habla de cómo el Campeador envió a buscar
su mujer y sus hijas a Castilla
Partíos dende, los moros,
vuestros muertos soterrad;
pensad, de los malheridos,
y a los cuitados contad
que el saber nuestro en la guerra
es humildoso en la paz,
que no quiero sus haciendas,
no se las iré a quitar,
ni para mis barraganas
sus hijas he de tomar,
que yo no uso más mujeres
que la mía natural.
Y mándovos yo, Alvar Fáñez,
si he poder de vos mandar,
que por mí doña Jimena
y mis hijas otro tal,
a San Pedro de Cardeña
os queráis encaminar;
rogaréis al rey Alfonso
que me las deje sacar;
llevaréisle mi presente
cómo a señor natural.
Y vos, Martín Antolínez,
con Alvar Núñez andad,
y a los honrados judíos
Raquel y Vidas llevad
los tres mil marcos de plata
que vos quisieron prestar;
pagadles la logrería,
otros mil marcos de más.
Rogarles heis de mi parte
que me quieran perdonar
el engaño de los cofres
que en prenda les fui a dejar,
porque con cuita lo hice
de mi gran necesidad;
y aunque cuidan que es arena
lo que en los cofres está,
A quedó soterrado en ellos
el oro de mi verdad.
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