser esta nación
la última convertida a nuestra santa fe, y que cuando se escribe
esta historia no ha más de cinco años, que se redujo,
y acabó de bautizar. Pero querrá N. Señor que a
las que se siguen, aunque ya muy remotas y apartadas, les llegue algún
día la dichosa y divina luz del Evangelio.
|